09 marzo 2023

III Domingo Cuaresma: Homilías 2

 

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1.- LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD AUTÉNTICA

Por José María Martín OSA

1.- La sed de felicidad. Las lecturas cuaresmales del ciclo A tienen un tono claramente catecumenal. Hacen una referencia significativa al Bautismo: el agua (samaritana), la luz (ciego de nacimiento), la vida (resurrección de Lázaro). El hombre tiene ansia de profundidad y de plenitud. No hay nada ni nadie en este mundo que pueda llenar totalmente su vacío. Sólo saliendo de lo superficial y buscando lo trascendente puede ser feliz. Muchas veces buscamos por caminos equivocados, quedándonos en las cosas terrenas. Hay en nosotros sed de felicidad, deseo de alcanzar el sentido de nuestra vida. El tema de la sed y del agua aparece numerosas veces en las tradiciones del desierto. La primera lectura narra el episodio de las aguas de Mará. El pueblo lleva tres días caminando por el desierto de Sur sin encontrar agua. Al fin, llegan a Mará y, cuando van a beber el agua de un manantial... resulta que es amarga. El pueblo murmura contra Moisés y contra Dios. Moisés invoca al Señor y el Señor le da el poder de convertir aquellas aguas contaminadas en aguas capaces de saciar la sed. Dios demuestra, con ello, que está con su pueblo, que su pueblo no tiene que tener miedo, porque Dios lo acompaña y lo protege. No sólo les da el agua de Mará, sino que a continuación les lleva a Elim, un oasis donde había doce fuentes de agua (una por cada tribu de Israel). Pero el pueblo tiene el corazón rebelde y veleta. No aprende de la experiencia ni se fía del Dios que le promete la vida. Por eso, cuando tiene sed de nuevo, murmura contra Moisés sin esperar en Dios. Es el episodio de Massá y Meribá. Allí “me pusieron a prueba, aunque habían visto mis obras”, dice el Señor en el Salmo 95.


2.- El deseo de Dios puede hacer que le encontremos. Solo Dios puede saciar nuestra sed de felicidad. Pero el mundo de hoy no facilita el encuentro con Dios. La anorexia espiritual de los hombres de hoy tiene su raíz en que estamos saturados de comida basura, nos dejamos engañar por los que venden falsas felicidades que no sacian nuestra sed auténtica de felicidad. Alguien piensa en nosotros y en nuestra sed y nos brinda una clase de agua para cada día de la semana: Bezoya, Santolín, Coca-Cola,…y nos la publicita con un: Obedece a tu sed. Jesús también publicita el agua que él ofrece. “Si conocieras el don de Dios, tú le pedirías y él te daría el agua viva”. “El que beba el agua que yo le daré nunca tendrá sed y se convertirá en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Solo si nuestro deseo es grande podemos encontrarle como nos muestra esta parábola:

Un estudiante fue a consultar a su maestro espiritual y le hizo la siguiente pregunta: “Maestro, ¿cómo puedo encontrar verdaderamente a Dios? El maestro espiritual le pidió que le acompañara hasta el río y le dijo que se metiera en el agua. Cuando alcanzaron la mitad del río, el maestro le dijo: “Ahora sumérgete en el agua”. El director espiritual cogió la cabeza del joven y la mantuvo dentro del agua. El estudiante comenzó a agitarse y a batir el agua con sus manos, pero el maestro la mantuvo sumergida. Finalmente, el estudiante libre salió del agua en busca de aire. “Cuando tu deseo de Dios sea tan grande como tu deseo de respirar el aire, entonces encontrarás a Dios”, le explicó su director espiritual”.

3.- El proceso de personalización de la fe. Jesús es judío, pero se trata de un judío muy “extraño”, pues le dirige la palabra a una mujer y, para colmo, samaritana. Pero Jesús no hace ningún caso de principios y normas que marginen y excluyan a los débiles. Entre Jesús y la samaritana había una barrera grande: él era hombre y ella, mujer. Vemos que Jesús es la fortaleza y le vemos débil, comenta San Agustín, porque "con su fortaleza nos creó y con su debilidad nos buscó". Mujeres, extranjeros, pobres y enfermos eran poco menos que “gentuza” de la que un buen israelita debía procurar apartarse para mantener intacta su “pureza”. Jesús hace de esos “lugares de abajo” un lugar privilegiado para manifestar su salvación. La vida de esta mujer está marcada por la carencia y la rutina infecunda. Diariamente debía ir a buscar el agua, pues carecía de ella. Tampoco tenía marido. Había tenido cinco, y su compañero actual no era su marido. Esta mujer representa el pueblo idólatra, incapaz de saciar su sed de vida con los numerosos dioses paganos a los que se había ido aferrando sin encontrar lo que pedía su corazón. La referencia a los cinco maridos es una clara alusión a las cinco ermitas de los dioses paganos. El sexto marido se refiere a Yahveh. Es curioso el proceso que va haciendo esta mujer: pasa de sus búsquedas más superficiales a las más profundas; del agua material al agua viva; de la percepción de Jesús como un “judío”, un simple “hombre”, al reconocimiento de Jesús Profeta y Mesías-Cristo. Su fe sorprendida la arrastra a dejar el cántaro y a ir corriendo a anunciar lo que ha visto y oído. Su fe contagia de fe a sus paisanos, quienes terminan confesando: “Éste es verdaderamente el Salvador del mundo”. Los samaritanos de Sicar creen en Jesús por el anuncio de la mujer. Pero no se conforman con una fe “recibida”, “heredada”, “externa”. La hacen suya cuando ellos mismos conocen a Jesús y le oyen. El proceso que sigue su fe es significativo: 1- el testimonio de alguien; 2- la fe desde lo escuchado; 3- la personalización de la fe; 4- la confesión. Es un itinerario catecumenal. Es el itinerario bautismal que los cristianos queremos seguir en esta Cuaresma.

2.- SED DE DIOS

Por Gabriel González del Estal

1.- Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva. El mundo, nuestro mundo, no tiene, mayoritariamente, sed de Dios. Tiene sed de dinero, de poder, de gozar de bienes materiales, de figurar y sobresalir, de distracciones efímeras e intrascendentes, pero no tiene sed de Dios. Dios es el amor y la misericordia, la justicia, la fraternidad universal, el considerar a todas las personas como hermanas y compañeras de viaje. Y el mundo actual no tiene sed de esto, no tiene sed de Dios. Jesucristo sí tenía sed de Dios, vivía en comunión continua con su Padre y en comunión con todas las personas, especialmente los más pobres, marginados, pecadores. San Pablo, san Agustín, san Francisco, la Madre Teresa de Calcuta, todas las personas profundamente religiosas han tenido sed de Dios. Todos los cristianos, y todas las personas religiosas del mundo, tenemos la obligación de despertar en la sociedad la sed de Dios. Con nuestro ejemplo y con nuestra palabra. Es una deficiencia gravísima el no tener sed de Dios, el haber perdido el respeto a lo sagrado, a lo numinoso, al misterio inmanente y trascendente que es Dios. Pidamos nosotros todos los días a Jesús que nos dé el agua viva, un agua que se convierta en nuestro interior en un surtidor, en un manantial que salte hasta la vida eterna. No seamos sólo cuerpo, no tratemos de saciar únicamente la sed del cuerpo, vivamos movidos y dirigidos por el espíritu de Jesús, por el espíritu de Dios. Que cada uno de nosotros, los cristianos, seamos surtidores de agua viva, personas fraternas y solidarias, que cada uno de nosotros despierte en los demás la sed de Dios.

2.- En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer. Jesucristo despertó en la samaritana la sed de Dios. Los judíos y los samaritanos, por distintas razones étnicas, políticas y religiosas, no se hablaban. Jesús rompe estos prejuicios y es él el primero en dirigirse a una mujer samaritana. Y la sed de Dios de Jesús removió la sed de Dios que estaba oculta y tapada en el corazón de la samaritana por otra sed de bienes materiales y efímeros. Desde este momento, la Samaritana, como más tarde haría la Magdalena, se convertiría en apóstol, mensajera y contagiadora de la sed de Jesús, de la sed Dios, en todos sus paisanos. Seamos también nosotros, como la mujer samaritana, despertadores de la sed de Dios en nuestros paisanos y en esta sociedad nuestra, que está ahíta de placeres materiales y superficiales, que no apagan nunca su verdadera del alma. Que nuestro encuentro afectivo, íntimo y evangélico, con Jesús, despierte en esta sociedad nuestra, tan desencantada, una verdadera sed de Dios.

3.- En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés. La sed material puede llegar a ser asfixiante e insufrible. El pueblo de Israel en el desierto padeció esta sed. Dios, a través de su profeta Moisés, sació la sed material del pueblo y consiguió que este mismo pueblo, saciada su sed material, volviera a creer en Dios y a tener sed de él. Atender y saciar las necesidades materiales de la gente suele ser el primer paso para que estas gentes crean en ti y puedan después creerte cuando les hables de la sed de Dios. Al pobre y necesitado debemos atenderle siempre en sus primeras necesidades materiales, antes de hablarles de otras necesidades espirituales. Es lo que hacen, normalmente, ahora, nuestros misioneros en lugares empobrecidos y marginados. Empezar a hablar de la sed de Dios al que se está muriendo de hambre material o sed material, sería como querer comenzar a construir la casa por el tejado. La mejor manera de conseguir que crean en ti los que se están muriendo de hambre o de sed materiales es remediarles esta hambre o esta sed que les está matando.

4.- La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. San Pablo les dice a los primeros cristianos de Roma que, si tienen verdadero amor a Dios, la esperanza en Dios no les defraudará, porque el verdadero amor a Dios siempre genera verdadera esperanza en Dios. Prediquemos y sembremos nosotros en las personas necesitadas un verdadero amor a Dios y habremos sembrado en ellas una verdadera esperanza. Y ya sabemos que nuestro verdadero amor a Dios se manifestará, en primer término, en nuestro verdadero amor al prójimo, sobre todo al prójimo necesitado.

3.- UNA CONVERSACIÓN SENCILLA Y PROFUNDA CON AQUELLA MUJER

Por Antonio García-Moreno

1.- LA SED.- Bajo el sol tórrido del desierto, la sed se acrecienta y las reservas de agua se van terminando. Y todavía faltaba mucho para llegar a la tierra que manaba leche y miel, todavía el horizonte se perdía lejano, agreste y reseco, calcinado y polvoriento. El pueblo se queja, protesta y murmura contra Moisés.

La falta de agua es como una obsesión para aquellos hombres que caminaban penosamente por el desierto, sin ver el momento de terminar su camino. Y esa situación viene a ser típica, figura expresiva de las ansiedades del hombre, símbolo de la angustia que puede devorar el alma... Cristo dirá en la cruz: Tengo sed. Y en aquel momento se juntan en él la sensación penosa del que está deshidratado, y el tormento moral de verse clavado en una cruz por aquellos a quienes entregaba su vida. Jesús quiso gustar el sabor amargo del dolor, físico y moral, de todos los hombres. Esa sed indefinida que nos atormenta a veces en lo más hondo de nuestra vida. Sí, también nosotros caminamos a veces por el desierto, sedientos, sufriendo vivamente, anhelando el descanso de nuestras fatigas, deseando alcanzar el consuelo de la Tierra Prometida. Escucha entonces, Señor, nuestro lamento, limpia nuestras lágrimas, sacia nuestra sed.

Moisés camina hacia la roca del Horeb, llevando consigo el cayado de los prodigios. Yahvé le ha prometido que de la roca brotará agua suficiente para calmar la sed del pueblo... Sigue el simbolismo del agua que calma la sed, recordándonos momentos de la vida de Cristo, sigue trayendo a la memoria realidades que han de remover nuestra vida muerta, cansada y sedienta.

Jesús descansa en el brocal del pozo de Jacob. Es mediodía, está muy cansado y tiene sed. Espera que llegue alguien y le dé de beber pues no tiene con qué sacar agua. Pero cuando llega la samaritana, Jesús muestra una sed distinta, un deseo vehemente de librar a esa mujer de su pecado. Entonces es la samaritana la que tiene sed y pide de beber. El Señor le promete un agua distinta de la que había en aquel aljibe.

Dame de beber -dice esta mujer-. Dame de esa agua... Nosotros también te lo decimos, Señor. Nosotros, sedientos con una sed profunda, te rogamos que nos des a beber el agua viva que tú has prometido a los tuyos. Haz que se cumplan en nosotros tus palabras. Tú dijiste: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba quien cree en mí..." Y también: "El que beba del agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna".

2.- DAME DE BEBER, SEÑOR.- El pasaje de la samaritana es uno de los más ricos en contenido humano y teológico. Uno de esos momentos en que podemos contemplar a Jesús en su vertiente de hombre que, como los demás, se cansa y ha de sentarse, tiene sed y pide de beber, aunque se tratara de pedir a una mujer que, además, era samaritana, circunstancia que en aquel ambiente era denigrante. Él superó los prejuicios de su época, tanto los de tipo social como los de índole religiosa, y entabla una conversación sencilla, y profunda a la vez, con aquella mujer de pueblo cuya vida era un tanto irregular. Precisamente por ese motivo Jesús se ha dirigido a ella, pidiéndole no sólo agua sino también el desahogo de sus gozos y sus penas.

El Señor ha leído en su corazón, y ella reacciona con humildad y con admiración. No se irrita al verse descubierta. Simplemente reconoce que está delante de un hombre de Dios, delante de un profeta... Jesús la escucha y le responde con paciencia y claridad. Le hace comprender que lo importante en el culto que se ha de dar a Dios, no está en el lugar donde se le tribute, sino que lo principal es el modo como ese culto y adoración se realice. Ha de ser un culto que brote del interior del hombre, movido por la acción del Espíritu en lo más hondo de su ser... Un culto, por otra parte, que sea verdadero, sincero, leal, nacido de un corazón enamorado. Un culto, por tanto, que no se limite a la palabra o al rito, sino un culto que repercuta en la vida cotidiana, haciendo de cada acto, de cada latido del corazón, un sí rendido y gozoso al querer de Dios.

La samaritana escucha atenta sus palabras. Le cree y le pide de esa agua viva que quita la sed para siempre. Aunque aún no conocía el don de Dios, ya se lo pedía con fervor: Dame de beber, Señor, y apaga esta sed que me devora por dentro, y me hace buscar entre los hombres lo que sólo en Dios se puede encontrar. Es una oración que debe resonar en nuestro corazón, para que también nosotros, sedientos siempre, la repitamos a Dios. Sí, Jesús mío, dame de beber, que me muero de sed.

4.- NO ES AGUA EMBOTELLADA

Por Javier Leoz

En muchos momentos valoramos las cosas o cuando no las tenemos o cuando, esas cosas, son escasas. Eso ocurre por ejemplo con el agua en una gran parte de nuestro mundo. Y, además de los valles, también se resecan las gargantas de la humanidad.

1. Lo mismo que la tierra tiene sed, algo parecido le ocurrió a Jesús. Estaba cansado, sediento y pedía agua. Al borde de un pozo, la Samaritana, quería quedarse en lo superficial (que también es importante) pero Jesús le ofrece otro agua que es surtidor de paz y de vida interior, de felicidad y de dicha.

¿Dónde tienes tú el cántaro? Respondería la Samaritana. Decía, reclamaba y hacia como tantas veces lo hacemos nosotros cuando ponemos trabas e inconvenientes a Dios para que no actúe en nuestras vidas. ¿De qué estamos sedientos? ¿Del agua cristalina y fresca? ¿O de algo más? El mundo, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, están/estamos saturados de todo y, a la vez, de nada. Sentimos que no nos falta lo necesario para vivir y, en un sentimiento encontrado, percibimos que nos falta siempre un “algo” para ser felices.

Es entonces cuando, Jesús, entra en acción. No nos ofrece el agua embotellada o etiquetada que el negocio nos vende. Jesús, consciente de la sed del hombre. Esa sed que no es apagada por la frescura del agua corriente, nos lleva a una fuente que calma nuestra ansiedad y sed de Dios. Entre otras cosas, sentarse junto al pozo de Jesús, implica –además- sentarse frente a la verdad de uno mismo. Y, esto, ¡cuánto nos cuesta!

2. Todos, también los que estamos preparándonos a los días santos de la Pascua, tenemos un pozo donde y en el que encontrarnos con el Señor.

--El pozo de la oración. En él, el Señor, nos moldea y nos habla. Es un pozo en el que, el corazón que busca a Dios, se abre de tal manera, que el Espíritu obra maravillas en él.

--El pozo de la Eucaristía. Cuando nos acercamos a ella sentimos que, además de mitigar la sed, el Señor nos alimenta y fortalece para seguir batallando en la vida.

--El pozo de la Palabra. Al acercarnos al pozo de la Palabra sentimos que el Señor nos interpela con la misma fuerza que a la Samaritana. Parece como si, ésta o aquella Palabra, estuviera expresamente indicada, dicha y diseñada para cada uno de nosotros. Como si Dios, al igual que lo obró en la misma Samaritana, tuviera especial interés en despertar nuestra sed por El y para El.

--El pozo de la Iglesia. Muchos hermanos nuestros, amigos y conocidos, prefieren buscarse sus propias fuentes para creer y esperar. Pero ¿Quién nos ha dado de beber, con pasión de madre y gratuitamente, el agua del Evangelio, del amor de Dios o de los sacramentos que incentiva y da vida a nuestra fe? El pozo de la Iglesia. En él nos sentamos para escuchar la Palabra; para ponernos en paz con Dios por el sacramento de la reconciliación; para recibir el pan de la Eucaristía o para compartir, lo mucho o lo poco que tenemos, con los más necesitados.

Frente a un mundo hambriento y sediento por lo superfluo, la Samaritana, representa esa parte interior, que todos nosotros poseemos, y que está llamada a despertar, cuidarse y descubrirse por el encuentro personal con Jesús.

Está bien que, como necesitados del agua natural, la pidamos a Dios pero, de igual manera, miremos un poco más allá; profundicemos bajo las aguas del simple pozo de nuestra existencia y…busquemos ese Espíritu que nos puede dar vida y tonificar totalmente, de arriba abajo, lo que somos, pensamos y realizamos.

TÚ, SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA

Soy caminante en busca de lo  alto

y por ello tengo sed, no  tanto de beber,

cuanto de llegar a Dios.



¡TÚ,  SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

Mi camino, cansado y  abatido,

son pasos que conducen hacia  alguien:

¿Estarás al final, Jesús?

Mi camino, sabiendo que Tú  esperas,

sé que será sendero que  conducirá

entre pruebas y llantos

alegrías y penas, al pozo de  la amistad



¡TÚ,  SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

Sentarme junto a Ti, Señor,

es contemplar la grandeza y  la pobreza de mi vida

es entender que, Tú, como  nadie

pones sobre la mesa aquello que,  de mi vida,

muy poco o nada, me interesa  pregonar ni ver.



¡TÚ,  SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

¿Cómo me darás de esa agua  viva?

¿Cómo la sacarás, Señor?

¿Dónde tienes un cántaro?

¡Ah! ¡Ya lo sé, Señor!

Yo soy el vaso y el cántaro

con los cuales sacarás, para  mí y para los demás,

el agua viva que brota a  chorros

de la fuente de tu costado.



¡TÚ,  SEÑOR, ERES EL POZO DEL AGUA VIVA!

Entra, Señor, en el pozo de  mi alma:

es hondo, como el de la  Samaritana

con fragilidades, como la vida  de la Samaritana

con sed de agua limpia, como  la de la Samaritana

con sed de Dios, como la de  la Samaritana

Entra, Señor, en el pozo de  mi alma

Y que, como la Samaritana,  pueda decir también

He estado con Jesús…y sabe  todo lo que he hecho

Amén.

7.- LA PARÁBOLA DE LA SAMARITANA, “CUESTIONARIO DE CONVERSIÓN"

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Las lecturas de este Domingo Tercero de Cuaresma nos presentan escenas, fuertes, impresionantes. Y así, la primera, del Libro del Éxodo, y el Evangelio, con el relato que hace San Juan de la escena del Pozo de Sicar, son sin duda unas páginas impresionantes de la Sagrada Escritura. El agua y la sed son argumentos de ambas y se construye, entonces, ese principio del agua eterna, instrumento de consuelo –nunca más habrá sed—para la vida eterna.

2.- El pueblo judío, errante por el desierto, esta devorado por la sed. Y murmuran contra el Señor y contra Moisés. Eso pasa en la vida cotidiana. Cuando las cosas van bien no nos acordamos de Dios, pero si van mal solemos echarle la culpa a Él de nuestra desventura. Y muchas veces nuestros problemas surgen a causa de nuestro mal hacer, de nuestras equivocaciones. Lo interesante y llamativo de este fragmento del Libro del Éxodo que acabamos de escuchar es la familiaridad reinante entre Dios y Moisés. Y además la cercanía paternal del mismísimo Todopoderoso que “reacciona” inmediatamente a las críticas furibundas de su pueblo. No le gustan. Y por eso envía a Moisés para que golpee con su callado en la roca y, por sin, salga el agua que traerá la paz.

3.- La familiaridad de Moisés hacia su amigo el Señor es más que evidente, como decía. No es que se niegue a acometer la misión que le encarga el Señor. No. Pero si le advierte que ese pueblo exasperado le puede apedrear. Y, entonces, Dios le aconseja como presentarse para evitar males mayores. Y es que si va acompañado por algunos de los ancianos –de los senadores—pues tal vez no le apedreen. Además le dice que porte también un instrumento de mucho prestigio: aquel cayado con el que separó las aguas del Mar Rojo cuando huían del Faraón. Pero, además, le da la mayor seguridad posible: Él mismo, Dios en persona, estará allí, sobre Moisés, para protegerle. ¿No es maravilloso este relato? ¿No es verdaderamente emocionante? Claro que sí. El episodio de Massá y Meribá estará presente siempre en la historia de Israel y ahí está el Salmo 94 que lo certifica.

4.- La única lectura posible es la que nos dice, sin rodeos, que Dios como Padre Bueno está muy cerca de quien le invoca para acudir enseguida en su ayuda. Y así ocurre que el verdadero argumento de todo el Antiguo Testamento es el de un Padre Amoroso que sigue y persigue a su pueblo para que vuelva con Él. Muchos siglos después, Jesús de Nazaret contaría a sus coetáneos la parábola del Hijo Pródigo que no es otra cosa que un resumen de todas las vivencias del Antiguo Testamento.

5.- Juan Evangelista sabe dar a sus relatos un ritmo cinematográfico. Construye muy bien los diálogos y, desde luego, como obra literaria, su Evangelio es formidable. Pero, claro, no es el fin de Juan hacer preciosismos estilísticos. Interesa pues la historia como tal. En primer lugar aparece una contradicción para los judíos de tiempos de Jesús. Y esa es hablar, saludar, dirigir la palabra a una mujer. Eran consideradas como seres inferiores a los que, además siendo desconocidas, no se les otorgaba trato alguno. Pero además era samaritana. Un cisma religioso –la negación de que el Templo de Jerusalén era el único lugar sagrado— había separado a judíos y samaritanos con un encono terrible. Ya se sabe que uno de los insultos más duros entre judíos era, precisamente, tildarse de samaritanos. Por eso la mujer se extraña cuando Jesús le pide agua.

6.- Habría que apuntar antes de nada que el cristianismo, desde sus principios, inicio un movimiento de valoración de las mujeres, que resultaba insólita para las costumbres romanas y judías, en las cuales la mujer ni pintaba nada, ni tenía ningún derecho. En todo el recorrido de Jesús de Nazaret por Palestina, durante su vida pública, siempre están presentes las mujeres. No es solamente la Madre de Jesús, María. Ahí está María Magdalena a quien se le aparece en primer lugar. Pero también Marta y María de Betania. Y el grupo de mujeres que acompaña a Jesús y a los apóstoles. De ahí que la primera sorpresa sea la conversación iniciada con la samaritana.

7.- La segunda sorpresa es que intente convertirla allí mismo. Todas las alusiones al agua de vida que ofrece e, incluso, el conocimiento de su vida pasada –sus maridos— y su envío en misión dirigida a sus convecinos pues ha sido siempre interpretada por la Iglesia como un catecumenado cristiano, que responde a la pregunta de ¿cómo se llega a ser cristiano?. La samaritana va dando los pasos necesarios: responde a la llamada del Amor de Dios, personificada en su diálogo con Jesús y se dispone a recibir el agua viva, el Bautismo, que lleva el don reparador del Espíritu Santo. Pero era más que lógico que Jesús quiera ofrecer a la samaritana la Salvación. Siempre se acerca a los más pobres, a los más pecadores, a los más marginados. Y con ojos de judíos de su época esa mujer tiene las mayores lacras que puede sufrir una persona: es mujer, además no es virtuosa: es una indecente por vivir con un hombre que no es su marido. Y para colmo es samaritana, miembro de un pueblo odiado y despreciado. Jesús, obviamente, va en pos de las ovejas descarriadas.

8.- El fragmento del capítulo quinto de la Carta de Pablo de Tarso a los fieles de Roma podría ser muy bien como un colofón del evangelio. Y utiliza esa frase que es plegaria de nuestra liturgia: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. Y la cuestión que el Espíritu, él, que nos lo enseña todo está presente por herencia de Jesús. Y así esa presencia nos conduce al camino que nuestro Maestro nos ha marcado.

9.- Y en efecto, estamos en camino, subiendo esta Cuaresma, que ya se aloja en la mitad de recorrido. La parábola de la samaritana nos debe servir como “cuestionario” de conversión. Ya lo citaba más arriba: hemos de responder a la llamada de Dios que se nos hace a través del diálogo con Jesucristo y después nos espera la conversión y el perdón de nuestros pecados. Para algunos será el Bautismo es la Vigilia Pascual, para otros, simplemente, acercarse al sacramento de la Reconciliación. En ambos casos es el Espíritu quien nos ha llegado hasta allí. Seguimos, pues, nuestro camino hacia la Pascua: hacia la gloria definitiva que nos anuncia, ya, Jesús con su promesa de Resurrección.

LA HOMILIA MÁS JOVEN

AGUA-AMOR-MISIÓN

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Reviso antes de empezar a redactar este mensaje que os envío semanalmente, mis queridos jóvenes lectores, el texto del evangelio de Juan que nos ofrece la liturgia de este domingo. Es puro capricho en este caso. Compruebo que la versión antigua decía manantial y la de ahora pone pozo, que es más tradicional. Pues bien, os advierto que ni una ni otra corresponden a la realidad. Los manantiales que conozco desde mi niñez y los pozos que también desde antiguo he visto, no coinciden con la estructura del que allí había, donde acudió aquella mujer y se encontró de sopetón con el Señor. Hay que moverse por el desierto para observar como son los que todavía hoy excavan, conservan y utilizan los beduinos, para hacerse una idea plástica de cómo era el de la escena del relato de hoy.

2.- En la actualidad, para situar un lugar con exactitud, se dan las coordenadas geográficas, obtenidas mediante un GPS. En este caso es suficiente que se nos diga que se trataba del pozo de Jacob, para que nadie dude. El lugar desde antiguo era inconfundible. Por allí, a 500m se encontró Abraham con la Divinidad y se enteró de que Dios era un ser personal, comunicativo, amigo. A unos 200m está la tumba del patriarca José. A uno y otro lado se elevan dos montañas significativas: el Garizín y el Ebal. A su pie, en este suave collado, Josué levantó una piedra que fue reclamo de la fidelidad del pueblo que allí se comprometía. En Siquem, muy cerca, fue violada Dina y destruido a continuación el poblado con sus habitantes. A 11Km estaba la que fue la capital del Reino del Norte. La visita a este lugar, mis queridos jóvenes lectores, es una de las más ricas que puede hacer el viajero interesado o el peregrino.

3.- Centrémonos en el pozo escenario del relato. No había máquinas excavadoras por aquel entonces, los usuarios de estas fuentes acostumbraban a ser, además de simples vecinos de la comarca, como nuestra protagonista de hoy, segunda en el reparto, pastores con sus rebaños, más los viajeros que con sus jumentos venían de la Alta galilea y se dirigían hacia el Reino del Sur: Judea y Jerusalén, su capital. Dicho lo cual, debéis imaginar un gran agujero, un enorme socavón, tal vez con escalones en sus paredes, en el fondo un llano de menos radio y ya allí, a algunos metros de profundidad el agua que tanto apetecían. Era agua viva. La palabra no coincide exactamente con el sentido de potable que empleamos ahora. Un gran depósito, un aljibe, puede acumular agua muy apta para el consumo, pero no es agua viva, para gozar de tal título, además de bebible, debe ser transparente y moverse, formar parte de una corriente.

4.- En el lugar, no hay otra fuente de agua viva, como os he dicho. Acudiendo a tiempos recientes os explico que se empezó a edificar una gran basílica. Eran los años del inicio del siglo XX, a expensas de Rusia, que la revolución bolchevique paralizó. En varias ocasiones había visto los muros perimetrales de no más de 4 o 5 metros de altura, según creo recordar. Últimamente se ha acabado y es impresionante su aspecto, bello y asombroso. Otro día me detendré con más explicaciones.

5.- El relato os lo voy a comentar como suena. Tal vez oigáis explicaciones de otra índole. Sucede con los textos de Juan, que merecen comentarios diversos. Es algo semejante a que de una zona se puede contar como es su población, como su clima, su gastronomía… y todo será verdad, pero diferente. Creemos saberlo todo y puede venir uno y hablarnos de las auroras boreales que se contemplan. También puede ser cierto, sin anular lo anterior.

6.- Jesús se queda solo. No era frecuente que lo hiciera al mediodía, ni en sitio frecuentado, pero esta vez ocurrió así. Su soledad duró poco. Se acerca esta lugareña y Él no la ignora, no pasa de ella, se diría también. A Él cualquier persona le importa, aunque su pinta no sea atractiva. Nosotros, cuando nos atrevemos a hacerlo, nos limitamos a comentar algo sobre el clima, si lloverá, o si hace calor o frío. El Maestro es más atrevido: pide. ¡Anda ya! ¿¡Qué se ha creído este!? Pensaría para sus adentros la mujer. Pero le picó la curiosidad. Era una espabilada y atrevida, cosa poco frecuente en aquel tiempo. No por serlo, sino por atreverse a manifestarlo.

(Por aquel mismo lugar iba yo un día en un auto de línea. Subió un palestino con su esposa que no dijo ni pío. Si siquiera saludó al entrar, ni al salir del vehículo. En otras ocasiones, por estas mismas tierras, he observado conductas semejantes)

Entra al trapo Él y ella dice:

-- ¿Cómo tú te diriges a mí?

(Judíos y samaritanos no se hablan. Son de la misma familia, semitas ambos, pero rencores antiguos imperan)

Si una es audaz, el Maestro no da muestras de timidez.

(Los políticos de prestigio, no reconocidos por un simple ciudadano que les interpela, fácilmente le espetan: Usted ignora con quien está hablando ¿Quién se atreve a decirme esto a mí?)

¡Ay! buena mujer, si supieras con quien hablas, tu serías quien solicitarías mis favores… me pedirías agua y yo te la daría de la mejor que puedas encontrar y beber en toda tu vida… ¡Amos anda!, que ni siquiera tienes cubo y soga y ahora quieres hacerte el gracioso… ¿Quién te crees ser tú?

7.- La mujer tiene experiencia. Sabe el punto flaco de los hombres y no se arredra. Marisabidilla que es, acude a sus conocimientos históricos, que también deben ser los del extranjero. Le cita a Jacob, el artífice del pozo, y a su familia y a sus criados.

(El varón es un cerebro con patas, me decía un día una chica. Molesta a la mujer esta enigmática entidad. No lo afirmo yo, ni lo niego. Me limito a citarlo, considero oportuno recordar hoy y aquí esta estrambótica definición)

Quien bebe del agua que yo puedo darle, no volverá a tener sed. Más aún se convertirá en manantial. La pícara mujer sabe que ante la bravura masculina, puede vencerla la ironía femenina. Y acude a ella. Pues, ¡anda! ¿A ver si te atreves? Dámela a mí y me ahorrarás muchos quehaceres…

El Maestro se ha dado cuenta de que la tiene atrapada en la intriga y acude a lo que una mujer más protege: su interioridad. Ha estado hablando tranquila desde su anonimato. Él se atreve a desvelar su misterio. ¡Vete! ahora mismo y vuelve con tu marido, le dice. Sin darse cuenta, cae en la trampa y afirma que no tiene marido. Bien dices, añade el Señor. Cinco compañeros has tenido y ni el de ahora has logrado sea tu conyugue.

Aquí fue Troya. Se ha desnudado su interior y lo lamenta, pero ya no hay remedio. No obstante, no se da aun por vencida. Acudir a la política es una buena estratagema. Están al pie del Garizín su montaña santa y para el extranjero lo es Sión. Como el diálogo la tiene prisionera, Jesús aparca rencillas nacionalistas y va a lo esencial.

8.- De ahora en adelante cualquier lugar podrá ser sagrado. Se trata no de terrenos, sino de actitudes personales. Gran revelación. Con humildad ahora ella le confía una de sus inquietudes, de la que no le da vergüenza hablar: la venida del Mesías. Él le dice simplemente: yo lo soy y ella lo acepta con la misma naturalidad. Llega gente, la anónima samaritana tiene suficiente con lo escuchado.

9.- El encuentro, en el terreno coloquial, ha sido encarnizado. Aparentemente Él habría vencido y ella había sido la víctima, pero es lo suficiente lista como para darse cuenta de que no ha quedado herida, sino agraciada y no quiere quedarse para sí tal fortuna. Jesús había enviado a los suyos de dos por Galilea, para anunciar su llegada, para el pueblo samaritano tiene suficiente con una mujer.

10.- Que cada uno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, aprenda del pasaje evangélico proclamado hoy. Y desearía que mi mensaje os ayudara a profundizarlo y sacar consecuencias misioneras. Que estoy seguro de que ninguno de vosotros, chicos o chicas, ha tenido una historia semejante y aunque así fuera, sabría con el testimonio de esta mujer, que siempre es posible cambiar de mediocre o malo, a bueno y mejor.

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