BIENAVENTURADOS LOS PAYASOS
Por José María Maruri, SJ
1.- Podéis intentarlo si queréis, pero recomiendo que sea un joven con buenas piernas para correr, cuando paséis a través de la aduana de los pedigüeños que hay a la puerta de la iglesia y decidles con cara de alegría: “felices vosotros los pobres”
--O si asistís al atropello de algún motorista, tratando de sortear la línea de fuego entre el atropellado y el atropellante, le decís al motorista: “hombre, alégrate de tener un brazo roto”.
--O al amigo que acaban de jubilarle anticipadamente de un buen puesto, dadle la enhorabuena, pero mejor por teléfono.
Nuestras bienaventuranzas y las del Señor no encajan. Nos alegra que nos toque la lotería, de conseguir un puesto de mando y hasta habrá alguien que se alegre en aparecer en alguna revista del corazón.
2.- Esas bienaventuranzas, estas felicitaciones, estas alegrías, precisamente a los pobres, a los perseguidos, a los marginados, es una manera de proclamar solemnemente ante la multitud que escucha a Jesús que el Reino de Dios está ya en el mundo, como tantas veces lo habían anunciado los profetas: que Dios es el aliado de esos marginados, sean de la raza o nación que sean, que el Señor viene a exigir la restitución de esos derechos conculcados por otros hombres.
3.- Además el Señor viene a decirnos que no convirtamos la vida en una mascarada de gigantes y cabezudos, donde todos tratamos de suplir nuestra pequeñez subiéndonos a los zancos del poder, de los títulos, de los puestos, de la fama, de ser el centro del mundo o, al menos, de nuestro mundillo.
Donde tratamos de suplir nuestra delgadez entitativa con muchas hojas superpuestas como la alcachofa, de vestidos ricos, de joyas, de cuentas corrientes completas, de coches fantásticos. Y si el vecino tiene un televisor de plasma yo quiero otro.
Estúpida mascarada en la que todos nos vemos metidos… infantilismo. Es bueno que el niño sea infantil, pero a su tiempo, porque si con el paso de los años el hombre sigue siendo infantil algo falla en el cerebro.
4.- El Señor nos enseña una vez más que hay una felicidad y una alegría que no la da este mundo.
** Que son más felices los desprendidos que dan con facilidad que los que viven esclavos de la Bolsa y de los tipos de interés.
** Los mansos, los no violentos, que los viven para satisfacer su sed de venganza.
** Los que tienen hambre de equidad, de que todos seamos hermanos, que los que hambrean pisotear bajo la bota del poder a los demás.
** Los ricos en misericordia con manos siempre extendidas para apoyar a los lo necesitan, que los que se cruzan de brazos ante el hambre, el dolor y la soledad de sus hermanos.
** Los íntegros de corazón, los que miran siempre lo bueno que hay en la gente, que los que andan rebuscando por los rincones de la humanidad su suciedad permanente
** Los que saben sembrar paz en la discordia, que el que echa leña al fuego.
** Que es infinitamente feliz el que pasa por el mundo haciendo el bien, aunque le tomen por tonto y por payaso, que esa es la definitiva bienaventuranza del Señor. “Bienaventurados los payasos que pasan por este mundo haciendo nacer la sonrisa en los rostros endurecidos por el dolor, y en las mejillas húmedas por las lágrimas”.
Pues busquemos una colocación, un buen puesto, de payasos en el Circo Ambulante del Reino de los Cielos.
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