III Domingo: El que ha de venir
Monición de entrada:
Hoy nos encontramos en el tercer domingo de Adviento. El profeta Isaías nos describe la venida del Mesías que salva a los pobres e introduce la era de la alegría. Nosotros los que vivimos en este tiempo en este tiempo de gracia, somos aún más bienaventurados que aquellos que se prepararon para su primera venida. Celebremos esta Eucaristía en el espíritu del Adviento. De pie, por favor, para recibir a los ministros cantando con alegría.
Primera lectura: Isaías 35, 1-6a.10 (Dios vendrá y nos salvará)
El pasaje de Isaías, de quien se toma la primera lectura de hoy, es un canto a la alegría, exultación desbordante ante la proximidad del Nuevo Éxodo. El desierto lo veremos florecer. El pueblo de Dios no tendrá nada que temer porque todos serán salvados. Presten atención a este mensaje lleno de alegría y confianza.
Segunda lectura: (Santiago 5, 7-10 (Manténganse firmes: el Señor está cerca)
En la segunda lectura, tomada de la carta del apóstol Santiago, se nos invita a revestirnos de paciencia. Mientras luchamos contra las injusticias, los cristianos levantar los ojos al cielo hasta que Dios remedie nuestra situación cuando aparezca como juez. Como el labrador espera pacientemente las lluvias y su cosecha, así nosotros debemos esperar la segunda venida del Señor.
Tercera lectura: Mateo 24, 37-44(¿Eres tú el que ha de venir?)
San Mateo, en el Evangelio de hoy, Juan Bautista, prisionero en la a cárcel, envía a algunos de sus discípulos a preguntarle a Jesús, si es Él el Mesías o no. La respuesta del Maestro es indirecta: hace referencia a lo que Él hace y dice, que es, precisamente, lo que se espera que suceda en los días del Mesías: los ciegos ven, los sordos, oyen y los cojos andan. Nos ponemos de pie para escuchar este escalofriante mensaje del Señor.
Oración Universal:
Después de cada pausa, respondan por favor: Quédate con nosotros, Señor.
1. Por la Iglesia, para que a tiempo y en todo momento propague la construcción del Reino de Dios.
2. Por los gobernantes, especialmente los de nuestra nación, para que en todo momento cumplan con fidelidad las promesas que hacen a sus pueblos.
3. Parque que aceleremos nuestra preparación espiritual durante este tiempo de Adviento, para que recibamos al Señor en nuestros corazones.
4. Por nosotros, los aquí recibidos, en torno al banquete de la Eucaristía, para que nos llenemos de alegría y paciencia cuando preparamos nuestros hogares y a nosotros mismos para la próxima fiesta de Navidad.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 28)
Te glorificamos, Cristo Redentor, porque tú eres
nuestra única esperanza y salvación en este bajo mundo.
¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.
Somos dichosos porque no os sentimos defraudados por ti.
Haznos, Señor, creyentes invulnerables al desencanto:
de fe robusta, esperanza alegre y caridad ardiente,
siempre en camino, que se duermen ni se venden,
ardiendo como lámpara inagotable al servicio de la vida,
del amor, de los derechos humanos y de los pobres,
con la vista fija en el reino de Dios que apunta en adviento
como fermento de conversión personal y cambio estructural.
Amén.
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