09 noviembre 2022

Reflexión DOMINGO 33 DEL T. ORDINARIO /C MIRANDO AL FUTURO. 13 noviembre

 De J.R. Flecha

“A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. Con esta promesa divina se cierra el texto del profeta Malaquías que se lee en la celebración de este domingo (Mal 3,19).

Inmediatamente antes, el profeta había anunciado también el destino que aguarda a los malvados y perversos. En el juicio de Dios serán tratados como la paja que arde en el horno.
Poniendo ante los ojos de los hombres esa posibilidad, el mismo Dios los exhorta a usar bien de su libertad y a elegir siempre el camino del bien.
Con el salmo responsorial también nosotros miramos al futuro y, llenos de esperanza, proclamamos que “el Señor llega para regir la tierra” (Sal 97).
En esta misma línea, san Pablo exhorta a los fieles de Tesalónica a llevar una vida tranquila y laboriosa en la espera del Señor: “El que no trabaja, que no coma” (2 Tes 3,10).

ESPERANZA Y COMPROMISO
El evangelio según san Lucas recoge los elogios que las gentes de Jerusalén hacían del templo, que estaba siendo restaurado y embellecido. Ante ese entusiasmo, Jesús anuncia que un día no quedará piedra sobre piedra de aquel monumento (Lc 21,5-19).
Los discípulos le preguntan: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?” Pero Jesús no responde directamente, sino que ofrece a sus seguidores dos exhortaciones importantes:
• En primer lugar, no deberán dejarse engañar por los falsos profetas y mesías que van a aparecer y, por tanto, han de procurar no dejarse paralizar por el miedo.
• Y en segundo lugar, han de esforzarse por aprovechar el tiempo para mantenerse perseverantes en la espera y ofrecer el testimonio de su vida.
Pues bien, también en estos tiempos de crisis surgen por todas partes personas que anuncian el fin de los tiempos. Los discìpulos de Jesús no deben inquietarse. No sabemos el
tiempo de su venida. Pero hemos de vivir el presente sin miedo y sin evasiones. Nuestra
esperanza ha de manifestarse en el compromiso diario con la verdad y la justicia.

FRASES DE ALIENTO
Es verdad que en el evangelio se leen unas palabras de Jesús que anuncian las guerras, las tribulaciones y las persecuciones que todos habremos de afrontar. Tanto la historia pasada
como nuestra experienca personal nos dicen que ese vaticinio se ha cumplido. Y todo nos hace pensar que se cumplirá también en el futuro. Sin embargo, no podemos olvidar las dos frases de aliento que nos dirige el Maestro:
• “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Con una imagen popular, Jesús nos dice que la providencia nos acompañará a lo largo del camino. Es cierto que no nos veremos libres de las tribulaciones, pero se nos promete que nunca seremos indiferentes para Dios.
• “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La segunda frase se refiere a los miedos que seguramente habremos de afrontar. Pero no deberemos olvidar la meta prometida.
Nuestra esperanza ha de manifestarse en la fidelidad y en la constancia.
- Señor Jesús, en la celebración de la Eucaristía, repetimos una y otra vez la invocación final del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”. Envíanos tu Espiritu para que nos ayude a proclamarla con sinceridad. Al aguardar tu manifestación, queremos vivir con fidelidad el gozo de la fe, el testimonio de la esperanza y el compromiso diario del amor. Amén.

LA PERSEVERANCIA

“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”
(Lc 21,19) Señor Jesús, hoy vivimos con un ritmo frenético. La rapidez de la información no nos permite reflexionar sobre los acontecimientos. Y menos aún sobre la rectitud de nuestro
propio comportamiento.
Se nos repite que es necesario cambiar los medios e instrumentos que venimos usando cada día. Si por ahora no podemos cambiar de casa, al menos consideramos necesario cambiar la decoración de la misma.
Algo semejante ocurre con nuestras relaciones personales. Y lo mismo sucede con los grupos a los que pertenecemos o con los que hemos estado vinculados alguna vez. En estos casos el cambio refleja con frecuencia nuestra indiferencia.
“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Con esa frase tú exhortabas a tus discípulos a mantenerse firmes en el seguimiento de su vocación. Los estabas animando a vivir en fidelidad la llamada que les había indicado un nuevo camino para sus vidas.
Tú preveías que tanto la persecución como la dificultad de la convivencia habrían de constituir para ellos una seria tentación. Tú sabías ya que con el tiempo algunos decidirían volver la vista atrás.
“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. En nuestro tiempo, la rutina y la nostalgia llegan a anular el ímpetu de la esperanza. Y anulada la esperanza, caemos en esa apatía que paraliza a los que debemos vivir con gozo y osadía la misión que hemos recibido.
Hoy el compromiso ha sido sustituido por el sentimiento y este por la satisfacción inmediata y pasajera. No es extraño que en este tiempo la apostasía religiosa se haya convertido en un fenómeno habitual.
Señor, nosotros creemos que con la perseverancia podremos salvar nuestras vidas.
Podremos demostrar el sentido y el valor de nuestras vidas. Pero sabemos que para vivir esa f nos falte su gracia. Amén.

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