EL PRINCIPIO ESTADÍSTICO
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Sin duda, Jesús de Nazaret nos ofrece –este domingo—una enseñanza basada en la moderna estadística. El relato de Lucas de hoy nos habla de la presencia de diez leprosos que acuden a pedir la curación al Maestro. Apartados de la vida cotidiana por ser considerados impuros –y no tanto porque se creyera que su enfermedad era contagiosa—los leprosos, presumiblemente, se agruparían para poder subsistir. Y de ahí que el grupo entero de los diez pidiera su curación a Jesús. La realidad es que si de diez solo uno vuelve a agradecer el favor recibido –su curación—pues bien podríamos decir –trasponiendo el asunto a los principios estadísticos—que el noventa por ciento resultó poco generoso y que creyó, que tras presentarse a los sacerdotes, que les daban la patente de que ya no eran impuros, lo demás poco importaba.
Otro aspecto llamativo de la narración de Lucas es que parece que el Señor Jesús no da importancia alguna a esa enormidad que significa curar de golpe a diez leprosos. La lepra –y sobre todo si está avanzada—es una enfermedad muy visible, con desaparición de zonas de tejidos y de carne, como, por ejemplo, pueden ser los dedos. Ya es, en sí misma, maravillosa la curación, la transformación inmediata de un cuerpo castigado y deformado por la enfermedad, a un cuerpo limpio. Pero eso no parece importar a Jesús, ni tampoco al evangelista que narra el prodigio. Le importa más la actitud de quienes han sido curados, de las personas. La curación podría tomarse, entonces, como un medio, no como un fin.
Solo uno de los curados vuelve y agradece la curación dando grandes vítores a Dios y a la persona que le ha curado. Se da la circunstancia que uno es samaritano, como en la parábola del aquel es atacado por los bandidos y dejado medio muerto a la vera del camino. El único que se apiada en un samaritano, un hereje –casi un pagano—para los judíos fieles a la Ley de Moisés. Pero aquí no es una parábola, no es una narración imaginaria del Señor Jesús, realizada para mejor enseñar a los que le escuchaban. Es un hecho cierto y acontecido en el viaje de Jesús de Nazaret desde Galilea hacia Jerusalén, camino, precisamente, hacia la culminación de su misión redentora, camino de la Cruz y de la Resurrección. Y al ser una historia ocurrida pues no hay más remedio que pensar, también estadísticamente, en la dureza de corazón de los coetáneos de Jesús y en su falta total de generosidad.
2.- Jesús ve en la actitud de los leprosos curados y en la vuelta del samaritano a agradecer la curación el rechazo del Israel a su misión redentora. El mismo San Lucas en el capitulo cuarto (Lc 4,27) de su evangelio se lamenta de que “muchos leprosos había en Israel, en tiempos del profeta Eliseo, y solo se curó Naamán, el sirio. Y por eso, la primera lectura de hoy no es otra que el fragmento del capitulo segundo del Libro de los Reyes en que se describe como Eliseo acompaña y cura de la lepra a Naamán. Naamán, como el samaritano del evangelio, también alabó al Señor.
Hay muchos expertos y exegetas que consideran que todo el discurso general de Jesús de Nazaret era fuertemente subversivo contra el poder de la religión oficial de Israel. Y, sin duda, Jesús criticaba a fariseos y saduceos por haber utilizado a Dios, y a su Santo Nombre, en un puro instrumento para su beneficio, o para la confirmación de sus postulados. Pero mi idea no es tanto, que constantemente, Jesús estuviera criticando esa situación creada, como elemento dialéctico. La realidad –como lo demuestra el relato evangélico de hoy—es que la dureza de corazón de una gran parte del pueblo judío de entonces existía e impregnaba la vida cotidiana de esos días.
3.- Vamos jalonando domingo a domingo con el contenido –muy importante desde el punto de vista catequético— de la segunda carta del apóstol San Pablo a su discípulo Timoteo. Se diferencia esta carta de la primera porque Pablo, ya en prisión, para un momento de gran desencanto ya que, prácticamente, le han abandonado todos, salvo Lucas y la familia de Onesíforo Es, según la mayoría de los expertos, la última de las cartas escritas por Pablo. Y, además, de ese fin de enseñanza doctrinal busca que vengan a visitarle el propio Timoteo y Marcos, también. Pero Pablo recuerda y alecciona en ella a Timoteo a que los padecimientos por Jesús –Pablo los está pasando en la cárcel—les llevarán al Reino de los Cielos, donde reinarán con el Señor Jesús. “Por eso –dice—lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación”. La tristeza por su encierro y su abandono se ve dulcificada por el convencimiento pleno de que sus sufrimientos se alinean con los que el Señor sufrió en la Cruz y que fueron camino total de salvación.
La enseñanza de hoy es muy útil para todos, pero sobre todo para aquellos que se ven muy seguros y complacidos con su presencia y militancia en la Iglesia. No es buena esa complacencia si no está impregnada de generosidad y del convencimiento claro de que “somos siervos inútiles”. Demasiada complacencia y falta de generosidad y amor tenían los judíos contemporáneos de Jesús de Nazaret. Eran, en realidad, duros como piedras e insensibles como figuras de madera. Que no seamos, nunca, nosotros así. Y que vayamos siempre con el agradecimiento por delante, a Dios y a los hermanos. No es ocioso repetir, aquí y ahora, ese viejo refrán castellano que “es de bien nacidos, ser agradecidos”. ¿No os parece?
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