05 octubre 2022

Reflexión domingo 9 de octubre: ¡GRITEMOS AL SEÑOR!

 

¡GRITEMOS AL SEÑOR!

Por Javier Leoz

1.- Qué triste resulta en la vida, y lo hemos podido comprobar en primera persona muchas veces, cuando nos toca avanzar en solitario; cuando –por diversas circunstancias- nos dejan al margen de decisiones, de alegrías y o de los sentimientos de las personas que más queremos.

Los leprosos, en tiempos de Jesús, gritaban desde lejos; vivían en lugares apartados; no hacían vida social con los demás. No les dolía tanto, la enfermedad que marcaba su piel, cuanto el rechazo social y el hecho, por ejemplo, de que fuera considerada como una maldición divina. Eran, en definitiva, unos muertos en vida. Porque ¿para qué vivir si no puedes vivir con los que más quieres?

También nosotros, en situaciones diversas, rezamos al Señor: “ten compasión de nosotros”. Cuando el mundo nos rechaza porque no reunimos unas características determinadas. Cuando nuestra voz no cuenta para nada. Cuando, por ejemplo, pesa más nuestra vida pasada que nuestro afán de superación o el espíritu de sacrificio. Cuando las cosas nos salen retorcidamente una vez y otra también.

¿Lepra hoy? Por supuesto. Una lepra que no se observa a flor de piel pero que los ojos y los semblantes de las personas la denotan.

-La lepra de la apatía. Los que viven alejados de todo optimismo. Que han arrojado la toalla porque el mundo les resulta duro de asumir y áspero para vivir en él.

-La lepra de la desilusión. Y vuelvo a repetir lo de tantas veces, y recordando los evangelios de estas semanas precedentes, ¿por qué teniendo tanto, el hombre vive en permanente ansiedad?

-La lepra de la incredulidad. Es, tal vez, la más grave y la más severa de nuestros días. Hombres y mujeres, amigos conocidos o desconocidos (incluso dentro de nuestras propias familias) que viven al margen de la fe, de la iglesia y que…tan sólo se acuerdan de que Jesús existe en momentos puntuales como el bautizo, la comunión, la confirmación, el matrimonio o la defunción.

Sí, amigos. Gritemos en este domingo. ¡Ten piedad de nosotros! Pero lo digamos con convencimiento. Sabedores de la afección, no precisamente epidérmica, que afea nuestra estética sino aquella que debilita y arruga la espiritual; aquella que nos deja el alma y el corazón congelados.

Y, sobre todo, seamos agradecidos. No todo lo que somos, se debe a nosotros. No todo lo que tenemos, es producto de nuestro esfuerzo. No todo lo que conquistamos, es golpe de la simple suerte. ¡Dios tiene mucho que ver en todo ello!

Hoy, y permitámonos un poco de santo orgullo, los que estamos en la eucaristía somos como aquel samaritano agradecido (nos hemos sacudido la lepra de la semana; esfuerzos, sudores, complicaciones, trabajos, zancadillas, sinsabores) y venimos al encuentro del Señor para darle gracias. Para que nos recomponga de nuevo. Para que nos integre de nuevo en su pueblo. Para que nos fortalezca con su eucaristía. Para que nos tonifique con su Palabra. Y, no lo olvidemos, para que nos dé su salvación.

Hermanos, estamos de enhorabuena. Nos hemos encontrado con el Señor y, tan sólo, espera de nosotros que demos gloria a Dios.

2.- Cuenta el Padre Weichs:

Un hombre estaba debajo de una palmera.

En eso, un mono enfurecido,

le tiró desde arriba un coco sobre la cabeza.

Primero, el hombre se quedó sorprendido, sin moverse.

Entonces, se agarra la cabeza porque le duele.

Después cae su mirada sobre el coco, delante de él.

El hombre sonríe, mira hacia arriba y le dice al mono:

Gracias

Parte el coco, bebe su contenido,

come su carne y de la cáscara fabrica dos pequeños platos.

Lo mismo se puede aplicar al leproso del evangelio.

Todo el mundo habría dicho: Qué desgracia sufre ese pobre leproso.

Pero sin embargo, mirando hacia atrás,

este samaritano, tal vez agradeció a Dios su lepra.

Porque eso que le parecía quizás la más horrible desgracias,

se le convirtió en Gracia.

En este día aprendamos del samaritano

a ser agradecidos con Dios, a darle gracias.

En la Eucaristía, en especial es donde damos gracias a Dios.

Pidámosle al Señor, ir a celebrar la Eucaristía

dispuestos a glorificar a Dios, y tener el corazón repleto

de alegría por las maravillas que Dios obra en nosotros.

Que la Virgen del Rosario, en este mes de octubre,

nos enseñe a ser más agradecidos con el Señor


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