27 octubre 2022

Reflexión domingo 30 octubre. DE PEQUEÑA ESTATURA

 DE PEQUEÑA ESTATURA

Por Gustavo Vélez, mxy

1.- “En Jericó, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía porque era de pequeña estatura”. San Lucas, Cáp. 19. La Biblia señala que el rey Saúl sobrepasaba a sus soldados a causa de su elevada estatura. En cambio, este alcabalero de Jericó no alcanzaba a distinguir a Jesús entre la gente que lo rodeaba. Además su oficio le distanciaba enormemente del Señor: Como “jefe de publicanos y rico” lo presenta el evangelio y san Lucas parece enfatizar el adjetivo.

Junto al Maestro, en cuyo séquito abundaban los pobres, no se sentían bien los poderosos. Menos aún esta riqueza de Zaqueo, manchada por las injusticias evidentes de su oficio. Sin embargo, el publicano desea ver a Jesús. Por lo cual no teme hacer el ridículo: “Corrió más adelante y se subió a un árbol”, próximo al camino por donde avanzaba el Señor.

Su gesto fue correspondido de inmediato. No obstante el apretujamiento de la turba y entre los curiosos encaramados en los árboles, el Maestro identifica al recaudador de impuestos. Y lo llama por su nombre. ¡Quien lo creyera!: Zaqueo se deriva de “Zakkai”, que significa puro. Y este vocablo, pronunciado con un peculiar tono de voz, estremeció al alcabalero. Pero algo más: El Maestro se auto-invita a su casa. Según las tradiciones judías, una casa manchada por quien se ha enriquecido, mediante amenazas e injusticias. Una casa que contaminará todos sus visitantes.

2.- Sin embargo este hombre, acomplejado quizás por su estatura, inseguro entre las ramas de un árbol, deseoso de no sé qué, se siente valorado por el Maestro: “Baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Y el jefe de los recaudadores de Jericó “bajó enseguida y lo recibió muy contento”. San Lucas cambia enseguida de escenario: Ya por la tarde Jesús está a la mesa del recaudador, quien ha invitado también varios amigos. Pero otros de la ciudad critican, a la puerta de Zaqueo, la alegría de aquella fiesta: Este profeta “ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

3.- En nuestro lenguaje actual añadiríamos: El conocido hombre público, ignorando a sus detractores, declaró enseguida a los Medios: “La mitad de mis bienes la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces”. Le ha salido cara a Zaqueo la visita del Maestro. Un hombre exagerado en sus culpas, ahora se extralimita en la restitución, más allá de las leyes judías. El Señor toma entonces la palabra: “Hoy la salvación ha entrado a esta casa”. Y le devuelve al publicano su dignidad de judío íntegro: “También éste es hijo de Abraham”. También yo soy hijo de Dios, confesamos los creyentes del Nuevo Testamento.

4.- Sin embargo la mayoría de nosotros, pecadores también, no tenemos con qué restituir. Al quedarnos con el pecado y sin el género, se nos hace imposible reparar los perjuicios provocados. Pero tampoco tuvo cómo resarcir el patrimonio familiar, aquel muchacho que “derrochó su fortuna viviendo perdidamente”. Sin embargo el padre bondadoso lo acogió a su regreso, con inmenso cariño.

Hemos de comenzar en nuestro caso, aportando la cuota inicial de toda conversión cristiana: Querer ver a Jesús. Tratando luego de arbitrar todos los medios para encontrarlo.

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