26 octubre 2022

Reflexión domingo 30 de octubre: ZAQUEO Y LA LUZ DE DIOS

 ZAQUEO Y LA LUZ DE DIOS

Por José María Maruri, SJ

1.- Un hombre bajito de estatura, ridículamente subido a una higuera, despreciado por su pueblo por corrupto y extorsionista, público pecador… Y en aquel amasijo de pequeñez y codicia, Jesús, el Hijo de Dios, encuentra un resquicio para entrar al fondo de su corazón. No es mucho, es una ranura de curiosidad, que al menos no es oposición. Y por aquella ranura entra en el corazón de Zaqueo la luz de Dios. Más pronto está Dios al perdón que el hombre al arrepentimiento. No es el hombre el que busca a Dios, es Dios el que busca al hombre.

Y es que Dios ha hecho al hombre, como ha hecho ese grano de avena, que ni peso tiene en la balanza, a esa gota de rocío que a penas se ve más que iluminada por los rayos del sol. Y porque los ha hecho, porque son suyos y los quiere, como quiere la madre al hijo que formó en sus entrañas.

2.- Pasa Jesús bajo la higuera y fija sus ojos con cariño en Zaqueo porque es suyo, y sin más le perdona.

Sólo Dios puede permitirse el desgaste diario de perdonar siempre, de pasar por tonto recibiendo con una sonrisa de cariño, una y otra vez, al hijo que vuelve a la casa paterna, huyendo del hambre.

Sólo porque todo lo puede, porque es infinito en su poder y grandeza no pierde nada de su infinita dignidad perdonando una y otra vez sin que en su perdón haya una última vez.

El perdonar es de grandes en dignidad y poder, por eso al invitarnos a perdonar siempre nos llama a ser grandes como Dios. Nos hace ver que podemos ser grandes al menos en el perdón.

Sólo, Jesús, Dios en dignidad, pudo soportar sin perder nada de su dignidad el ser llamado amigo de pecadores, comilón y borracho, al entrar en la casa de Zaqueo.

El perdón de Dios es monótono, como son monótonas las olas de la playa, que una y otra vez acarician la arena borrando cuanto en la arena escribimos con el dedo.

Sólo el mar no borra lo que no escribimos en la arena, porque no es Dios el que se cansa de perdonar, es el hombre el que se cansa en pedir perdón y al fin pasa de Dios.

3.- Todos somos ridículos Zaqueos encaramados a un árbol cualquiera. No cerremos del todo el corazón, no rechacemos la tenue luz de Dios que puede entrar por cualquier ranura del corazón. Zaqueo tuvo al menos curiosidad, solo el que pasa de Dios, de la fe, de la religión, se está cerrando a Dios. Allí es donde Dios no puede entrar.

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