26 octubre 2022

Reflexión domingo 30 de octubre. SI BUSCAS A DIOS, ÉL TE ENCUENTRA

 SI BUSCAS A DIOS, ÉL TE ENCUENTRA

Por Gabriel González del Estal

1.- La vida del cristiano es una continua búsqueda de Dios. Buscamos a Dios en la naturaleza, en el río que fluye, en la flor que nace, en la montaña inaccesible, en el océano inmenso, en el sol que sale y se oculta cada día; buscamos a Dios en la sonrisa inocente del niño, en la ternura de la madre, en la paz reposada del anciano, en el sabio que investiga y en el monje que reza. Buscamos a Dios dentro y fuera de nosotros mismos: en la conciencia que nos reprocha y nos anima, en el libro que nos habla o en el periódico que nos trae las noticias buenas y malas de cada día. Buscamos a Dios como el que sigue a la estrella, dejándonos guiar por ella, porque le vemos, porque sabemos que está ahí y porque nunca le alcanzamos del todo. Quisiéramos que se alojara en nuestra casa, que se quedara con nosotros para siempre, pero él deja en nosotros su huella, su soplo incorruptible, y sigue su camino en busca de las otras ovejas perdidas. Dios en inmanente al mundo, más íntimo a nosotros que nosotros mismos, pero también es trascendente, inmenso, inabarcable. Pero, al final, Dios siempre encuentra al que le busca. No le encontramos nosotros a Él, es Él el que nos encuentra a nosotros. Nos encuentra en nuestra fragilidad para darnos fortaleza y nos encuentra en nuestros anhelos y esperanzas, para dar cumplimiento y realidad a lo que esperamos. Debemos seguir buscándole siempre, para que Él siempre nos encuentre.

2.- A todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Este texto del libro de la Sabiduría, es un texto consolador y reconfortante. Sabemos que ante el Señor no somos más que un grano de arena en la balanza, una gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Conocemos por propia experiencia nuestra debilidad y nuestro pecado, nuestra insignificancia y nuestro efímero pasar por la existencia. Pero también sabemos, porque la Palabra de Dios así nos lo dice, que el Señor se compadece de todos, a todos perdona y a todos nos ama, porque somos suyos y Él no odia nada de lo que Él ha hecho. El Señor es amigo de la vida. Este, pienso yo, es uno de los títulos y atributos más bonitos que podemos darle a Dios. Nuestro Dios no ama la muerte, ni la tristeza, ni la violencia, ni la condenación, ni el hambre, ni la guerra; nuestro Dios ama la alegría, el entusiasmo, la generosidad; nuestro Dios ama la vida. Nosotros somos suyos, llevamos muy dentro de nosotros su soplo incorruptible; seamos, pues, también nosotros amigos de la vida.

3.- Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia idiosincrasia, nuestra propia forma de ser. Pero todos y cada uno de nosotros, desde nuestra propia forma de ser, estamos llamados a realizar nuestra vocación, cumpliendo los mejores deseos, la tarea de la fe, para que así nuestro Señor sea glorificado en nosotros y nosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. De lo que se trata no es que nos luzcamos nosotros, sino de que en nosotros se muestre bondadoso y luminoso el rostro de Dios. Somos vasos de Dios, canales por donde Dios quiere pasar para regar con su gracia y su bondad el alma y la vida de otras personas. No pongamos impedimento al paso de Dios, seamos suficientemente dúctiles y maleables para que el Señor pueda considerarnos dignos de nuestra vocación.

4.- Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Y Zaqueo bajó en seguida y lo recibió muy contento. Cuando Zaqueo se dejó encontrar por Dios, cambió toda su vida. Hasta entonces la casa de Zaqueo, su vida, había estado llena de egoísmo e intereses materiales; desde que Dios entró en su casa, en su vida, la casa, la vida de Zaqueo, fue una casa, una vida, iluminada por la luz de Dios. Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Cuando Dios nos encuentra, nos convierte. Busquemos a Dios como Zaqueo, dejémonos encontrar por Dios, como Zaqueo, y toda nuestra vida cambiará. Porque también nosotros, como Zaqueo, somos hijos de Abrahán. Y el Hijo del hombre ha venido a salvarnos.

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