LA JUSTICIA Y LA IMPARCIALIDAD DE DIOS
Por Gabriel González del Estal
1. En la Biblia, la justicia es una virtud no sólo importante, sino fundamental. En muchos salmos, la palabra “justicia” se usa como sinónimo de santidad y verdad. Así, por ejemplo, en el salmo 5 el devoto de Yahvé dice: guíame, Señor, en tu justicia, y en el salmo 17: Yo, en la justicia, contemplaré tu rostro. Más claro es aún el profeta Isaías, cuando dice: El Dios santo muestra su santidad por su justicia. Bien, esto parece evidente, pero no menos evidente es que Jesús de Nazaret muestra siempre una especial predilección por los pobres y pecadores, mientras condena durísimamente a los ricos, diciendo que dificilísamente van a entrar en el reino de los cielos. El evangelio de Lucas está lleno de frases que hablan en este sentido. ¿Es que Dios practica una justicia parcial y distinta frente a los ricos y frente a los pobres? Evidentemente, no. Ya en el libro del Éxodo dice Dios: no hagas injusticia, ni por favor al pobre, ni por respeto al rico; con justicia juzgarás a tu prójimo. Para entender esto, debemos saber que la palabra justicia, en la Biblia, va siempre asociada al sentimiento de misericordia, amparo y protección hacia los más necesitados y desprotegidos. El profeta Oseas, hablando en nombre de Dios, dice a su pueblo: te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y compasión. La justicia que predica y practica Jesús de Nazaret es siempre una justicia misericordiosa, que es la única justicia realmente imparcial. Porque de lo que se trata es de ayudar a cada uno según sus necesidades y de juzgar a cada uno según sus obras. Si al pobre, que necesita más, le diéramos lo mismo que al que necesita menos, entonces sí estaríamos siendo injustos y parciales con él.
2.- El publicano bajó a su casa justificado; el fariseo, no. Y, sin embargo, parece que era verdad que el fariseo no era ladrón, ni injusto, ni adúltero; ayunaba dos veces por semana y pagaba el diezmo de todo lo que tenía. Del publicano, en cambio, se suponía que era ladrón e injusto y que no pagaba el diezmo. ¿Es que no fue justo Dios, al justificar al publicano y condenar al fariseo? Sí, claro que Dios fue justo en su juicio. No condenó al fariseo por las cosas buenas que hacía, sino por el engreimiento y soberbia con que hacía estas cosas buenas. Y, sobre todo, por el desprecio que mostró hacia el humilde publicano. El publicano salió justificado, porque su humildad y su arrepentimiento le habían llevado a confiar en la misericordia infinita y gratuita de Dios. Así lo afirma, en frase lapidaria, Jesús: todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.
3.- Los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan. El pobre que grita a Yahvé y no descansa hasta ser oído es un pobre humilde. Sabe que sus recursos y sus fuerzas son pocas y es consciente de que necesita ser ayudado por la misericordia de Dios. Dios no es parcial con él, al escuchar sus súplicas. El Señor vuelve su rostro hacia él y escucha sus súplicas, precisamente porque es justo y porque sabe que la necesidad del pobre es grande y que su corazón suplicante es humilde y sincero. Todos nosotros somos pobres ante Dios; nuestra miseria espiritual es grande, aunque tengamos muchas riquezas materiales. Lo que Dios quiere es que seamos humildes y que deseemos, suplicantemente, llenar nuestra miseria con su infinita grandeza y generosidad. También quiere Dios que seamos generosos con el que es más pobre que nosotros, en lo material, o en lo psicológico o en el lo espiritual.
4.- He corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Es muy distinta la actitud de Pablo a la del fariseo del evangelio. Pablo también dice las cosas buenas que ha hecho y espera que el Señor, justo juez, le premiará en el último día. Pero Pablo no se cansa de dar gracias a Dios todos los días, precisamente porque sabe muy bien que todo lo que puede lo puede en Aquel que le conforta. Es muy consciente de sus debilidades y sabe que ha sido la gracia de Dios la que le ha derribado del caballo. Él sólo sabe gloriarse de sus debilidades, porque a través de ellas se ha hecho patente y manifiesta la misericordia gratuita de Dios. Y esta gracia y fuerza de Dios que se ha manifestado en él no le ha llevado nunca a sobrevalorarse y despreciar a los demás. Sino todo lo contrario: con la fuerza de Dios ha sabido él acercarse siempre a los más débiles, para ayudarles a descubrir y a creer en el único Señor, al único a quien debemos dar toda gloria por los siglos de los siglos.
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