21 octubre 2022

Reflexión 23 de octubre UN RETRATO ROBOT DE CADA UNO

 UN RETRATO ROBOT DE CADA UNO

Por José María Maruri, SJ

El evangelio de hoy pone ante nuestros ojos un álbum de fotografías como esas que tiene la policía de sospechosos. A ver en cual de ellas nos reconocemos

a) Sospechoso de virtuoso, gran contabilizador de méritos propios, cumplidor de toda clase de preceptos y preceptillos, frecuentador de sacramentos, poseedor de la verdad entera, despreciador de los que viven fuera de su clan. Ese es uno.

b) El otro lleva barba, a ciencia cierta no sabe lo que es bueno o es malo. Se siente sucio, tremendamente sucio ante si mismo y ante Dios. No sabe como despegar las manos del dinero. Está a punto de tirar la toalla, por eso no ha entrado hasta dentro del templo. Está muy cerca de la puerta y pide perdón por un sinfín de cosas que le ensucian, le arrastran por el fango. No tiene tiempo de pensar en los demás.

c) ¿Cuál de los dos soy? Ni uno, ni otro. Es necesario hacer un retrato robot porque todos tenemos algo de fariseos y publicanos.

2.- Alguna otra vez hacemos constatar nuestros méritos o los de las personas por las que pedimos…

a) ¡qué una persona tan buena tenga esta enfermedad! ¿Señor, en que estás pensando?

b) ¡Hombre, yo estoy yendo a misa todos los días, y me dedico a ayudar a la parroquia y me suspenden en el examen!

c) Si apruebo los exámenes prometo ir a misa todos los viernes del año… un toma y daca que yo mismo hice al hacer el Examen de Estado, o ingreso en la universidad. Todo es un toma y daca con Dios

d) De que me sirve ser católico practicante si todo me sale mal…

¿Y cuando ha prometido el Señor que ser cristiano es camino? Aquello de tomar la cruz o lo del yugo blando y ligero no son, precisamente, promesas contables, ni electorales.

Pero todos tenemos la otra cara sincera, como la tuvo San Pedro cuando le dice al Señor: “apártate de mí que soy un hombre pecador”.

Fariseos y publicanos al mismo tiempo esta es la gran incongruencia y gran martirio de los curas: que mientras predicamos lo que el Señor nos dejó en el Evangelio, como no lo ponemos por obra, sentimos la distorsión interna que producen las palabras contra la conducta. Y, sin embargo, tenemos que predicar la verdad la cumplamos o no.

3.- Desde luego que yo a mi 80 años de cristiano no se me pase por la cabeza decir lo que San Pablo nos dice hoy: “he combatido bien el combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe, ahora me aguarda la corona merecida.

a) ¿No os suena a las palabras del fariseo de la parábola? Lo más que yo me atrevería a decir es que espero llegar a la meta, aunque sea como esos participantes de un maratón, que llegan cuatro o cinco horas después del primero, pero a rastras. Y de corona merecida, ¡nada!, porque precisamente la lección de este evangelio es que la contabilidad no tiene cabida en el cielo.

b) Los listados de las buenas obras del fariseo van a la papelera directamente, mientras que el cero absoluto del publicano arrepentido da una gran alegría a los ángeles del cielo.

Para Dios vale más una oveja perdida que 99 muy arropadas en el redil, ¡mal comerciante es el Señor!

4.- Creo que debemos quedarnos con una enseñanza fundamental y es que ni vosotros, ni yo, nos vamos a salvar por ser buenos, sino porque el Señor es bueno. Que toda nuestra confianza esté en la bondad, compasión y misericordia de nuestro Padre Dios. Y si tenemos que tratar de no ser peores que lo que somos es porque, precisamente, tanta bondad y cariño por parte de Dios, no nos permitiría otra cosa. Pero no por hacer méritos ante Dios.

No nos olvidemos que, en realidad, ante Dios todos somos insolventes, y que no hay malos, ni santos, sino hijos muy queridos de Dios.

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