22 septiembre 2022

Reflexión domingo 25 septiembre: ¿PARÁBOLA O REALIDAD?

 ¿PARÁBOLA O REALIDAD?

Por José María Martín OSA

1.- Es grande nuestra ceguera. La parábola llamada del "Rico Epulón y el pobre Lázaro" es propia de Lucas. Junto a la llamada del "Hijo Pródigo" constituyen la base de la teología de lucana. Si la parábola del "Hijo Pródigo" pone su acento en la misericordia de Dios, la de este domingo señala la justicia de Dios, derivada de su misericordia. El nombre Epulón significa "convidado", o "comensal". En latín "épulo" es aquél que da un convite, o también el invitado. En castellano lo asociamos con aquél que come y bebe mucho. Pero en realidad, el rico en la parábola no tiene nombre, el pobre sí: Lázaro. Quizá es una forma de manifestar que el más importante no es siempre el que se piensa, pues Dios hace una opción por aquél que lo está pasando mal. El rico no se daba cuenta del sufrimiento de Lázaro aquí abajo. Sin embargo, lo reconoce en la estancia de los muertos. ¿Es necesario que las cosas vayan mal para que nos demos cuenta de nuestra ceguera con respecto a nuestro prójimo sufriente?

2.- Pobres y ricos. Las riquezas son, de suyo, indiferentes, pero ejercen una seducción poderosa; el hombre hace de ellas fácilmente su dios: entonces se nubla Dios y el corazón se llena de egoísmo. La pobreza no es de por sí sola virtud, pero bien aceptada es camino para la salvación eterna. No puede establecerse una especie de dicotomía entre pobres y ricos, como si éstos fueran los malos y aquellos los buenos. La pobreza no condujo a Lázaro al cielo, sino la humildad; las riquezas no impidieron al rico entrar en el seno de Abrahán, sino su egoísmo y poca solidaridad con el prójimo. Hace falta una civilización del amor y de la solidaridad. Hoy a escala mundial hay naciones bien alimentadas y otros muchos pueblos hambrientos. El apego a los bienes de este mundo corrompe el corazón del hombre y destruye toda posibilidad de sentido fraternal. Por eso, no basta redescubrir el valor de la pobreza, sino que es preciso abrirse a la solidaridad con los demás

3.- Una Parábola muy actual. La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro no es cosa del pasado, es de lo más actual, sólo que multiplicados los Lázaros por millones y en situación más hiriente y escandalosa. Este amor preferencial... no puede dejar de abarcar las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor, no se puede olvidar la existencia de esta realidad. Ignorarlo significaría parecemos al “rico Epulón”, que fingía no conocer al mendigo Lázaro, postrado a su puerta. Esta dramática realidad ni depende de Dios, ni Dios la quiere. Él ha preparado para todos sus hijos el banquete de la vida en la mesa de la creación. En esta mesa se ofrecen, en abundancia desbordante, los frutos de la tierra, el alimento y la bebida, con posibilidades de renovarse y multiplicarse. Se ofrecen asimismo variedad de bienes y servicios culturales y sociales, y los alimentos del espíritu, como el pan de la amistad, el vino de la alegría, los platos fuertes del amor y la solidaridad. En el banquete de la creación no se excluye a nadie y se respeta la dignidad de cada ser humano. La creatividad está en todas las mentes.!.Ojalá que la fraternidad viviera en todos los corazones!. De ti depende que tengan un sitio en tu mesa.

4.- El peor mal es la indiferencia. El grito de los que están fuera apenas se escucha. Y los que están fuera gritan cada vez menos, porque no tienen ya fuerzas, y mueren por miles cada día a causa del hambre y la miseria. Tendemos a poner, entre nosotros y los pobres, un doble cristal. El efecto del doble cristal, hoy tan aprovechado, es que impide el paso del frío y del ruido, diluye todo, hace llegar todo amortiguado, atenuado. Y de hecho vemos a los pobres moverse, agitarse, gritar tras la pantalla de la televisión, en las páginas de los periódicos y de las revistas misioneras, pero su grito nos llega como de muy lejos. No llega al corazón, o llega ahí sólo por un momento. Lo primero que hay que hacer, respecto a los pobres, es por lo tanto romper el «doble cristal», superar la indiferencia, la insensibilidad, echar abajo las barreras y dejarse invadir por su grito y auxilio. Los pobres no son un número, tienen nombre y apellido. Decía la madre Teresa de Calcuta que el peor mal de nuestro mundo es la indiferencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario