21 septiembre 2022

Reflexión domingo 25 septiembre: EL ABISMO INSONDABLE

 EL ABISMO INSONDABLE

Por Gabriel González del Estal

1.- Más de uno ha escrito que, si le permitieran pedirle a Dios alguna explicación, le preguntaría por qué permite que exista tanta desigualdad social y económica entre los habitantes de este planeta llamado tierra. Nacemos desiguales, vivimos desiguales y hasta morimos desiguales. Y el caso es que con lo que a unos cuantos ricos opulentos y Epulones les sobra tendrían para vivir miles y millones mendigos Lázaros. Sin embargo, el abismo entre ricos y pobres es hoy tan inmenso e insalvable como era hace años y siglos. La respuesta, claro está, es, teóricamente al menos, fácil y clara. Es el precio y consecuencia de nuestra libertad. Dios no ha cavado la zanja ni ha ahondado el abismo inmenso que separa a los ricos de los pobres. Hemos sido nosotros los que, con nuestro egoísmo y nuestras ambiciones, hemos hecho realidad esta separación tan angustiosa, tan escandalosa y tan pecaminosa que hoy sigue existiendo entre ricos y pobres. Dios no sólo no ha ayudado a los ricos a ser más ricos, sino que ha mostrado siempre predilección por los más pobres. Jesús de Nazaret vivió y murió luchando contra esta injusta desigualdad. No consiguió mucho, pero su palabra y su ejemplo nos dicen a los cristianos que debemos seguir luchando hasta el final, hasta la muerte, para conseguir que el abismo sea cada día un poco menos hondo e insalvable.

2.- Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. Parece evidente que el rico Epulón, el rico opulento, conocía la Ley y los Profetas tan bien por lo menos como el mendigo Lázaro. Seguro que los ricos de la “cristiana” Europa conocen la Biblia y, en concreto, los Evangelios, tan bien o mejor que los musulmanes de la empobrecida África. Pero la triste realidad de cada día es que muchas pateras siguen hundiéndose en el abismo que separa estos dos continentes. No son las leyes o, al menos, no son sólo las leyes las que van a conseguir que los pobres de África consigan salvar el abismo que les separa de los ricos de Europa. Tampoco esperemos que algún muerto venga del más allá para abrirnos los ojos. Somos nosotros los que tenemos que cristianizar cada día nuestro corazón, actuar como verdaderos discípulos de Jesús de Nazaret, matar el egoísmo y resucitar el amor, convertirnos al evangelio; sólo así conseguiremos que el abismo vaya desapareciendo poco a poco. No olvidemos que fue al mendigo Lázaro al que metió Dios en su seno, mientras el rico Epulón se consumía devorado por las llamas.

3.- ¡Ay de los que se fían de Sión...! Un domingo más, el profeta Amós sigue diciendo a los ricos, en nombre de Dios, que sus riquezas son efímeras y pasajeras, con fecha de caducidad, porque, en ningún caso, van a poder llevar sus riquezas al otro mundo. Es evidente que el dinero bien usado, sobre todo el dinero compartido, es un bien bendecido por Dios; en cambio, el dinero malgastado es un mal, maldecido por Dios. No podemos vivir sin dinero y debemos hacer lo posible para tener y obtener el dinero que necesitamos; pero debemos compartir con el pobre el dinero que tenemos y no necesitamos. Una persona cristiana no puede tener como objetivo prioritario el ganar más dinero, porque sabe que el dinero es un bien subordinado al bien de la justicia, del amor, a la consecución de un mundo más justo y más fraterno.

4.- Combate el buen combate de la fe. En este final de la Carta a Timoteo el autor da unos consejos generales, en sintonía con todo el mensaje de la carta. El hombre de Dios practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Esto es lo que debe hacer todo buen discípulo de Cristo, hasta que llegue la manifestación final. Si todo el mensaje del evangelio se resume y se condensa en el amor, el buen combate de la fe tiene que manifestarse en la práctica de estas virtudes. Sin justicia y sin amor no se hará nunca realidad el Reino de Dios. Los cristianos, que queremos que el Reino de Dios empiece a realizarse ya aquí, en esta tierra, tenemos que luchar con justicia y con amor contra esos abismos inmensos de los que nos hablan en este domingo el profeta Amós y el evangelista Lucas. Queremos un mundo de hermanos en el que podamos vivir dignamente como personas, todos los que nos llamamos y somos hijos de Dios. Sin opulentos Epulones y sin mendigos Lázaros.

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