22 septiembre 2022

Evangelio dialogado para niños

 


Se abre un abismo inmenso

Dibujo realizado por: Fr. Félix Hernández Mariano descargar la imagen )

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

Narrador: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

Jesús: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.

Niño 1: Y ¿qué pasó después?

Jesús: Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.

Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham.

Niño 2: Sigue, maestro, que me tienes en ascuas.

Jesús: Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno, y gritó:

Rico: Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.

Pero Abraham le contestó:

Niño 1: Mírale… Ahora se acuerda de Lázaro, cuando no le había dado ni una migaja para comer.

Abraham: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.

Rico: Padre Abraham, insisto. Te ruego, entonces, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.

Abraham: Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen

Rico: No, padre Abraham. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.

Abraham: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

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