27 septiembre 2022

DOMINGO 27 DEL T. ORDINARIO /C reflexión

 FE Y CONFIANZA

“El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por la fe” (Hab 2,4). En esa frase el profeta Habacuc se manifiesta con una cierta dureza que el final del malvado es la muerte.
Sin embargo, el final del hombre que ha vivido en la justicia se abre a un panorama de vida. Su “fidelidad” a la voluntad del Señor le llevará a alcanzar la vida.
Así pues, la fe asegura que las promesas de Dios se cumplirán. Ante el aparente silencio de Dios, el creyente no pierde la esperanza. Dios no se deja ganar en generosidad.
Él mismo pide a sus hijos que no endurezcan el corazón, como hicieron los hebreos en el desierto, aunque habían visto las obras del Señor (Sal 94,8-9). Dios no abandona a quien
confía en él. Esa convicción es válida en todo tiempo y lugar.
Con gratitud recordamos también nosotros las palabras con las que san Pablo advierte a su discípulo Timoteo: “Dios no nos ha dado un espiritu cobarde, sino un espíritu de energía, de amor y de buen juicio” (2 Tim 1,8).

NUESTRA POCA FE
El tema de la fe aparece también en el evangelio que hoy se proclama. En él se recuerda que los apóstoles se dirigen al Señor con una súplica que no ha perdido actualidad:
“Auméntanos la fe” (Lc 17,5). Muchos se preguntarán cómo puede aumentar la fe. Pues bien, esta petición nos ofrece algunas lecciones importantes.
• En primer lugar, parece que los apóstoles ya han llegado a comprender que la fe es un don gratuito de Dios. La sociedad de hoy deberá aprender que este don no se puede imponer y
tampoco se debe impedir. En realiad, es necesario pedirlo de forma insistente y confiada. Pero al mismo tiempo, hay que esforzarse activamente en mantenerlo.
• Además, al escuchar esta petición de los apóstoles comprendemos que nuestra fe nunca podrá considerarse excesiva. De hecho, más de una vez Jesús dijo que sus discípulos eran “hombres de poca fe”. También nosotros tendremos que reconocer con humildad que nuestra fe es débil e incoherente, es bastante tristona y muy poco atrayente.

MOVER LA MONTAÑA
Este evangelio todavía incluye otra importante lección. Jesús dice que basta un granito de fe para trasladar una montaña. Trasladar la montaña significa dejar nuestro orgullo y
convertirnos en siervos de los demás. Hay que aprender a decir: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).
• “Somos unos pobres siervos”. No tienen más fe quienes presumen de ella. Tampoco se reduce la fe al cuidado con el que intentamos realizar los ritos sagrados o las ceremonias
habituales de nuestro grupo o cofradía. La fe se hace realidad cuando nos dedicamos a servir con amor a nuestros hermanos, especialmete a los más necesitados.
• “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Es verdad que a veces servimos a los demás esperando recibir un gesto de su gratitud o un premio de la sociedad. Olvidamos que Dios nos ha amado gratuitamente. Si nuestro servicio al prójimo es interesado nadie puede creer que nuestra fe puede mover las montañas.
- Señor Jesús, también nosotros te pedimos: “Auméntanos la fe”. Danos la alegría para dar testimonio de ese don. Y la fidelidad para llevarlo a la vida de cada día. Con él podremos
mover las montañas de la injusticia y la violencia, de las mentiras y la guerra.

UNA FE VIVA

“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)
Señor Jesús, muchos de los que decimos seguirte reconocemos que tenemos muy poca fe. A veces decimos tener muchas dificultades para creer algunas verdades de nuestro credo. Repetimos las fórmulas pero ignoramos su verdadero contenido. Y lo que es peor, no las traducimos a nuestras actitudes concretas.
Sin embargo, nuestra fe no se reduce a lo que creemos o dejamos de creer. Creer en una persona implica confiar en ella. Pero ese es nuestro pecado. No nos fiamos plenamente de Dios. Preferimos gestionar por nuestra propia cuenta los asuntos que más nos interesan. Y los problemas que más nos preocupan.
“Señor, auméntanos la fe”. Confiamos en la técnica y en sus posibilidades.
Confiamos en el dictamen de los expertos, aunque no los conozcamos. Confiamos en las encuestas, siempre que reflejen la opinión que deseamos conocer. Confiamos en la fidelidad de quienes nos siguen a través de los modernos medios de comunicación.
Al menos, eso es lo que creemos o lo que queremos creer. En realidad, todos nos hemos vuelto muy desconfiados. Lamentablemente, se puede decir de nosotros que no
confiamos en nadie. Pero tal vez, muchos otros podrán asegurar que nadie puede fiarse plenamente de nosotros. A fin de cuentas, no somos creyentes ni creíbles.
“Señor auméntanos la fe”. Tú sabes bien que nuestra fe es demasiado cómoda y cobarde, demasiado vacilante e insegura. Además, es también demasiado ignorante. No conocemos el contenido de nuestra fe ni el modo de presentarla. No meditamos tu mensaje para conocer tus razones y para saber comunicarlo razonablemente.
Envíanos tu Espíritu. Sin él, nuestra fe seguirá siendo débil y mortecina. Sin la luz y la fuerza de tu Espíritu, nunca podremos ser verdaderos apóstoles. Nunca llegaremos a ser los discípulos misioneros que tú querías enviar hasta los últimos confines de la tierra. Una vez más te rogamos: “Señor, auméntanos la fe”.

J.R. Flecha

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