Domingo vigesimosegundo del tiempo ordinario
Salterio II
Color: verde
INTRODUCCIÓN
Como muchas veces, el evangelio de este domingo nos cuestiona. Se trata de Jesús en una comida en casa del jefe de los fariseos, pero claramente el Señor hace referencia a otra comida: el banquete del Reino. En la comida a la que asiste Jesús, el protocolo establece cómo actuar y dónde sentarse. En la comida del Reino, a la que se refiere Jesús, ese actuar y ese protocolo lo establece el evangelio. No se trata de una técnica para quedar bien ante los demás, sino que se trata de una buena noticia, de una forma de vivir en libertad desde la caridad. Es bueno que esto lo tengamos presente, pues tendemos a confundir las cosas y terminamos buscando “los primeros puestos” incluso en el Reino de Dios.
Lo primero que establece el Señor, es el lugar privilegiado para sentarse: ocupar el último puesto. Este puesto, tan especial, es el que corresponde al que debe servir. Es el puesto que ocupa Cristo en la Última Cena, cuando lava los pies a sus discípulos. No se trata de un puesto momentáneo, sino que es una forma de vida para nosotros. Y esto a veces lo entendemos de forma errada, pensando que se trata de un “sacrificio” que ofrecemos a Dios. No es así. En todo el evangelio el Señor insiste en el servicio pues es lo que verdaderamente nos hace felices. Esta lógica del Reino que viene a establecer en nosotros se opone totalmente a la lógica del mundo, donde hay que buscar los primeros puestos para llamar la atención y ser servidos. Atentos, porque también en la iglesia y en lugares donde hacemos la caridad, tendemos a buscar puestos y títulos. La lógica de la caridad y del servicio es gratuita, sin esperar nada a cambio.
La segunda enseñanza del Señor hoy tiene que ver con los invitados a los banquetes. En el banquete del Reino, donde el Señor nos invita a formar parte sirviendo, debemos seguir con valentía criterios nuevos y comprender que los excluidos son los primeros invitados a quienes están reservados los puestos de honor y a quienes debemos servir. Nosotros tendemos a pensar nuestras comunidades eclesiales como la asamblea de los justos, de los perfectos, de los que no pecan. Pero no es así. Al contrario, debiera ser un banquete abierto a todos, como iguales, dando un espacio especial a aquellos que más lo necesitan.
También es importante llevar esto a nuestra vida cotidiana. Tendemos a invitar al “banquete de nuestra vida” a aquellos de nuestro círculo que están saciados y en verdad no tienen hambre. Tenemos miedo de que se nos acerquen los hambrientos, los pobres y enfermos, los necesitados, los con menos capacidades, los que otros van dejando botados por el camino -todos los tenemos incluso en nuestras familias- y que se lleven lo nuestro, contagiándonos su pobreza. Sin embargo, al terminar la comida nos damos cuenta de que ha sobrado comida y debemos botarla. Nuestra vida así no es verdadera fiesta y termina siendo una gran desilusión: no hemos sabido qué hacer con los dones que el Señor nos ha dado para dar de comer a los hambrientos. En vez de compartirlos los terminamos botando.
Antífona de entrada Cf. Sal 85, 3. 5
Ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día. Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes en nosotros lo que es bueno y lo conserves constantemente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Debes ser humilde para obtener el favor del Señor.
Lectura del libro del Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29
Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios.
Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y Él es glorificado por los humildes.
No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él.
El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.
SALMO RESPONSORIAL 67,4-5a. c. 6-7b. 10-11
R/. ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!
Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es “el Señor”.
El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos.
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre.
SEGUNDA LECTURA
Ustedes se han acercado a la montaña de Sión, a la ciudad del Dios viviente.
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 18-19. 22-24
Hermanos:
Ustedes no se han acercado a algo tangible: “fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras”, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando.
Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 11, 29ab
Aleluya.
“Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
El que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
“Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”.
Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos, hermanos, al Señor que incline su oído hacia el pueblo que le suplica:
Tengamos presente, hermanos, en nuestras oraciones a la Iglesia santa, católica y apostólica, para que el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad.
Oremos también por los pecadores, por los encarcelados, por los enfermos y por los que están lejos de sus hogares, para que el Señor los proteja, los libere, les devuelva la salud y los consuele.
Oremos también por las almas de todos los difuntos, para que Dios, en su bondad, quiera admitirlos en el coro de los santos y de los elegidos.
Pidamos también por los que nos disponemos a celebrar la Eucaristía, para que el Señor perdone las culpas de los que vamos a participar de sus sacramentos, otorgue sus premios a los que ejercerán los diversos ministerios y dé la salvación a todos aquellos por los que ofrecemos nuestro sacrificio.
Dios nuestro, que invitas a pobres y pecadores al banquete alegre de la nueva alianza, escucha nuestras oraciones y haz que sepamos honrar a tu Hijo en los enfermos y en los humildes, a fin de que, alrededor de tu mesa, nos reconozcamos mutuamente como hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Dios nuestro, que esta ofrenda sagrada nos alcance tu bendición salvadora y se cumpla en nosotros lo que celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 30, 20
Qué grande es tu bondad, Señor. Tú la reservas para tus fieles.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Saciados con el pan de la mesa celestial, te suplicamos, Padre, que este alimento de nuestra caridad nos fortalezca y nos impulse a servirte en los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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