La fiesta del banquete y la felicidad
Fuente: salesianos
Parece que en todas las culturas la imagen del banquete de fiesta describe como ninguna otra el sueño de la felicidad que todos anhelamos.
El banquete tal vez representa todas las posibilidades a las que aspiramos: alimento, compañía, calor humano, escuchar y ser escuchado, alegría, confianza mutua, cariño, compartir la propia vida, en definitiva.
El banquete es abundancia, no solo de cosas, sino sobre todo de ambiente humano, de encuentro más profundo con los otros. Es también posibilidad de conocer de cerca, es decir, sin tantas defensas ni apariencias, a quien parece distante y distinto.
Jesús, con la imagen del banquete, más allá de la formalidad y seriedad, nos invita a la espontaneidad de una reunión familiar que evoca la alegría por el encuentro, naturalidad en nuestras relaciones, fraternidad, sencillez y disposición a colaborar; en suma, estrechar más los lazos familiares. Así hace Dios con nosotros, como los abuelos o padres reuniendo a sus hijos y nietos.
Cómo no agradecer al Señor este derroche de humanidad a que nos convoca la fiesta. Esperamos prepararnos para la ocasión con el vestido de la humildad, la sinceridad, la sencillez y la apertura a los demás para sentir el ambiente de la fiesta y convencer a otros, que tal vez no se sienten invitados, para que asistan a la gala de la felicidad definitiva.
Que a nadie falte el traje de la sinceridad personal, los zapatos de la confianza y la corbata de la fraternidad, porque así vamos preparando ya el ambiente de la fiesta.
Es el Señor quien hace posible que veamos entreabierta la puerta de eso que llamamos felicidad, salvación y que tú describes como un banquete en el que todo el mundo está invitado, todos pueden compartir lo mejor que llevan en sus corazones.
Jesús nos desvela lo que a Dios le gusta y, desde los gustos de Dios, nos pide ser humildes y desinteresados. Ser humildes, reconociendo los valores del otro. Ser desinteresados, abriéndonos al otro y queriendo lo que es mejor para él.
San Pablo expresó ́de maravilla lo que Jesús nos pide hoy: Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás (Flp 2,3-4).
Alfonso Valcárcel, sdb
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