Entrada: Venimos este domingo y en comunidad, a encontrarnos con Jesús Resucitado. Este segundo domingo de Pascua se llama de la “Divina Misericordia”. Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazareth. Como pueblo redimido celebremos el misterio de la misericordia de nuestro Padre Dios que se renueva en el sacramento de la Eucaristía.
Lecturas: Cristo resucitado nos invita a vivir en el amor fraterno, a preocuparnos por nuestro prójimo y nos recuerda que la fe es un gran don de amor que se ha de manifestar en cada uno de nuestros actos. Escuchemos.
Ofrendas: La fe en Jesús Resucitado se tiene que expresar en gestos de misericordia con los más necesitados de nuestra comunidad. Ésta es nuestra ofrenda.
Comunión: Nosotros y nuestros pueblos tendrán la vida de Jesús en abundancia, cuando lo reconozcamos Resucitado y comulguemos con su Cuerpo.
ORACIÓN UNIVERSAL
Queridos hermanos: Porque es eterna tu misericordia, Dios Padre, por eso, como una sola comunidad de bautizados oramos con alegría en esta gran fiesta de la resurrección de Jesús. Unámonos diciendo: Dios misericordioso, escúchanos.
1. Te pedimos, Señor, por tu Iglesia, por el Papa Francisco, por los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos. Que sean testigos de la Resurrección de Jesús con actitudes y gestos llenos de misericordia. Oremos.
2. Te suplicamos, Señor, por las naciones de la tierra y por sus gobernantes. Que se sepan distribuir las riquezas materiales, con justicia, entre los más pobres y menos favorecidos de nuestros pueblos. Oremos.
3. Te rogamos, Señor, por todos los que sufren corporal, moral y espiritualmente para que a ellos llegue el bálsamo de tu misericordia por medio de la solidaridad de los creyentes. Oremos.
4. Te encomendamos Señor, a todos los que celebramos esta Eucaristía para que los beneficios e indulgencias que nos concede tu infinita piedad nos reconcilie contigo y con nuestros hermanos. Oremos.
Dios, rico en misericordia, que nos alegras cada año con la fiesta de la Resurrección de tu Hijo, habiendo presentado estas intenciones confiamos en que escuches a los discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan vida. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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