Primera lectura: (Deuteronomio 26,4-10)
Marco: El Deuteronomio fue compuesto hacia el s. VI a.C. como una reflexión inspirada por la predicación profética. Es obra de predicadores itinerantes que insisten en la elección de Israel y sus consecuencias. El capítulo 26 es el final del código deuteronómico. Los versículos 4-10 se refieren a la ley sobre las primicias que todos los israelitas deben ofrecer a Dios. Es como un recuerdo permanente del don de la Tierra, uno de sus temas centrales.
Reflexiones
1ª) ¡La conmemoración del pasado liberador es garantía y acicate para el presente!
Tú dirás ante el Señor: “Mi padre era un arameos errante, que bajó a Egipto.. los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron... El Señor miró nuestra angustia... Nos sacó de Egipto... Nos introdujo en este lugar y nos dio esta tierra. La profesión de fe del pueblo israelita manifiesta y refleja la relación personal e histórica con su Dios liberador. Se subraya el carácter de encuentro personal que reviste y entraña la profesión del israelita. Por la fe, el hombre se adhiere, acepta y entra en comunión con un Dios personal. No se entretiene en reflexiones más o menos abstractas. Dios se hace presente a su pueblo en momentos cruciales de la historia, y lo seguirá estando hasta el fin de los tiempos.
Porque es un Dios fiel, poderoso y misericordioso. Estas tres características que hicieron posible el pasado salvador son garantía para el presente y abre una firme esperanza de futuro. Esta profesión de fe recoge los acontecimientos centrales de la historia de la salvación del tiempo de la promesa, acuñando una de las fórmulas más primitivas del credo israelita: origen arameo y condición nómada de los antepasados, objeto de la elección de Dios (patriarcas); dura esclavitud en Egipto y sus consecuencias (estancia en Egipto); liberación de la esclavitud, obra de la misericordia y del poder de Dios; los condujo providencialmente hasta la tierra que mana leche y miel: el don de la tierra (largo y dificultoso camino por el desierto). Este itinerario del pueblo de la promesa alcanza hoy también al pueblo del cumplimiento que es la Iglesia. Es necesario insistir en el carácter de encuentro personal de nuestra fe en un Dios que actuó en la historia y se manifestó presente definitivamente en Jesús al hacerse hombre.Segunda lectura: (Romanos 10, 8-13)
1ª) ¡La Palabra de Dios alcanza la más profunda intimidad del hombre!
La Palabra de Dios está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón... Por la fe del corazón llegamos a la justicia, y por la profesión de los labios, a la salvación. Afirma el apóstol la importancia de la escucha de la palabra de Dios para entrar en el ámbito de la fe y, por ende, de la salvación. Israel no escuchó a su Mesías y ni a sus apóstoles. De hecho, Israel se ha cerrado a la oferta de salvación que se le ha hecho a través de Jesús, puesto que le ha rechazado. Uno de los temas e hilos centrales enhebran el tejido cuaresmal del ciclo C es el de la conversión y de la fe que es propio de un tiempo que nos conduce a la renovación bautismal en la solemne Vigilia Pascual. Ante la fe ya no tienen valor las prerrogativas del pasado. Israel debe entrar en el camino de la fe en Jesucristo como último Enviado del Padre para la salvación de los hombres. Todo se ha hecho de nuevo. Ha nacido el nuevo y verdadero Israel constituido por los que escuchan la palabra de Jesús. Es necesario subrayar la relación íntima y profunda que existe entre la palabra y la fe. Ésta surge en el corazón del hombre como un don gratuito de Dios en el encuentro con la palabra que ha de ser escuchada y acogida como parte esencial de ese don. La actitud de escuchar, respuesta libre del hombre, es imprescindible ya que Dios respeta siempre la libertad del hombre. Y esta oferta universal sigue siendo válida en nuestro mundo. El pueblo judío sigue siendo invitado a entrar en el Evangelio.
Evangelio: (Lucas 4,1-13)
Marco: Jesús conducido por el Espíritu al desierto, es tentado. Estamos ante uno de los relatos más sobrecogedores y desconcertantes de la vida de Jesús, que debió plantear no pocas dificultades e interrogantes a sus primeros seguidores. ¿Cómo es posible que Jesús fuera realmente tentado? ¿Cómo es posible que el Señor, vencedor del pecado y de la muerte, permitiera el acercamiento a su persona por parte del tentador? Este relato es uno de los más firmes y seguros de la vida de Jesús.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. La primera observación es el contraste entre la plenitud del Espíritu por Jesús y la presencia del diablo (que es frecuentemente llamado en los evangelios “espíritu impuro”). Se trata de una presentación catequética de las tentaciones de Jesús, precisamente en el desierto y después de cuarenta días de estancia en él. La evocación de la antigua peregrinación del pueblo de Israel, camino de la tierra prometida, es inequívoca. Esta evocación posibilita el marco interpretativo de este relato. Jesús, como Siervo de Yahvé, declarado poco ha en el bautismo, asume la responsabilidad de su pueblo y de la humanidad. Los primeros cristianos debieron hacerse reiteradamente estas preguntas: ¿Pudo ser tentado Jesús? ¿Por qué quiso someterse a la tentación? ¿Contemplaban a Jesús como nosotros hoy? Carecían de una sistematización tan estructurada como la nuestra sobre la doble naturaleza de Jesús en una sola Persona y ésta divina. Lucas cree que Jesús es Hijo de Dios, pero lo contempla y, a la vez, realmente humano. Jesús fue tentado como nosotros en todos los frentes, pero no pecó (Hb 14,15). La experiencia de Jesús ilumina la realidad del creyente asaltado por la tentación.
2ª): ¡La tentación es condición para la victoria!
Otra pregunta inquietante para los primeros cristianos se podría formular así: ¿para qué quiso ser tentado? Está en juego su tarea y su misión. No fueron tentaciones solamente personales o íntimas, sino tentaciones para desviarlo de su misión concreta. ¿Cuándo? Para la comprensión real de las tentaciones de Jesús hay que recordar otros datos dispersos a lo largo del relato evangélico. Las tres tentaciones recogidas por los sinópticos en este relato son tres tipos de tentaciones que asaltaron a Jesús durante todo su ministerio, como lo confirma el testimonio de Juan 6 y 7. Además los propios sinópticos nos recuerdan otros momentos a resaltar: Getsemaní y la cruz. En uno y otro caso vuelve a aparecer la tentación. En Getsemaní se evoca la primera tentación del hombre en el paraíso. En la cruz la última gran tentación, porque parecía imposible aceptar que la salvación venga por el escándalo de la cruz: Si eres Hijo de Dios baja de la cruz y creeremos en ti (Lc 23,35). Finalmente un dato antropológico entrañable: ¿cómo pudieron saber los discípulos que Jesús fue tentado realmente? Jesús en la Cena les recordará a sus discípulos que son sus amigos porque les ha abierto de par en par su intimidad. E indudablemente un momento especialmente importante y dramático fue la revelación de sus propias tentaciones, que pretendían separarlo de la misión. Pedro mismo fue un Satanás (=tentador) para Jesús (Mc 8,31ss).
Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento (St 1,1-3). En un mundo como el nuestro hay que volver de nuevo la mirada al Hombre modelo que es Jesús, en todo como nosotros menos en el pecado. Escribía San Agustín en su comentario al Salmo 60: Nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones... Reconócete a ti mismo tentado en Cristo, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.
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