CAMINO DE ESPINAS
Inmersos de lleno en la Santa Cuaresma y al contemplar la cruz caemos en la cuenta de que, todo sendero que se emprende, tarde o temprano presenta alguna espina que otra. Jesús, en su camino hacia la gloria, les anuncia que esperan horas de dolor, sufrimiento, soledad y muerte. No lo entendieron y, por ello mismo, preferían vivir en una burbuja en lo más alto del Tabor a descender y encontrarse con la dura realidad.
1.- Hoy, con los apóstoles, reconocemos el señorío de Jesús. Su transfiguración, entre otras cosas, nos invita a ir más allá de lo superficial. Ser cristiano implica, además, ser fuerte con todas las consecuencias en la lucha de nuestros ideales hasta la misma muerte. Pero, como Pedro, Santiago o Juan, preferimos una fe entre algodones. Sin demasiadas exigencias. Y es que, con frecuencia, optamos por el camino fácil. Quisiéramos vivir en un permanente estado de felicidad y de ensueño. Jesús, que siempre nos devuelve a la realidad, se transfigura para que comprendamos que la fidelidad a Dios, el descubrimiento y el anhelo de su gloria, no están exentos de sufrimiento, de sacrificio, de pruebas o negación de uno mismo.
2.- Aquellos tres amigos que, se quedaron atónitos ante lo que estaban contemplando y viviendo, de repente empiezan a entender una gran verdad: Jesús es mucho más que un amigo. Es alguien que esconde una impresionante belleza interior. Ellos todavía conservaban en sus retinas y en su recuerdo los milagros o la llamada de Jesús al borde del lago. Pero ¿y esto? ¿Era previsible? Me imagino que no. Les pilló, la gloria del Señor, por sorpresa y además en Aquel que tanto querían, con el que tanto habían disfrutado y sufrido y por el cual habían dejado todo: Jesús el transfigurado se les muestra. Mejor dicho, la gloria del Señor se manifiesta en Jesús de Nazaret. Impensadamente, se dan cuenta, que el Misterio les envuelve. Que todo lo que han vivido en el llano no tiene nada que ver con lo que están disfrutando, con los ojos bien abiertos, en la cumbre del Tabor.
3.- Posiblemente, los tres discípulos, descendieron del Monte Tabor totalmente impresionados, cambiados, renovados por aquel acontecimiento.
-El amigo es más que amigo: es el Señor
-El rostro de Jesús es más que humano: es Divino
-El cuerpo de Jesús es más que carne y hueso: está penetrado por la Vida de Dios
4.- ¿Cómo lo entenderían? ¿Cómo lo explicarían todo esto al resto de sus compañeros? ¿No lo notarían aquellos, cuando descendieron de la altura y vieron que sus ojos todavía permanecían abiertos ante el ante tanto asombro vivido? Que este Año de la Misericordia nos ayude a descubrir el acto más sublime, prodigioso, radical y gratuito de Dios a la humanidad: Cristo. Aunque, seguirle, duela.
Javier Leoz
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