20 enero 2022

Moniciones al Domingo 23 de Enero de 2022 – III (Tercer) Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos hermanos y amigos a esta celebración. Que la gracia, la paz y la alegría de Dios inunde por completo nuestros corazones. 

Estamos en el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario. La Liturgia de la Palabra de hoy nos habla de la responsabilidad de ser y de proclamar la Buena Noticia. Jesús ha sido ungido y enviado por el Espíritu Santo para proclamar la Buena Noticia del Reino: para anunciar que ya llegó la era de la liberación, de la sanación, de la gracia. El Reino ya está entre nosotros.  

Acojamos con alegría al Mensaje y al Mensajero, y pongámonos de pie para iniciar nuestra acción de gracias.  

MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Nehemías 8,2-6,8-10)

A veces la proclamación de buenas noticias genera fuerte impresión y hasta lágrimas en los oyentes.  Esdras invita a celebrar este anuncio con gran alegría y hacer de este día una jornada de gozo consagrada el Señor. Escuchemos.

Lectura del Libro de Nehemías 

En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el Libro a la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender. Era el día primero del mes séptimo.

Leyó el libro en la plaza que hay ante la puerta del agua, desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de hombres, mujeres y de los que podían comprender; y todo el pueblo estaba atento al libro de la ley.

Esdras, el sacerdote, estaba de pie sobre un estrado de madera, que habían hecho para el caso. Esdras abrió el libro a vista del pueblo, pues los dominaba a todos, y cuando lo abrió, el pueblo entero se puso en pie.

Esdras pronunció la bendición del Señor Dios grande, y el pueblo entero, alzando las manos, respondió: «Amén, Amén»; se inclinó y se postró rostro a tierra ante el Señor.

Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.

Nehemías, el Gobernador, Esdras, el sacerdote y letrado, y los levitas que enseñaban al pueblo, decían al pueblo entero:

-Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagan duelo ni lloren (porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley). Y añadieron:

-Vayan, coman buenas porciones, beban vino dulce y envíen porciones a quien no tiene preparado, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estén tristes, pues el gozo en el Señor es su fortaleza.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 18

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (1 Corintios 12,12-30)

En el cuerpo los miembros todos trabajan para el bien de todos. Pablo hace hoy una descripción de la unidad y armonía que, semejanza del cuerpo humano, debe reinar en la Iglesia de Dios cuando el Espíritu Santo está presente. Escuchemos.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 

Hermanos:

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.

Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo.

[Si el pie dijera: «no soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?

Si el oído dijera: «no soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?

Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría?

Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería?

Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.

Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «no te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «no os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los más necesitados. Así no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le felicitan.]

Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro.

[Y Dios los ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿o todos son profetas?, ¿o todos maestros?, ¿o hacen todos milagros?, ¿tienen todos don para curar?, ¿hablan todos en lenguas o todos las interpretan?]

Palabra de Dios

MONICIÓN EVANGELIO (Lucas 1,1-4;4,14-21)

En la sinagoga de un pueblito de Galilea, Jesús se atreve anunciar un programa de acción que es Buena Noticia para todos, especialmente para los pobres, y advierte – contra todas las apariencias – que aquel sueño se está haciendo realidad. Abramos los oídos, la mente y el corazón y pongámonos de pie para la proclamación del Evangelio.

+ Proclamación del santo Evangelio según San Lucas

Ilustre Teófilo:

Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para dar la Buena noticia a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor»

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

-Hoy se cumple esta Escritura que  ustedes acaban de oír.

Palabra del Señor

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