Con el evangelio de hoy, celebramos la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Dios hecho hombre ante el mundo. Y sorprendentemente, Dios no se manifiesta en un gran rey rico y poderoso, sino en la sencillez de un bebé pobre e indefenso. Sólo los sencillos como los pastores y los reyes magos, son capaces de reconocer en ese pequeño al mismo Dios, e inclinarse para adorarlo.
En cambio, Herodes y los sacerdotes de Jerusalén, cegados por su envidia y hambre de poder, lo persiguen.
Lo mismo nos ocurre todos los días al tratar con las personas que nos rodean. Si actuamos con fe y sencillez, seremos capaces de ver en todos ellos al mismo Cristo, y tratarlos como lo que son: hijos de Dios y hermanos nuestros, que merecen todo nuestro respeto y consideración.
Por el contrario, si nos dejamos llevar por nuestro egoísmo, envidia, rencor, soberbia… caeremos en injusticias y malos tratos que nos alejarán de Dios y de los hombres.
Seamos humildes y dóciles al mensaje de Dios para descubrir en la gente común que nos rodea al mismo Cristo que nos llama a AMAR.
Si Dios hecho hombre se manifestó sencillo y humilde… ¿Por qué nosotros no somos así?
¿Cómo trato a mis papás, a mis hermanos, a mis maestros, a mis amigos y enemigos? ¿Soy capaz de reconocer en todos ellos a Jesús?
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