08 diciembre 2021

Introducción III domingo de Adviento

 En una sociedad en la que bastantes piensan que la religión es un impedimento para ser feliz, los últimos Papas nos han exhortado continuamente a vivir la alegría del evangelio, la alegría de la fe. Y es que, incluso entre creyentes convencidos y practicantes, no faltan quienes ven eso de ser cristiano como mera exigencia y abnegación.

La alegría del evangelio no viene a robarnos determinadas cuotas de felicidad. No se opone a las verdaderas alegrías de nuestro mundo, sino que les da su fundamento y sentido. Ahora bien, esta alegría tampoco es sinónimo de ausencia de problemas ni fruto de fantasías irrealizables, de falsos y artificiales deseos que conducen a la frustración y el fracaso.

De todos modos, una cosa es cierta: la experiencia de muchos hombres y mujeres que, como el salmista, alaban y cantan agradecidos al Dios de la alegría, al Dios de la salvación(Sal 43,4). ¿Nos será hoy imposible percibir y acoger la oferta y la llamada de Jesús en las Bienaventuranzas? ¿Tendremos que abandonarnos a la suerte y al destino?

Fray Juan Huarte Osácar
Convento de San Esteban (Salamanca)

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