Primera lectura: (Sofonías 3,14-18a)
Marco: El contexto es un conjunto de salmos de júbilo por Sión y está envuelto en un clima de expectante alegría porque algo importante e inaudito ocurrirá. La invitación insistente a la fiesta y al júbilo tiene una raíz firme: ¡Yahvé tu Dios está en medio de ti como poderoso Salvador! Dios mismo exulta de gozo por Jerusalén, que la renueva por su amor.
Reflexiones
1ª) ¡Dios nos quiere felices!
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. Estas palabras expresan un anuncio proyectado a los días del Mesías. Eso ocurrirá más tarde, pero ya desde ahora se puede experimentar la alegría y el gozo por la segura intervención futura de Dios en la historia de su pueblo. Dios tiene siempre una palabra que abarca el pasado, el presente y el futuro; para Él se trata de un proyecto unitario. Estas palabras del profeta son recogidas en el saludo del ángel Gabriel a María: ¡Alégrate! Se trata de la alegría definitiva que se fundamenta en la última intervención de un Dios que tiene poder para transformar la existencia del hombre. Por eso el creyente de entonces y el creyente de ahora pueden experimentar el gozo y la alegría verdaderos, no superficiales, porque se apoyan en la seguridad de un Dios que tiene poder para intervenir y es movido por un amor creativo en favor del hombre. Es posible la alegría; es necesaria la alegría; es urgente el testimonio de la verdadera alegría en nuestro mundo. Los hombres y mujeres de nuestro mundo anhelan la alegría porque están atenazados por la tristeza y el miedo. Dios, a través del profeta, responde con un mensaje de alegría para ayer y para hoy.
2ª) ¡Dios camina en medio de su pueblo!
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás... El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. También estas palabras son asumidas en el relato lucano de la anunciación: El Señor está contigo. Dios camina con su pueblo, en medio de su pueblo. Sin dejar de ser el Dios trascendente y santo, quiere acompañar a su pueblo en sus avatares históricos. Pero su presencia es salvadora, bienhechora. Por eso surge la alegría verdadera entre los hombres. Es la alegría de la seguridad del auxilio en el momento oportuno y de la presencia de alguien que se interesa por nuestras cosas. Dios se toma en serio al hombre y comparte con él, pero manteniendo, a la vez, su trascendencia y la libertad y dignidad del hombre. Está presente, pero desborda para suscitar la búsqueda. Respeta la dignidad del hombre, su responsabilidad, su imprescindible colaboración, pero le invita insistentemente a su encuentro. Utilizando un antropomorfismo afirma el profeta: Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta. En la espera de la Vuelta gloriosa del Señor, la Iglesia debe proclamar que, como antaño, el Señor sigue en medio de su pueblo para afianzar su camino. El mundo necesita, aunque no sea consciente de ello, de testigos vivos de estas certezas porque se debate en dramáticas incertidumbres.
Segunda lectura: (Filipenses 4,4-7)
Marco: El contexto de este fragmento son consejos del apóstol desde la cárcel para la comunidad que debe seguir adelante en su esperanza y alegría.
Reflexiones
1ª) ¡Y vuestra alegría nadie os lo quitará!
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Estas palabras encabezan toda la liturgia de la Palabra de este domingo, que por esa razón ha sido llamado siempre como el "domingo de la alegría". Dios sigue en su empeño de que los hombres sean felices. Así lo expresa el relato popular y entrañable del paraíso en el que Dios colocó al hombre. Es urgente transmitir al mundo este proyecto de Dios, este deseo de Dios que quiere al hombre feliz. Quien escribe esta carta está en la cárcel injustamente privado de libertad por el testimonio en favor de Jesús y de su Evangelio. No escribe Pablo desde un confortable despacho, sino desde aquellas lóbregas cárceles de la antigüedad. Desde esta dolorosa experiencia Pablo insiste en la alegría como fruto de la esperanza cristiana y no de otra alegría. Es necesario aprovechar estas fechas (como las de Pascua) para transmitir al mundo mensajes de verdadera alegría; mensajes que revelen el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de la Iglesia. No podemos empañar este proyecto. Ya sabemos que no es fácil esta proclamación; pero es urgente y necesaria. No se trata de una alegría superficial. Por eso se trata de un mensaje válido para todos.
2ª) ¡Mesura de los cristianos en un mundo hostil!
Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Nada os preocupe. Mesura, cordura, saber estar, prudentes como las serpientes. Todos estos términos pueden traducir, de alguna manera, las expresiones paulinas. El Apóstol invita a estar siempre atentos a los tiempos y a los momentos para sacarles todo el provecho. Los creyentes viven en un mundo hostil, por tanto deben vivir y actuar sobriamente, aunque sin angustias. El comportamiento de los creyentes ha de ser conocido por el mundo, porque han sido destinados a ser testigos de Jesús en medio de los hombres de su tiempo. Como él, deben estar en el mundo, aunque el Reino no es de este mundo. Este equilibrio que el Apóstol solicita de sus comunidades es urgente y necesario. Viven en la esperanza que engendra una alegría (Rm 12,12) que alcanza al corazón del hombre y da sentido a su experiencia dolorosa. Ha de ser una alegría creíble y convincente. Escribió Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante. Y Pablo: Que la paz de Dios custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Evangelio: (Lucas 3,10-18)
Marco: La predicación de Juan el Bautista.
Reflexiones
1ª) ¡Es necesario tomar en serio la honradez y las propias responsabilidades!
La gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? Juan realiza una actividad proclamadora de carácter profético. Los vv. 10-14 recogen algunos ejemplos de la predicación ética del Bautista, centrada principalmente en el comportamiento social. De este modo, Juan aparece como el heredero legítimo de la predicación profética, especialmente cuando denuncian los abusos de los ricos contra los pobres (Amós, Isaías). Juan se esfuerza en promover un interés generoso, una sincera preocupación por los demás. La radicalidad de la predicación escatológica cede ahora ante la exigencia de otras demandas: asistencia al necesitado, honestidad en los negocios, equidad en la aplicación de la justicia. Los puntos concretos, las recomendaciones específicas de Juan a sus compatriotas judíos, se dirigen también, en la intención de Lucas, a los lectores cristianos de su evangelio: es lo que él espera de la comunidad cristiana. La colocación, precisamente aquí, del kerigma escatológico, proclamado por el Bautista, y de sus exigencias éticas revelan la concepción lucana del influjo que tenía que ejercer el kerigma sobre el desarrollo normal de la vida cotidiana. El que tiene dos túnicas o para comer: ¡reparta! No exijáis más de lo que está fijado... No hagáis extorsión a nadie.
2ª) ¿Es Juan el Mesías?
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo... El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. La parte más importante de todo este episodio es la tercera subdivisión (vv. 15-18), que muestra cómo era la predicación mesiánica —o, si se prefiere, cristológica— de Juan Bautista. La predicación mesiánica del Bautista está teñida de un cierto matiz escatológico. Merece ser subrayada la titulación que se da a Jesús en este fragmento: el Mesías, el que ha de venir, el más Fuerte. Juan no es sólo una figura escatológica, sino también un predicador profético que anuncia la llegada de uno más Fuerte, de una figura mesiánica que "está para llegar" y que llevará el plan de salvación a su plenitud. Juan no ha realizado milagros; se ha limitado a predicar, denunciar, exhortar y dirigir la mirada de todos a los más débiles como condición imprescindible para recibir al Mesías verdadero. Esos serán signos inequívocos del verdadero Mesías. Por eso la gente deduce la posibilidad de que Juan fuera el Mesías. Pero Juan, honrado y veraz, clarifica la situación y saca a las gentes de su error: él no es el Mesías, sino Otro que pronto aparecerá. Ésta es la grandeza de Juan. Supo estar y ceñirse a la misión que se le encomendó. Lección para nuestro mundo, para las relaciones humanas en nuestra sociedad: el otro es más importante, veracidad en los medios de comunicación, en las relaciones familiares, laborales y económicas. Juan denunciaría hoy con energía los excesos de cierto tipo de publicidad agresiva movida sólo por el provecho de unos pocos en perjuicio de la colectividad.
3ª) ¡En marcha!
La liturgia de la palabra orienta nuestra mirada a la aparición de Jesús en el ministerio, en la proclamación del último mensaje de salvación. Con Él se cumple la promesa: es el que ha de venir. En ese tiempo de espera se pide al cristiano y se le ofrece la posibilidad de vivir en fiesta porque Dios está en medio de su historia dirigiéndola tanto en el plano personal como social y universal. Dios está presente y cerca del hombre. El cristiano debe traducir su esperanza en una experiencia del gozo del Espíritu. Vive en un mundo tentado por la ansiedad, la amargura y la carencia de felicidad. Y que esta experiencia sea notoria, sea creíble por los hombres. Son los signos que anticipan el Reino. Es el talante y estilo de vida del cristiano en medio del mundo. Debe vivir y trabajar por la paz estable y duradera. En el tiempo de espera el cristiano está destinado en este mundo a ser agente o promotor de paz.
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