Mil señales afloran cada día
para quien es vigía de la vida.
El susurro de la brisa,
el murmullo de arroyo;
el batir de las olas en la orilla,
el olor de la tierra arada,
el perfume de las plantas,
las hojas que caen maduras,
el rugido del mar bravío,
el viento huracanado,
el fuego que crepita
y todos los ruidos de la naturaleza…
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.
La luz de la mañana que despierta,
el sol que se levanta,
el agua fresca y cantarina,
los campos que germinan calladamente,
el atardecer que todo lo recoge,
las estrellas que parpadean,
las nubes que van y vienen,
la luna con sus guiños y fases,
los caminos que no desparecen
y el rocío que viste valles y montes…
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.
Niños que gimen y lloran,
padres que vigilan y se levantan,
ancianos que sueñan y sueñan,
jóvenes que viven y cantan,
personas que acarician y aman,
campesinos que esperan tras la jornada,
trabajadores que cuidan y transforman,
emigrantes en busca de la vida,
solidarios llenos de ternura y vista,
profetas de una humanidad nueva…
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.
Gracias, Señor,
y que las señales sigan y sigan.
Florentino Ulibarri
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