COLABORADORES… NO SEÑORES
1.- Algo bueno debemos de tener los hombres, cuando Dios, quiso nacer y hacerse hombre. Y ¡qué confianza tiene en nosotros Dios, cuando –desde siglos y siglos- ha querido contar para su obra, con la colaboración del ser humano!
Juan Bautista, este domingo y el próximo, llamará nuestra atención. La Historia de
la Salvación no es cosa exclusiva de Dios. Si, El quisiera, por supuesto que la podría llevar a cabo en cuestión de horas, en décimas de segundos. Pero, Dios, sabe y quiere trabajar en equipo.
¡Faltan colaboradores! (decía un cartel a la puerta de una ONG). Juan Bautista representa a todo aquel que sabe y quiere trabajar con Dios y con Jesús, sin confundir ni perder los papeles.
Nos cuesta doblegarnos, ya no para soltar los cordones de las sandalias del que viene, sino –incluso- para ayudar o ceder un asiento al que más lo necesita.
Juan vivió de una forma impresionante el adviento. La Palabra de Dios vino sobre él, y cuando la Palabra viene con tanta fuerza, cambia la vida de las personas y, también, la de aquellas que rodean al iluminado por la Palabra.
Juan intuía que algo iba a ocurrir. Que el Mesías andaba cerca. Que había que apresurarse para que, cuando el Señor llegase, encontrase los caminos de las personas, los rincones de corazones, la claridad de las conciencias y la vida de los pueblos de aquellos tiempos, a punto. Sin baches, sin socavones peligrosos que entorpecieran la entrada del Señor.
Unos le creían. Otros lo maldecían. Unos le admiraban y otros le odiaban.
3. La historia se repite. Hoy como entonces, la Iglesia, es ese Juan que –a los cuatro vientos- anuncia y repite hasta la saciedad: convertíos. ¡Viene el Señor! ¿Convertirnos? ¿De qué? ¿Y por que? Contesta el hombre que huye de desiertos y de saltamontes y prefiere rascacielos o merluza a la romana. ¡Pues sí! Convertirnos de los caminos equivocados. Convertirnos de los corazones endurecidos por el paso del tiempo. Convertirnos de la insensibilidad que nos impide contemplar, por la oración y en la vida ordinaria, a Dios.
También ahora, en el año 2006, siendo Papa Benedicto XVI y con los gobernantes que tenemos al frente, estamos llamados a ser voz en el desierto: ¡preparad el camino al Señor!
Unos verán la salvación de Dios. Otros se quedarán mirando a los adornos navideños. Unos seguirán pensando que somos unos ilusos. Otros se abrirán a la fe. Como el nacimiento de Juan Bautista entonces, nuestro nacimiento y nuestra misión, entra y está en los planes de Dios para seguir empleándonos a fondo en la Historia de la Salvación.
Y, el momento que estamos viviendo, es la etapa que Dios nos tenía asignada.
4.- Siendo así, hermanos, miremos lo que nos rodea de otra manera; pongamos ilusión en nuestro trabajo; sembremos con fe lo que llevamos entre manos; demos un margen a Dios. Si El nos ha llamado a vivir en este tiempo es porque “algo nuevo” se está cociendo sin que nuestros ojos lo vean o nuestros sentidos lo perciban.
Llega la Navidad. ¿De qué caminos tenemos que volver? ¿Qué senderos tenemos que rectificar en nuestra forma de ser, pensar y actuar?
Viene el Señor y, por El, merece la pena esforzarse en el arreglo de los caminos de nuestra vida.
5.- ¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y que te sirvas de mí, para anunciar tu llegada
Y que me concedas la humildad, para saber que no soy sino tu siervo
Y que me hagas ver los signos de tu llegada
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y colaborar contigo para que, tu Reino, sea una pronta realidad
Y que venga tu Palabra sobre mí y me empuje a proclamarla
Y que, sin miedo al que dirán, anuncie y denuncie lo que falta en el mundo
Y que, sin miedo a la prueba, anuncie y denuncie lo que sobre en el mundo
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y que viva este momento, como un momento de gracia
Y que viva mi vida, como una llamada a darme por los demás
Y que viva mi existencia, como un pregón de esperanza
Y que viva mis días, sabiendo que Tú –tarde o temprano- llegarás
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y ser un heraldo, aunque sea minúsculo, de tu presencia
Y ser un heraldo, aunque sea insignificante, de tu llegada
Y ser un heraldo, aunque me asalten las dudas, de tu grandeza
Y ser un heraldo, aunque me cueste el desierto, de tu nacimiento
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Rescatando, de los caminos perdidos, a los que andan sin esperanza
Levantando, de los caminos torcidos, a los que cayeron abatidos
Alegrando, de los caminos melancólicos, a los que dejaron de sonreír
Recuperando, de los caminos confundidos, a los que creyeron tenerlo todo
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Un constructor de sendas para los que te busquen
Un arquitecto de autopistas para los que te deseen
Un elevador de puentes, para los que te quieran encontrar
Un ingeniero de pistas, para los que quieran vivir contigo
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