19 octubre 2021

Moniciones al Domingo 24 de Octubre de 2021 DOMINGO XXX ORDINARIO – B

 

MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos y amigos, sean todos ustedes bienvenidos a esta celebración. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre todos nosotros su gracia y su paz.

En este Domingo Treinta del Tiempo Ordinario la Liturgia de la Palabra nos enseña cómo Dios se sirve de un pequeño resto, de su oración humilde llena de pobreza y fe, para iluminar y transformar a muchos…  Es difícil ser pequeña comunidad de salvación… Es difícil ser sal que desaparece dando sabor… Pero el Señor de la Historia necesita de nosotros para seguir realizando su obra de liberación.

Seguros de la presencia de Jesús Resucitado, aquí y ahora, en medio de nosotros, pongámonos de pie para iniciar nuestra acción de gracias.

MONICION PRIMERA LECTURA (Jeremías 31,7-9)

Dios es el Padre bueno que consuela al desconsolado, que cambia su desdicha en un torrente de delicias, que hace que los que sembraban entre lágrimas cosechen entre cánticos. Escuchemos.

Primera lectura: Jeremías 31, 7-9

Lectura del libro del profeta Jeremías.

Esto dice el Señor: 

Griten de alegría por Jacob, 

hagan fiesta por el mejor de los pueblos; 

proclamen, alaben y digan: 

el Señor ha salvado a su pueblo, 

al resto de Israel. 

Miren que yo los traeré del país del Norte,

los congregaré de los confines de la tierra. 

Entre ellos hay ciegos y cojos, 

mujeres encinta y las que acaban de dar a luz:

una gran multitud retorna. 

Se marcharon llorando,

pero yo los guiaré entre consuelos;

los llevaré a torrentes de agua, 

por un camino llano en que no tropezarán. 

Seré un padre para Israel,  

Efraín será mi primogénito.

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial:  125

El Señor ha estado grande con nosotros 

y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión
nos parecía soñar.
La boca se nos llenaba de risas 

la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. 

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negev.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares. 

Al ir, iba llorando, 

llevando la semilla.

Al volver, vuelve cantando,

trayendo sus gavillas. 

MONICION SEGUNDA LECTURA  (Hebreos 5,1-6)

Este pasaje presenta a Jesús como Sumo sacerdote y a cada sacerdote como elegido por Dios para – a imitación de Jesús – ofrecer oraciones y sacrificios por sí mismo y por los que son débiles como él. Escuchemos.

Lectura de la carta a los Hebreos

Hermanos: 

El Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, 

está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.

El puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. 

A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor. 

Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote, sino Aquel que le dijo: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», o como dice otro pasaje de la Escritura: 

«Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

Palabra de Dios.

MONICION EVANGELIO  (Marcos 10,46-52)

En este bellísimo pasaje de la curación del ciego Bartimeo, Marcos resalta algunas condiciones de la verdadera oración: la insistencia, la prontitud en hacer lo que Jesús dice, el saber qué pedir, la fe y el agradecimiento.  Abramos el oído, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para la proclamación del Santo Evangelio.

Evangelio:   Marcos 10, 46-52

+ Proclamación del santo Evangelio según san Marcos 

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: 

«Hijo de David, ten compasión de mí.» 

Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

 «Hijo de David, ten compasión de mí.» 

Jesús se detuvo y dijo:

 «Llámenlo.» 

Llamaron al ciego diciéndole:

«Animo, levántate, que te llama.» 

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo: 

«¿Qué quieres que haga por ti?» 

El ciego le contestó: 

«Maestro, que pueda ver. » 

Jesús le dijo: 

«Anda, tu fe te ha curado.» 

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor


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