19 octubre 2021

Domingo 24 de octubre: ¡OJO CON LA MIOPÍA ESPIRITUAL! Por Javier Leoz

 Qué duro resulta cuando, nuestras vidas y nuestros sufrimientos, son indiferentes a los demás. A nadie nos gusta ser un cero a la izquierda. Pero, sobre todo, es en los momentos de dolor, en la noche oscura, en las horas amargas cuando más echamos en falta cualquiera que esté a nuestro lado. Un amigo que, escuchando nuestros lamentos o siendo consciente de nuestra situación personal, nos de un poco de luz y abra delante de nosotros un horizonte de felicidad. Con razón, no sé quién, llegó afirmar: “es mejor que te odien a que te castiguen con la indiferencia. Entre otras cosas porque, el odio, está más cerca del amor”. 

1.- Bartimeo tuvo esa suerte. Sabía de las andanzas de Jesús. De su gran obra y de su mano milagrosa. Era un marginado. De esos que, a la sociedad de aquel momento, interesaba poco o nada. Entre otras cosas porque, la enfermedad, era un signo de maldición. Y, cuando Jesús pasa, aquel que era ciego grita: “ten compasión de mí”. Al principio, como tantas veces hacemos nosotros con los demás, Jesús hace oídos sordos. Pero, Bartimeo, insiste: “ten compasión de mí”. Muchos lo intentaron silenciar. Como, muchos medios de comunicación, instituciones de nuestros tiempos, intentan aplacar las voces que hablan de Dios o ridiculizar las súplicas de los que quieren llegarse hasta el Señor. Pero, Bartimeo, logró captar la atención del gran Sanador y Salvador: JESUCRISTO. Supo aprovechar la ocasión y no la dejó pasar de largo. Tenía todo en su contra y saltó de la oscuridad a la luz, de la noche absurda al día lleno de luz. ¿Pudo alcanzar algo más grande Bartimeo? ¡Por supuesto que sí! Lo que ofreció a Jesús de antemano: su fe. Tenía fe en Aquel que transitaba por ese lugar. Supo brincar sonoramente por encima de inconvenientes y hacerse oír en medio de la muchedumbre. Bartimeo, en el fondo, representa a todo hombre, a todo ser humano que busca a Dios en medio de la marabunta. Representa al desahuciado que se siente desamparado, oprimido o marginado. 

2.- ¿Quién de los que estamos aquí no hemos tenido alguna experiencia de Dios? ¿Quién de los que estamos en esta Eucaristía no hemos pasado de la mentira a la verdad, de la tristeza a la alegría o del llanto al gozo cuando nos hemos encomendado a Jesús? Nadie, amigos, puede apagar el fuego que llevamos dentro. El “ten compasión” de Bartimeo, ha de repiquetear con especial fuerza en la realidad que nos toca vivir. Entre otras cosas porque, nuestros ojos, llevan gafas que distorsionan la realidad: nos hacen consentir malo como bueno; el aborto como derecho; la eutanasia como un gran logro o mil experimentos científicos como signo de los nuevos tiempos. No es buena la miopía espiritual. Aquella que nos empuja exclusivamente a lo efímero y nos previene o ciega contra lo eterno. No es positiva esa miopía espiritual que nos hace defender la humanidad de una forma sesgada e interesada, de aquella otra lucha humanitaria que quiere ser para todos justa, íntegra y basada en valores cristianos. Algunos nos dirán ¡de qué vais vosotros! ¡El Señor os ha abandonado! ¡Estáis ciegos o vivís engañados! Ojala, también nosotros, podamos responder: sólo sé…que antes no veía, y ahora veo; las cosas más claras, mi vida más resuelta, mi fe más profunda y mis ideales más cristianos. 

3.- Que este domingo, además, nos haga abrir bien los ojos ante tantos “bartimeos” que nos dicen “tened compasión de nosotros”. Personas que viven inmersas en la duda. Hombre y mujeres desconcertados y apabullados por el ambiente dominante. Cristianos que se han cansado de esperar y han desertado del camino de Jesús. Gargantas que han cambiado el “ten compasión de mí, Señor” por el “aléjate de mí, Seño porque veo por mí mismo”. Que lejos de vivir de espalda a las situaciones de dolor y de prueba que viven tantos hermanos nuestros, podamos responderles con toda la fuerza de nuestra fe: “¿Qué quieres que haga por ti?” 

4.- NO PASES DE LARGO, SEÑOR 

Que temo quedarme en la oscuridad, cuando sé que

 Tú eres el Señor de la luz perpetua que me pierdo mucho, si Tú no estás, y tan sólo gano encerrarme en mi mismo. 

Necesito que te detengas, Señor; 

Tú sabes que mi voz no siempre es escuchada 

Que mi vida es indiferente a muchas personas 

Que valgo poco o nada y que, en muchos momentos, prefiero la tiniebla a la luz.

 ¿Te detendrás, Señor? ¿Me concederás un minuto de tu eterno tiempo? 

¿Me hablarás con palabras de amor? ¿Me enseñarás el sendero que lleva a tu presencia? ¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR! 

Me pondré en pie, para que veas 

Gritaré, para que me escuches Insistiré, para que me respondas 

Hace tiempo, Señor, que me siento así: Buscándote para hablarte de lo mío 

Preguntando por Ti, para saber más de Ti 

Queriendo salir de muchos rincones oscuros 

Queriendo ver, con los ojos del Evangelio 

¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR! 

Acércate y, pronto sabrás, que soy un pobre hombre 

Que, creyendo ver, me falta descubrir lo más importante 

Que, pensando en todo, a veces se me escapa lo esencial 

Que, creyendo amar, lo hago a mi manera 

Que, estando seguro de mi mismo, soy barco a la deriva Por eso, como Bartimeo, Señor, te digo: 

¡TEN COMPASION DE MI! 

Ten un poco de pasión por mi vida para que sea un poco más radiante y sencilla iluminada por la verdad y asentada en la justicia 

Ten un poco de pasión por mi alma, Señor, y desaparezca de ella todo pliegue o arruga 

Ten un poco de pasión por mi voz, Señor, y que sea fuerte y firme para proclamar que, sólo Tú Señor, eres quien atiende a la humanidad quien escucha a la humanidad como Dios manda Amén.

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