17 noviembre 2020

Homilía – Jesucristo, Rey del Universo

 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

1.- El Rey-Pastor (Ez 34,11-12.15-17)

Culmina el año litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey. La gloria universal que supone su Reinado realiza la profecía de Ezequiel sobre un futuro pastoreo universal de Dios.

Frente a la ineficacia de todos los reyes-pastores de su pueblo, el mismo Señor se auto presenta como el futuro Rey-Pastor: «Yo mismo en persona buscaré mis ovejas, siguiendo su rastro». La iniciativa es una búsqueda que parte de Dios. Una búsqueda que es liberadora: «La libraré, sacándolas de todos los lugares donde se dispersaron». Dispersión y alejamiento son un mal para las ove Acontecieron en «un día de oscuridad y nubarrones».

El Señor ofrecerá también nuevos pastos, y con sus cui dados podrán las ovejas descansar. Un pastoreo ideal que en Israel, esperaba al mediador que algún día lo hiciera realidad.

En el pastoreo de Dios hay una preferencia: los débil y perdidos, los enfermos y descarriados…; todas aquellas ovejas que los reyes-pastores de Israel no habían sabido o no habían querido cuidar.

Tal cuidado de Dios engendra responsabilidad. No pueden las ovejas quedarse indiferentes. Ya no pueden poner el pretexto de estar abandonadas, como si no tuvieran pastor. Por eso, el Rey-pastor va a pedir la respuesta: «Voy a juzgar entre oveja y oveja; entre carnero y macho cabrío».

 

2.- «Cristo tiene que reinar» (1Cor 15, 20-26.28)

La resurrección de Jesús como «primicias» desencadena una corriente de resurrección y de vida que alcanza a todo el universo. En las primicias, en efecto, ya quedaba consagrado el conjunto de la cosecha. Hubo una «primicia» de muerte en el primer hombre, Adán; y hay una «primicia de vida, en Cristo», el hombre nuevo y definitivo.

El primero, por tanto, Cristo. Con él, todos los cristianos, «cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino». Antes, habrá acontecido «la aniquilación de todo principado, potestad y fuerza». Liquidación que es liberación de todas las fuerzas que someten y esclavizan. Sobre ella el reinado de Cristo como salvación, gracia y verdad… Y reino «que sufre violencia»… «hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies» y se vea aniquilado el último enemigo: la muerte.

El reinado de Cristo habrá consistido, pues, en aquel proceso de gracia que reconduce todo lo creado a la meta que estuvo también en su origen… Será el momento final y el gran comienzo: «Dios lo será todo en todos». Impresionante «recapitulación» de todas las cosas en Cristo. En él todas ellas retornan al Padre.

3.- El juicio del Rey-Pastor (Mt 25, 31-46)

Terminaba el texto de Ezequiel (primera lectura) con el anuncio del juicio entre oveja y oveja… El evangelio de Mateo ve ese juicio realizado por Jesús, el Hijo del Hombre a quien Dios le dio el poder de juzgar.

La escena es impresionante y conmovedora. Impresiona por su solemnidad; conmovedora por su contenido. La solemnidad hace de Jesús el Rey que discierne entre los suyos. Lo sienta en su trono y lo rodea de todos sus án­geles. Señal y expresión de que algo importante está por suceder.

Importante es el juicio. Sorprendente, el contenido E discernimiento se juega en el trato otorgado o negado a los débiles. El acento sobre el Rey-Pastor de Ezequiel, buscador de débiles y descarriados, pasa en Mateo a la oveja débil y necesitada: «Tuve hambre, estaba desnudo, enfermo y encarcelado, fui forastero…». Es la densidad que tiene la especial encarnación de Jesús en los pobres.

El trato compasivo a los pobres no es un simple mandato del Pastor-Rey; es la misma relación con el Pastor la que está en juego. Identificación que hará decir a Juan Pablo II que estamos «frente a una página de cristología y no simplemente de moral».

Lo sorprendente es, en efecto, que uno no se encuentra con un simple mandato cumplido, sino con una relación especial con el Señor asumida u omitida. Por eso, el «estar» futuro con Cristo será también diferente: «en Cristo», con Dios; «sin Cristo», el castigo eterno.

El redil es tu Reino

¡Ven, ven, Señor Jesús! Tu pueblo espera,
ven a dar plenitud a tu reinado.
El rebaño que el lobo ha dispersado,
husmea los rastros de tu cabañera.

¡Ven, ven, Señor Jesús, pronto a su lado!
Remedia su extravío y su cojera;
condúcelo al festín de tu pradera…,
a la fuente lustral de tu cuidado.

Haz que por la fe vea en lontananza
el soñado redil; guía su esperanza
por rizales, quebradas y recodos…

El redil es tu Reino…, la certeza
de una grey, ensamblada a su Cabeza,
para que Dios lo sea todo en todos.

Pedro Jaramillo

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