01 noviembre 2020

Hijos muy queridos de Dios

 1.- 144.000 es una multitud que nadie podría contar; no, una multitud que se apiña en una plaza de toros o en el Estadio Bernabeu, ni una muchedumbre que se manifiesta con gritos vindicativos. Es más bien una multitud a pleno sol en lo alto del monte del Gozo de Santiago de Compostela, de toda raza o nación, un solo Dios, una sola Fe, unidos todos con el lazo de amor fraterno… Esos son los innumerables santos de la fiesta que celebramos año tras año.

2.- Buscad entre aquellos rostros, como tal vez lo hicisteis tratando de encontrar en la pantalla de televisión algún pariente o amigo que había ido a la peregrinación, a Santiago, porque entre esa multitud vais a encontrar muchos rostros conocidos, la madre o el padre, el esposo o la esposa; tal vez, algún hijo o algún hermano. El amigo que ocupaba la mesa de trabajo vecina a la vuestra, el que compraba el periódico a la misma hora que vosotros o esperaba al mismo autobús.

— hombres y mujeres que han sabido vivir contentos con lo poco que tenían y han sabido

compartir

— incapaces de dolo y mentira, que por ser verdaderos no han medrado en la vida pero han

dejado un gran recuerdo tras si.

— hombres y mujeres de mirada limpia que, con sus ojos, han purificado los ambientes en que

han vivido.

— en cuyos labios siempre ha habido una disculpa para los pecados de los demás.

— hombres y mujeres junto a los que siempre nos hemos sentido llenos de paz.

— que han sido tal vez el centro de nuestras familias a las que envolvían en cariño y alegría

Los 144.000 que viviendo nuestra misma vida han cumplido las bienaventuranzas del Señor. Mientras los teníamos cerca no nos dimos cuenta del misterio que se iba desarrollando en su corazón, porque como nos ha dicho San Juan, todavía no se había manifestado lo que ya eran.

No sabíamos que cada uno de ellos eran ya verdaderos hijos de Dios, porque sus defectos y limitaciones humanas cegaban nuestros ojos, pero allá en lo hondo de sus corazones el Señor iba obrando la maravillosa transformación de hacerlos perfecta imagen suya. Pero ahora que ven a Dios cara a cara se manifiesta en ellos lo que ya eran en vida: hijos muy queridos de Dios.

4.- Miremos a nuestro alrededor con ojos de Fe y sintamos amor y respeto por el que se sienta a nuestro lado, porque también en él se esta realizando esa gran transformación de ser imagen viva de Dios, tiene ya en si la inmensa dignidad de ser verdadero hijo muy querido de Dios.

José María Maruri, SJ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario