NUESTRAS BATALLAS PERDIDAS
1.- Este es el evangelio de las batallas perdidas, esas batallas de nuestra vida perdidas antes de comenzadas, esos momentos en que también a nosotros nos dan ganas de decir: “despídelos”, “qué se vayan”. No quiero verlos porque no quiero ver mi impotencia ante sus problemas. ¡Que son cinco panes y dos peces para cinco mil hombres…!
Qué eran aquellos cincuenta cuerpos quemados y destrozados, refugiados en nuestro Noviciado de Hiroshima ante los cientos de miles de muertos o heridos por la bomba atómica. Aquella era la batalla perdida de la que nos solía hablar el Padre Arrupe… ¡Que son cinco panes y dos peces para cinco mil hombres…!
--Qué es lo que cada uno podemos hacer para paliar el hambre de las tres cuartas partes de la humanidad.
--Que significan todas nuestras campañas antidroga si su comercio está apoyado por capitales muy superiores al presupuesto anual de algunas naciones.
--Qué podemos hacer, cuando la corrupción lo ha invadido todo, por devolver a nuestra sociedad la honradez y el espíritu de trabajo.
--Qué podemos hacer para nuestros jóvenes no pierdan la fe en un ambiente tan hostil que tiene a gala ser antirreligioso y antimoral.
Estas y otras muchas más son nuestras batallas perdidas ya antes de comenzadas. “Despídelos”, “qué se vayan, que no tenemos más que cinco panes”.
2.- La respuesta del Señor es cruel. “Dadles vosotros de comer…” ¿Con cinco panes y dos peces?
Sí, comenzando con esos cinco panes y dos peces… Ya el diablo, en el desierto, que de piedras no quería sacar pan. Pero de pan compartido, sí. Porque del milagro que se precia el Señor no de crear nuevo pan de donde no lo había, sino de multiplicar, de hacer llegar a todos un par compartido.
No es el milagro de la naturaleza el que el Señor busca. Es el milagro del corazón, la disposición del corazón… “Dadles vosotros de comer” Y esa disposición del corazón, pequeñita como grano de mostaza, como pellizco de levadura en la masa, eso es lo que va a hacer que cinco panes y dos peces sean suficientes para cinco mil hombres.
3.- El tiempo y el modo de la multiplicación dejémosla al Señor. Nosotros pongamos nuestros cinco panes y dos peces y nuestras perdidas batallas, algún día –y al modo de Dios– serán victorias.
Como era una batalla perdida para San Ignacio enfrentarse él, ignorante, sin estudios, a crear una contrarreforma. Quién era él y el puñado de sus compañeros para enfrentarse a los que dañaban a la Iglesia desde dentro con la corrupción y malas costumbres. Y desde fuera con ataques a veces sangrientos. Y aquel puñado de hombres fue capaz de ponerse al frente de una contrarreforma que mejoró a la Iglesia.
José María Maruri, SJ
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