23 diciembre 2019

VIENE A MI VIDA PARA QUEDARSE

Por José María Martín OSA

1.- Dios está con nosotros. Dios se preocupa por el hombre y lo libera. En un bello sueño poético, Isaías presenta el final del exilio. El pueblo de Israel ha experimentado en propia carne la llaga mortal del exilio. Se hace necesaria una mano amiga que ayude algo, que levante el ánimo del creyente que flaquea. La caravana ha partido de Mesopotamia, y el poeta hace ver el momento tan ansiado de la llegada del mensajero, que ya está atravesando las colinas del norte de la ciudad. Una nueva era de paz y libertad comienza: el mensajero trae la buena noticia de la liberación de Israel. A este anuncio se unen los gritos de los vigías que custodian las ruinas de la ciudad. La intervención de Dios no puede dejar a nadie indiferente. Su victoria debe alcanzar a todos los confines de la tierra. Es un mensaje de alegría para un pueblo abatido y sin horizontes: ¡Dios vuelve! Mensaje para el que se siente desanimado: ¡Dios sigue entre los que creen! El que cree en el mensaje piensa que la restauración de una sociedad en ruinas y en crisis económica es posible. Es el mensaje para el creyente de hoy en esta Navidad. Este himno de acción de gracias resonará en otras páginas del Antiguo Testamento, como podemos contemplar en el Salmo 97 que hoy recitamos, en las que el triunfo de Dios aparece como una activa esperanza. Quien escucha este himno se ve animado a una seria colaboración con el Dios que actúa en la historia y se preocupa del hombre. En esta etapa final de la historia, señala la carta a los Hebreos, nos ha hablado por su Hijo, que se acerca a nosotros para liberarnos.


2.- ¿Aceptamos la Palabra y su acción en nosotros? El “logos” del evangelio de Juan es un concepto tomado de la filosofía griega. En el prólogo del evangelio la Palabra viene a identificarse no sólo con Jesús, sino con la acción de Jesús. Esta personificación viene a mostrar la capacidad que tiene de dar vida y orientación a todo hombre que se acerca a él. De verdad que el misterio de la encarnación es, en el fondo, el misterio del hombre entero. Los judíos no han comprendido la realidad de Jesús. Desgraciadamente el hombre, tú y yo, rechaza la Palabra y se hace tiniebla, angustia, ser para la muerte, absurdo radical. Hasta la mitad del texto el juicio histórico del evangelista Juan es tremendamente pesimista. De hecho, todo su evangelio va a ser un conflicto continuado entre Jesús y un mundo incrédulo, que terminará en el proceso y condena de Jesús: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Pero hacia la mitad del texto el juicio histórico se completa haciéndose esperanzador: hay hombres que aceptan la Palabra y viven la asombrosa experiencia de ser hijos de Dios.

3.- "Y la Palabra se hizo carne". La Palabra de Dios no es un sueño fantástico del evangelista en un momento de ensueño nostálgico. No. Es una realidad sensible y tangible, cuyo nombre es Jesús de Nazaret. La realidad de la presencia de Dios ha comenzado a incidir históricamente en los hombres con el comienzo de la vida de Jesús: este suceso constituye el momento decisivo de la historia de la salvación; lo testimonian los cristianos. La palabra "carne" designa en Juan todo lo que constituye la debilidad humana, todo lo que conduce a la muerte como limitación del hombre. La encarnación no es ninguna apariencia: por la experiencia de nuestro ser de hombres es como hemos de acercarnos a Dios, a Jesús. La revelación definitiva de Dios tiene rostro humano. Es una realidad cercana a los hombres. Ha puesto su tienda entre nosotros. Desde el momento de la venida del Hijo al mundo en la debilidad de la "carne", realiza la presencia de Dios entre los hombres. La comunidad cristiana lee solemnemente el prólogo del evangelio de Juan en la fiesta del nacimiento del Señor. Se trata de proclamar la misericordia y fidelidad de Dios, su gracia, que se han hecho realidad en Jesús. Que Dios no actúa mediante favores pasajeros y limitados, sino con el don permanente y total del Hijo hecho hombre que se llama Jesús, el Cristo.

4.- ¿Quién es Jesucristo para mí? Jesucristo es el Verbo, que vive en el seno de Dios, y que pone su tienda entre los hombres, en un determinado momento de la historia. Jesucristo, antes de ser una palabra pronunciada por la historia, es La Palabra pronunciada por el mismo Dios. El Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en tiempo del emperador Augusto, la Palabra eterna es pronunciada por labios humanos, se convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. Esto es teología, pero lo importantes es que te preguntes de modo muy personal: "Para mí, ¿quién es Jesucristo?". Según que se responda a esta pregunta con los labios, con el corazón y sobre todo con la vida, nuestra existencia seguirá un rumbo u otro, seguirá unos parámetros u otros según los cuales vivir. Si Jesucristo lo es todo para mí: mi Dios, mi salvador, mi modelo, mi todo, trataré de hacer real en mi vida este convencimiento. Si Jesucristo es un hombre extraordinario, el más enigmático y grandioso entre los hijos de Adán, pero nada más que hombre, seré tal vez un gran admirador de su figura, trataré de seguir su vida moralmente ejemplar, pero nunca caeré de rodillas ante él, ni le invocaré como redentor, ni estaré dispuesto a dar mi vida por creer en él. Que esta Navidad reafirmemos nuestra fe en "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre", en "Jesucristo, salvador del hombre".

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