José María Martín OSA
1.- Estar despiertos. Comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el tiempo de Adviento. Hay dos mensajes fundamentales en la Palabra de Dios de este domingo: vivir la esperanza y estar preparados. Es tiempo de esperanza, porque a pesar de los pesares es posible un mundo nuevo. Para que hagamos posible la esperanza se nos pide una actitud de vigilancia y de atención. No debemos permitir que se embote nuestra mente con las realidades mundanas. Hoy suena el despertador en nuestra vida para sacarnos del adormecimiento. Se nos hace una llamada a estar preparados. Pasamos casi un tercio de nuestra vida durmiendo, añádase a esto el tiempo en que vivimos adormilados y obnubilados. Nuestra mente está embotada por la rutina, la dispersión, el cansancio, el vacío…Debemos levantar la cabeza para poder observar la liberación que se nos ofrece. Los signos del pasado que nos presenta el evangelio de Mateo pueden asustarnos, porque a la hora que menos pensamos llega el Hijo del Hombre. Pero El no viene para condenarnos, sino para salvarnos. Algunos interpretan estos signos negativamente y anuncian catástrofes sin fin por nuestros pecados. Dios, en cambio, nos ofrece la liberación, quiere que tengamos la misma alegría que tenían los deportados de Israel cuando volvieron a su patria: ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
2.- La salvación está cerca. Nuestro mundo necesita una buena dosis de esperanza. Contamos con la providencia de Dios que vela por nosotros, pero espera nuestra colaboración. Hagamos posible la esperanza a los que viven desesperanzados. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes en nuestras eucaristías, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada o lejos del ideal evangélico. Entonces optan por la pasividad o la resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras esclavitudes e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación. San Pablo en la Carta a los Romanos se nos dice que la salvación está cerca. El juicio es para la salvación, no para la condenación. Pero tenemos que espabilarnos y conducirnos como en pleno día, con dignidad. Debemos despojarnos de las obras de las tinieblas: comilonas, borracheras, lujuria, desenfreno, pendencias, riñas… Podemos añadir a este texto otras cosas de nuestro tiempo que nos alejan de la luz. San Agustín comenzó a llorar cuando leyó este texto y decidió dar un cambio radical a su vida, revistiéndose de Cristo.
3.- Tiempos de paz. El libro de Isaías nos habla de un nuevo orden mundial en el que “de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”. ¿Pero cuándo sucederá esto? A veces nos cansamos de esperar, nos derriba la impaciencia. Jesús nos pide en este domingo que estemos preparados en vela, para “el día del Señor”. No se trata de la destrucción, el día del Señor significará la inauguración de los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos en el que reinará “la paz”, el don de todos los dones (salmo 121). Tenemos por delante una hermosa tarea durante estas cuatro semanas: preparar nuestro interior como si fuera una cuna que va a recibir a Aquél que nos da la vida. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos, subamos a él y valoremos todo lo bueno que vamos encontrando en nuestro camino. Seamos también nosotros portadores de esperanza, esperanzados y esperanzadores. Así podemos conseguir que todos los que viajamos en el mismo tren de la vida podamos construir la nueva humanidad que viaja hacia la Jerusalén celestial. Seamos profetas de la esperanza, no del desaliento. Estamos cansados de agoreros y necesitamos hombres y mujeres colmados de esperanza.
4. – Recuperar la esperanza. Es en este mundo donde tiene que brillar la esperanza cristiana. Dice un proverbio: “Si uno sueña solo, es sólo un sueño; si sueñas con otros es el amanecer de una nueva humanidad”. Recuperemos las razones para la esperanza:
–La conciencia ciudadana universal que exige un cambio: “otro mundo es posible”
—El movimiento cívico universal en favor de la justicia y de la paz.
–El voluntariado, sobre todo de los jóvenes, fruto de la solidaridad.
–Los esfuerzos para humanizar la globalización.
–La nueva sensibilización sobre el cuidado de la naturaleza y la defensa del medio ambiente. Nos ha pedido el reciente Sínodo de la Amazonía que todos cuidemos “nuestra casa común”
Seamos hombres y mujeres, esperanzados y esperanzadores. Jesucristo es el fundamento de nuestra esperanza. Es la hora de recuperarla.
José María Martín OSA
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