Por José María Martín OSA
1.- El amor es la base de la familia. El amor en palabras de San Pablo a los Colosenses es el ceñidor de la unidad consumada. Del amor nacen la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, todas las virtudes que adornan y sostienen la vida del matrimonio y la comunidad. Si falta el amor todo se derrumba. Pero ¿qué es amar? No es "poseer" al otro, no es "utilizar" al otro, no es "servirse del otro". Amar es darse, entregarse, es una "auto donación" de tu propia vida. Es tener al otro como en un pedestal valorando todo lo bueno que tiene y disculpando sus defectos, ¿quién no los tiene? Algunos se empeñan en poner en crisis la institución familiar, sin darse cuenta de que si la familia se viene abajo se derrumba también la sociedad. Pero amor sigue reinando, a pesar de todo.
2.- Enseñar con el ejemplo. Nazaret es la primera escuela de amor, donde empieza a entenderse la vida de Jesús. El contempló la actitud de sus padres y lo asumió. Hoy día la familia sigue siendo la primera escuela, donde el niño se impregna de los auténticos valores. Los niños son esponjas, que observan e imitan lo que hacen los padres. La familia, iglesia doméstica, es la primera escuela de educación en la fe, es donde se asume la actitud ante la sociedad y el prójimo. Los hijos, han subrayado recientemente los obispos españoles, "aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones.
3.- Sigue triunfando el amor. Cuando faltan estas experiencias fundamentales es el conjunto de la sociedad el que sufre la violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias. El consumismo, el individualismo, la incomunicación, la falta de maduración y de auto entrega son los auténticos enemigos de la familia. Esto hace que muchas personas busquen únicamente su propio bien o interés personal, arrinconando a los ancianos porque estorban, retrasando la llegada de los hijos porque son una carga para "el disfrute de la vida". Puede que se paguen las consecuencias de esta actitud egoísta e inmadura. La familia de Nazaret pasó por muchas dificultades económicas y sociales, pero todo lo superó porque estaba cimentada en la roca firme del amor y de la confianza en Dios. No seamos pesimistas, pues sigue triunfando el amor y nadie podrá detener la energía y el calor que irradia un hogar donde se vive de verdad la mutua entrega. Es lo que cuenta este relato:
“Cuenta un médico que un paciente fue a la clínica donde trabaja, para hacerse curar una herida en la mano. Estaba muy apurado y mientras lo curaba, le preguntó qué era eso tan urgente que tenía que hacer. El señor respondió que tenía que ir a un asilo de ancianos, para desayunar con su mujer que vivía en ese lugar. Le contó que hacía un tiempo que estaba alojada en ese lugar y qué estaba padeciendo un Alzheimer muy avanzado. Mientras terminaba de vendar la herida, le preguntó si ella se preocuparía en caso de que él llegara tarde esa mañana.
– “No”, respondió. “Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.”
Entonces el médico preguntó intrigado: “Si ya no sabe quién es usted, ¿Por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?”
Le sonrió y dándole unas palmaditas en la mano le dijo: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella”
Esta historia de amor incondicional demuestra que el amor de verdad dura toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario