30 agosto 2019

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo XXII de Tiempo Ordinario

• A partir de lo que observa en los invitados (7), Jesús nos enseña que en el banquete del Reino, nadie tiene que buscar su lugar. Al contrario, todos tienen que disponerse a recibir el lugar de parte de quien les ha invitado, Dios mismo, que tiene un lugar que “queda muy bien” (10) para cada uno, para cada una.

• Más adelante Jesús criticará el deseo que tienen los maestros de la Ley de ocupar los primeros lugares en los banquetes: alerta contra los maestros de la Ley. Les gusta pasearse con largas vestiduras, buscan que la gente los salude en las plazas y que les hagan ocupar los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes (Lc 20,46).


• Y, pensando en quien le ha invitado a su casa (12-14), la enseñanza de Jesús para todo el mundo es que en el banquete del Reino los primeros invitados –si es que hay un orden– son los “pobres, inválidos, cojos y ciegos” (13), es decir, quienes no puedan dar nada a cambio (14). Es una auténtica Buena Noticia.

• Los dos puntos nos hacen pensar en la características del Reino cantadas por María en el Magníficat, a comienzos del Evangelio: Ha desplegado la fuerza de su brazo, / ha destruido los planes de los soberbios, / ha derribado a los poderosos de sus tronos / y ha encumbrado a los humildes; / ha colmado de bienes a los hambrientos / y despedido a los ricos / con las manos vacías. (Lc 1,51-53). Característica recordada por Jesús aquí:“Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.” (11), y más adelante, habiendo propuesto la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos, acaba diciendo que “éste bajó a su casa justificado, y aquél no” (Lc 18,14).

• De esto podamos extraer que si de verdad deseamos y esperamos este Reino de Dios que Jesús anuncia y hace presente, hace falta que lo vivamos ya ahora y aquí. Hace falta que en la vida de este mundo apliquemos como criterio aquello que es característico del Reino.

• Dicho de otro modo, a menudo preferimos quedar “pagados” (12) de manera inmediata, construyendo nuestros propios “reinos” y no nos percatamos de que estamos optando: teniendo el Reino en las manos, es decir, la posibilidad de abrirnos a los que no nos dan nada —“no pueden pagarte” (14)—, lo rechazamos y nos elegimos a nosotros mismos, nos hacemos “reyezuelos” del mundo que nos montamos. Y eso nos puede pasar en todos los niveles, también montándonos una Iglesia a medida, un movimiento a medida, un grupo o una comunidad a medida… donde podamos tener “los primeros puestos” (7) o bien donde podamos invitar a los que nos pagarán con la misma moneda o, en cualquier caso, siempre nos darán la razón (12). Y es que la única “paga” (14) que puede interesar de veras sólo la recibiremos si estamos abiertos, si no nos hemos llenado antes con otras “pagas” (12).

• En definitiva, estamos invitados a ser generosos, a poner tos bienes de todas clases al servicio de los más pobres antes que buscar el beneficio personal. Lleva a vivir así la misma dinámica que nos hace amar a los enemigos (Lc 6,32-34). Ni lo uno ni lo otro se entienden si no es desde la convicción de que el Reino de Dios está en medio de nosotros (Lc 11,20; 17,21) y que la única “paga” (14) que merece la pena es la que no ganaremos porque nos es dada como regalo: la vida con el Resucitado comiendo en el banquete del Reino de Dios (Lc 14.15). La Eucaristía es el Sacramento de este Reino.

• Jesús no considera que hacer la opción por el Reino sea una cosa aburrida. Al contrario, está convencido de que es fuente de una felicidad inmensa, y lo dice con una bienaventuranza: “Dichoso tú” (14). ¿Y si lo probamos?

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