Por José María Martín, OSA
1.- Humildad "es andar en la verdad". El que se humilla será enaltecido. El mensaje fundamental de este domingo es la humildad. Dios mismo es humilde, pues Jesús se "anonadó" hasta someterse a la muerte de Cruz. "Hazte pequeño en las grandeza humanas" os recomienda el autor del eclesiástico. Cuando más grande seas, más debes rebajarte. Se hablará bien de ti, pues la gente no soporta a los soberbios y a los que creen que todo lo hacen bien. Admiramos sobre todo a aquél que ha conseguido con su trabajo grandes cotas, pero no se pavonea de ello. Es sin embargo difícil para los grandes de este mundo el no mirar desde lo alto. Se creen superiores a los demás......No es porque alguien nos mira desde arriba por lo que debemos rebajarnos. La humildad no consiste en arrodillarse ante la fuerza. La humildad cristiana no es falta de autoestima, eso sería "falsa humildad". Para Santa teresa de Jesús la humildad "es andar en la verdad".
2.- Acogida a todos. Ocupar los últimos puestos. Jesús recomienda no sentarse en los primeros lugares en un banquete. Es mejor ser humilde y dejar paso a otros. Al banquete de la Eucaristía todos somos invitados por igual. Quien preside es Cristo, en su nombre y sólo en su nombre lo hace el sacerdote. Al celebrar la Eucaristía hemos de tener los mismos sentimientos de Cristo, que nos invita a su mesa. El altar es la "mesa del compartir". Celebramos una comida fraterna en la que todos participamos y a la que son llamados especialmente los más pobres. Jesús advierte que cuando demos un banquete invitemos especialmente a pobres, lisiados, cojos y ciegos porque no podrán pagarte. Cuando junto a la mesa del banquete están los más necesitados estamos poniendo en práctica el deseo de Jesús. Habrá quien diga que no son dignos, pero está muy equivocado. En el banquete deben participar el parado que busca desesperado un trabajo, el inmigrante rechazado, el anciano que vive su soledad, el joven incomprendido, la mujer explotada, el homosexual que no se siente aceptado. Aquí no debe haber rechazo, ni explotación: aquí hay acogida, ayuda y solidaridad. Conozco una Eucaristía en la que los niños están alrededor del altar, en la que un deficiente se acerca a prestar su ayuda, en la que un homosexual lee las lecturas. ¿Es esto un escándalo? ¿Qué diría Jesús? El festín al que estamos invitados es el de Jesús, para la Pascua eterna. En este banquete son los humildes los que estarán en primer lugar. Quizá no haya muchos cristianos que hayan osado invitar a cenar a los lisiados, los cojos, los ciegos... Estamos a tiempo de recuperar el sentido evangélico de nuestras vidas.
3.- Experimentar la debilidad para ser humildes. La soberbia es un gran pecado. Jesús en el Evangelio reprendía a los fariseos porque se creían perfectos. Cuando entró en casa de uno de los principales fariseos le estaban espiando. Les llama en alguna ocasión "hipócritas" y "sepulcros blanqueados". El soberbio religioso es muy peligroso porque fácilmente condena, denuncia y desprecia a los demás porque se creen que lo suyo es lo único válido. San Agustín dice que a los soberbios les conviene caer para que experimenten también la debilidad: "Si es más soberbio, jamás será mejor; si es mejor, sin duda alguna será más humilde. Si quieres descubrir que eres mejor, interroga a tu alma por si ves en ella alguna hinchazón. Donde hay hinchazón, hay vaciedad. El diablo intenta hacer su nido donde encuentra un lugar vacío". Por experiencia es santo obispo de Hipona recomienda que "el primer paso en la búsqueda de la verdad es la humildad. El segundo, la humildad. El tercero, la humildad. Y el último, la humildad". Virtud difícil, pero muy conveniente en el camino del cristiano, pues Dios revela sus secretos a los humildes.
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