01 marzo 2019

OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Así dice el refrán castellano y, como la mayoría de ellos, está cargado de verdad. Seguramente os habréis dado cuenta, mis queridos jóvenes lectores, del interés que siento por Tierra Santa y las referencias que os doy a la cultura propia de la cuenca mediterránea. No es puro capricho. Si la Revelación, el fundamento de nuestra Fe, es de iniciativa divina libre y gratuita, tuvo su origen en un determinado terreno dotado de una geografía peculiar y donde habitaban concretas personas con su peculiar cultura. El paisaje y las costumbres dieron forma al lenguaje bíblico.

3.- Digo siempre, prácticamente lo mismo, pero con otras palabras: Tierra Santa es la matriz de la Palabra de Dios. Y vosotros bien sabéis que las características de un hombre vendrán condicionadas por sus genes, pero también por los avatares por los que pasó su madre cuando él estuvo en su seno. Si estuvo enferma, si fumó o bebió alcohol, si respiró la atmósfera contaminada de una gran urbe, la criatura gozará de menos calidades que si el embarazo transcurrió en el campo y se alimentó con sanos comestibles y bien sazonados. Conocer, pues, el paisaje y los usos y costumbres de la gente de aquel tiempo, ayudará a entender con más facilidad el mensaje bíblico.


4.- El largo prólogo que os he escrito, como tantas veces ocurre, pretende presentar unas nociones que deberán tenerse en cuenta para la lectura y entendimiento de los textos litúrgicos de la misa de este domingo.

El autor del libro del Eclesiástico habría observado o practicado, la labor del agricultor cuando pasa por el cedazo la mies o la harina. Una parte, la buena, atraviesa la malla, la otra, las piedrecitas o las pieles, que son inútiles, se quedan en el tamiz y luego se tiran. Algo semejante ocurre con la arcilla que escoge un alfarero. De su calidad, de la destreza que ponga al mover con sus pies el torno y con las manos mojadas modelar la pasta, de acertar la temperatura del horno al introducir la pieza, que deberá estar seca, y de sacarla, que será preciso hacerlo sin precipitarse, dependerá la calidad y belleza del producto.

5.- Así también al observar y saborear una fruta, conoceremos la calidad del árbol del que ha salido. Teniendo en cuenta estas imágenes, el autor inspirado nos dice que si queremos calibrar la bondad de una persona no la juzguemos por su facilidad de palabra y la elegancia de su expresión verbal, sino por lo acertado de su juicio.

--Hablando bien se puede engañar. Con bellos discursos engatusar malos productos.

--Buenas sentencias estas para completarlas con las del Señor en la lectura evangélica.

--Del árbol sano se obtienen frutos saludables. De las zarzas, que lo invaden todo y se agarran a todo, no salen más que espinas.

6.- Hay conductores que por lo noche piensan y dicen que los faros de los demás están mal reglados y deslumbran, sin importarles comprobar dónde y cómo enfocan los suyos. No os fijéis en las parrafadas despampanantes de un orador político, observad si en su proceder son honrados y generosos y atienden a las necesidades de su pueblo, cuando ocupan cargos. Hay quien va a clase a sacar faltas de la lección que dicta el maestro, creyéndose más espabilado y erudito que él. El alumno debe aprender cuando va a clase, ya llegará el día que poseyendo conocimientos suficientes académicos, podrá tal vez superar al profesor y hasta ser un genio. Mientras tanto que sea modesto.

7.- Sorprende, pero no debería sorprendernos, que de una persona sencilla y buena, salgan favores, que un egoísta, pedante y narcisista, nunca sabrá otorgar. Fijaos bien en la bondad del hombre bueno y no hagáis caso del que se vanagloria de sus cualidades, pero a nadie da nada.

8.- Las flores de invierno y primavera, ingenuas y atrevidas, son más bellas que las que se están ahora incubando en invernaderos y saldrán a los mercados más tarde, de bello aspecto, pero, casi siempre, sin perfume e incapaces de permanecer vivas. Una planta silvestre, diminuta y perfumada, con su flor incauta, encontrada casualmente por la montaña, podéis ofrecerla, mis queridos jóvenes lectores, a la persona que más améis o depositarla junto al sagrario. Sabrá que el regalo es demostración de que la amáis, o expresión de amor y adoración a Jesús Eucaristía, sin que haya intervenido el dinero que podáis poseer, más o menos bien conseguido.

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