08 marzo 2019

LAS TENTACIONES

Por Ángel Gómez Escorial
1. - El seguimiento activo de Cristo, con su análisis objetivo de situaciones, nos da el conocimiento objetivo de que existe la tentación y que, generalmente, viene de fuera. Hemos dicho alguna vez que una de las sorpresas más notables que se lleva el recién convertido es que la vida religiosa no es una fantasía, un ensueño o un engaño. La búsqueda continuada de un análisis certero de nuestro comportamiento nos da objetividad. Cuando pensamos en la naturaleza exacta de algo que hemos hecho, no vamos a engañarnos a nosotros mismos con agravamiento o atenuación de dichos comportamientos. Llamaremos al pan, pan; y al vino, vino; y eso continuamente. Entonces se vive en un régimen de objetividad que antes no era así cuando no analizábamos a la luz del camino de Cristo nuestros acontecimientos.
2.- Sobre esta base, se detecta la tentación como un engaño continuado. La base de la tentación está habitualmente en la cercanía de alguno de nuestros anhelos o en las zonas de nuestra voluntad que son más débiles. No es extraño que el sexo, del dinero, de la supervivencia, ocupe lugares importantes en el repertorio de nuestras tentaciones. Son instintos y realidades muy metidos dentro de nosotros y, por ello, somos vulnerables. Pero la forma de la tentación siempre será un engaño, un camino de confusión o una realidad modificada sutilmente.

3. - El texto de Lucas nos señala que Cristo, como hombre, fue tentado. Algunos tratadistas señalan que, tal vez, el diablo no supiera con exactitud quien era Jesús. No es probable, pero se puede pensar que Jesús en su condición humana era proclive a la recepción de la tentación, como cualquiera de nosotros. Y ahí es donde el Malo jugó su carta. La sutileza en las "propuestas" es muy significativa: paliar el hambre, obtener el poder, demostrar su condición divina. Pero la perversidad de las mismas está en la posibilidad de acometerlas dentro de un engaño generalizado. Ni hacía falta tirarse desde lo alto del templo, ni tampoco era necesario para Jesús el dominio temporal de todos los reinos de la tierra y, por supuesto, la solución al problema del apetito tras el ayuno tenía otra solución menos truculenta que la conversión de piedras en pan. Todo estaba lleno de engaño. Y la tentación es eso: un engaño que te conduce a un acto pecaminoso. Pero el principio de ella es solo un engaño,
4. - Pero tampoco debe atemorizarnos demasiado la posibilidad de que llegue la tentación, porque el mismo Cristo la tuvo. La cuestión es no caer en el engaño. Se trata de no tropezar ante unas sugestiones que casi siempre están muy alejadas de la realidad. Es, probablemente, San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales quien mejor ha reflejado este camino de engaños o de turbaciones. Pero lo importante es saber detectar el engaño que, a veces, con un aspecto aparentemente adecuado lleva al tropiezo. No es mal ejercicio de meditación para este tiempo de Cuaresma discernir sobre nuestra actuación y sobre los influjos que nos vienen de fuera.

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