01 febrero 2019

COMENTARIOS SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO JOSE MARÍA CASTILLO

Lucas 4, 21-30

EN aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor



Este relato es la continuación y el desenlace del suceso de la sinagoga de Nazaret, que ya se empezó a recordar (Lc 4, 14-21) el domingo anterior. Jesús leyó el comienzo del capítulo 61 del profeta Isaías. Pero fue el mismo Jesús el que suprimió, en el versículo segundo, el final, que termina hablando de desquite de nuestro Dios. Los israelitas, oprimidos y humillados en Babilonia, querían y esperaban que Dios se desquitara (se vengara) de los opresores del pueblo. El nacionalismo lleva a la venganza y al odio, si se ve oprimido.


Pero Jesús no quería ni venganzas, ni desquites. Jesús no quiere "nacionalismos", que llevan inevitablemente a crear tensiones, divisiones y enfrentamientos. Así, no se arreglan las cosas. Ni con esos procedimientos se hace más soportable la vida. Ni con eso mejoran nuestras vidas. Ni la política es más digna. Ni la economía se fortalece.


Cuando la religión y la política nacionalista se funden y confunden, el resultado es el fanatismo intolerante y violentoUna violencia que antepone el nacionalismo fanático a lo más elemental de la religión, que es el respeto y el amor a los demás, sea cual sea su nacionalidad, su origen o sus creencias. Jesús no es patrimonio de ninguna cultura, raza o religión. Jesús es patrimonio de toda la humanidad por igual. Por esto es por lo que Jesús llegó a provocar, con los ejemplos que puso sobre las preferencias de Dios con los extranjeros, el conflicto violento, que llevó a los vecinos de Nazaret a intentar el asesinato de Jesús. No invoquemos argumentos de libertad, democracia o derecho, para imponer nuestros fanatismos (que los tenemos todos) a los que no piensan como nosotros.


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