15 noviembre 2018

Para fijarnos en el evangelio del Domingo XXXII de Tiempo Ordinario

• Tenemos entre manos, hoy, un texto que tiene los tonos de lo que se llama literatura apocalíptica. Utiliza símbolos y visiones que quizá nos sorprenden e, incluso, nos descorazonan en la lectura. O, al revés, hay quien se apega al texto haciendo lecturas literales lamentables. La intención de los escritores que utilizan este género es la de fortalecer la esperanza del pueblo en tiempos de crisis.

• El centro del relato de hoy describe un acontecimiento grandioso: la venida del Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad, en alusión directa al famoso pasaje de Dn 7,14. La parusía, término técnico para hablar de esa venida, traerá consigo también la reunión, llevada a cabo por los ángeles, de todos los elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo, produciendo así efectos salvadores universales.

• Con un claro lenguaje apocalíptico se nos anuncia que aquélla no se debe a los esfuerzos humanos o a los ruegos de los elegidos, sino a los designios de Dios realizados en Cristo, que se llevarán a efecto inexorablemente cuando el altísimo así lo disponga (cf. Hch 1,6-8).


• La comunidad de Marcos era perseguida. Aquí se le dice que, a pesar de ello, “verán venir al Hijo del hombre… con gran poder” (26).

• Dios tiene un Proyecto. Jesucristo nos lo ha dado a conocer. Y este Proyecto se realizará en la historia de cada uno y de la humanidad: el Reino.

• Este Proyecto de Dios es la “reunión” (27)de todos con Dios. No el fin y la destrucción del mundo (24-25). Eso que experimentamos cada día, y que parece que tenga que conducir a la destrucción del mundo, es la misma experiencia que vivió Jesús. Pero Él estaba convencido, y a nosotros nos ha hecho el don de esta misma fe, de que Dios interviene en favor de la humanidad. Nos ha dado el Espíritu, para que tengamos fuerza y valentía en el conflicto. Y capacidad de ser fieles al Amor, al Proyecto del Reino, a pesar de todas las adversidades.

• Jesús no promete a la comunidad perseguida que se le tenga que resolver el conflicto, la tortura o la muerte. Lo que anuncia es que los miembros de la comunidad serán testigos de que la última palabra siempre es de Dios (31), como lo fue la primera, la palabra creadora (Gn 1; Jn 1,1).

• Las catástrofes y persecuciones no presagian la victoria del mal. Jesús nos invita (31)a aprovechar esa oportunidad para convertirnos y pasar del miedo —experiencia humana natural— a la confianza de que el Espíritu actúa. Ocasión de ser fieles al Amor. Así podemos tener una visión positiva de la historia, como lugar de la acción amorosa de Dios, como lugar donde nosotros podemos amar

• “Aprended de la higuera” (28): necesitamos una actitud de vigilancia. Se trata de descubrir en el fondo de cada persona y de cada acontecimiento que el Reino está presente y crece (Mc 4,26-29). La lectura creyente de la realidad no se queda nunca en la superficie. Si no vamos a fondo siempre tenemos la posibilidad de ser infieles, de tomar otros caminos que no son el del Reino, el que tomó Jesús, que llega a la cumbre de la Resurrección pasando por la Cruz (las palabras de esta lectura evangélica están dichas a las puertas de la Pasión).

• El presente es el tiempo de la acción responsable, comprometida en la liberación. En la Muerte y Resurrección de Jesucristo tenemos la certeza del amor de Dios, la certeza de que el Reino está “a la puerta” (28-29). Eltiempo que nos toca vivir es el tiempo de la esperanza y del servicio.

• Frente al catastrofismo y el pesimismo, los cristianos estamos invitados a hacer una lectura lúcida de los signos de los tiempos: la realidad lleva la semilla de futuro, un futuro que está en las manos de Dios, el Padre (32). La higuera, símbolo del Pueblo de Dios,se convierte en símbolo del presente, que es como es, y del futuro que construiremos con la fuerza del Espíritu.

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