10 noviembre 2018

LA PARADOJA DE LA VIUDA POBRE

Por Ángel Gómez Escorial
1. - Llama la atención que Jesús no diga: "Esa pobre viuda no debería haber echado nada en el cepillo." Se refiere, sin embargo, al acto de suprema generosidad, que es entregar para el culto a Dios lo que era necesario y no superfluo. Los pobres, los desheredados, los marginados, los pecadores también deben ayudar a la Iglesia, igual que los ricos, los guapos, los triunfadores o los que se consideran justos y buenos. Igual, unos que otros, en cuanto al gesto de aportar y, obviamente, no igual respecto a la cantidad.
2. - A veces quienes reciben ayuda material de la Iglesia pueden negar a la Casa de Dios, en cualquier momento, su ayuda personal. Y eso no es justo. Incluso, si se quiere ver así, resulta discriminatorio para la Iglesia. Todos somos iguales ante la Madre Iglesia y todos debemos de atenderla y cuidarla. Si la Iglesia --todos los días-- reza por nosotros, hemos de hacerlo igualmente por ella y sus necesidades. Es verdad que todos somos Iglesia y por eso aparece esa igualdad que obliga a ricos y pobres. Jesús valoró la pequeña limosna de la viuda pobre, pero no aconsejó que no diera su moneda de dos reales. Es una enseñanza para meditar y entender que todos somos iguales en el Templo. A veces, pues, no solo hay que "obligar" a los ricos a esa igualdad, a los pobres también.

3.- Pero tampoco es lícito obviar en el tema de la pobreza las desigualdades o abusos que producen la pobreza. Jesús dijo que siempre tendríamos pobres con nosotros. Pero lo deseable es que algunos de los pobres que de acercan a nosotros dejen de serlo. Con ello, sin duda, no se terminarán, pero habremos ido resolviendo los problemas que nos llegan. Y tendremos la oportunidad de ayudar a nueva gente con problemas que llegue a nosotros. Y hay otra cuestión: hay personas dentro de la Iglesia que desprecian la limosna que llamaríamos inmediata… ¿Hay que dar algo al mendigo –o mendiga—que pide a la puerta de nuestra parroquia? ¿O es una fórmula de implementar la vagancia? Pues no, siempre –en la inmensa mayoría de los casos—la gente pide porque lo necesita. Se ha dicho que es mejor enseñar a pescar, que dar un pez. ¿Pero ese pez no vendrá a resolver un problema de inmediata hambre y después habrá que intentar lo de la enseñanza?
La viuda del relato evangélico no hizo tantas cábalas respecto al momento y fin de su limosna, su misericordia le llevó a dar más de lo superfluo, a darlo todo. Jesús de Nazaret cuando ponía el ejemplo de la viuda no estaba creando un tratado sobre la pobreza o sobre la justicia social, advertía, sin embargo, la grandeza de un corazón… Pues eso.

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