MONICIÓN DE ENTRADA
Recibid nuestra más fraternal bienvenida a la Eucaristía del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. Hoy el Señor Jesús habla de generosidad extrema: una viuda pobre que echa todo lo que tiene en el cepillo del templo. Son pocos los que dan todo lo que tienen. Y aunque, sin embargo, la dura crisis que hemos vivido ha creado mayor generosidad entre la gente, muy pocos llegan a ese nivel de entregar todo. Las enormes dificultades que sufren los hermanos que tenemos más cerca, han creado una mayor conciencia solidaria entre nosotros. Ojalá los cristianos hayamos comprendido –y de una vez por todas— que nuestro egoísmo de hace unos años era una verdadera traición a Jesús y a su Palabra. Aprendamos de la viuda del templo --y de la madre de Sarepta— que el deseo de ayudar a los demás debe derribar todas las barreras del egoísmo. Es lo que el Señor nos pide hoy.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- En el libro de los Reyes –que es nuestra primera lectura de hoy— se narra la historia del profeta Elías y la viuda pobre y que apenas tenía alimento para ella y para su hijo. Pero confió en el hombre de Dios y su alcuza se convirtió en milagrosa. De ella salía toda la harina y todo el aceite necesarios para hacer pan para siempre. Lo poco que tenía se lo dio al profeta y tuvo su premio.
S.- El salmo 145 es el primero de la serie doxológica –de alabanza a Dios— que es el final del Libro de Salterio. Los judíos lo utilizaban como oración de la mañana y nosotros como canto de alabanza al Dios que nos da todo lo que tenemos.
2.- Se continúa, en la segunda lectura, la proclamación de los textos de la Carta a los Hebreos, en la que se hace un extraordinario canto a la condición de Cristo como Sumo sacerdote, como víctima única y como altar divino para el perdón de los pecados. Es nuestro salvador y nuestro intercesor ante Dios Padre.
3.- El Evangelio de Marcos de hoy nos narra la historia maravillosa de la limosna de la viuda pobre. Y este relato enlaza con el de Elías de la primera lectura. Son los pobres más generosos que los ricos, dan todo lo que tienen y luego reciben el gran premio de Dios: el reconocimiento expreso de esa generosidad desde la óptica perfecta de Dios.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
Escuchemos con atención la breve plegaria que el padre Leoz destina a los momentos finales de nuestra eucaristía:
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Caminaré sin arrogancia ni seguridad en mí mismo
Caminaré sin miedo a encontrarte
Caminaré dispuesto a facilitarte lo que más necesites
Como a la viuda, señor
Mírame y condúceme
Hazme desprendido y sencillo
Dame la valentía de darte lo que más me cueste
Inspírame el gesto y la palabra oportuna
Y, si quieres, Señor, arranca de mí incluso aquello
que, por comodidad o egoísmo, busco y amarro para poder vivir.
Amén.
Exhortación de despedida
Seamos generosos aunque tengamos poco. Hay otros que están peor que nosotros. Siempre la viuda del Evangelio que hemos escuchado hoy será un ejemplo que no hemos de olvidar nunca.
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