Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Hoy es una fiesta peculiarmente europea, pero que no por ello deja de ser Católica, universal. Sus orígenes quedan desdibujados en los recuerdos de las Catacumbas romanas, el traslado de sus restos para que no fueran profanados y la veneración que se les tributó en diferentes lugares, principalmente al depositar buena parte de ellos, en lo que los clásicos llamaron Panteón, es decir, edificio dedicado a todos los dioses (ellos creían que eran muchos). Lo que os digo no es del todo seguro. Os lo advierto para que no sea grande vuestra decepción si, al visitar Roma, os acercáis ilusionados al edificio. Añádase que se destinó posteriormente el recinto a ser mausoleo de la breve dinastía monárquica de los Saboya, resultado de la unificación de la península itálica.
2.- La solemnidad de hoy, sin duda, enraíza en el respeto por la corporeidad humana. Acordaos, mis queridos jóvenes lectores, del proceder de los discípulos de Juan el Bautista, que después de degollarlo Herodes, recogieron su cuerpo y lo enterraron. De los mártires que entregaron a las fieras los emperadores romanos, no podían, en la mayoría de los casos, conservar otra cosa que sus vestidos ensangrentados, y así lo hacían. Más tarde, este respeto y aprecio, lo sintieron los cristianos por los restos de los confesores, de los maestros o doctores y por cualquier manera de vivir la santidad, a ejemplo de la del único santo del todo, que es el Señor Jesús.
3.- El aprecio a las reliquias, su custodia venerada, los recuerdos de aquellos objetos que usaron en su vida histórica, parece, como os decía, es el inicio de esta fiesta. Con el tiempo, quiso la Iglesia tener nociones precisas de quienes habían sido testigos del Señor. Tal vez la mayoría de ellos, sin haberle visto nunca, sus vidas habían sido precisamente su actualización. Se quiso documentarlos, inscribirlos en un catálogo, poner sus nombres en un álbum, se pide ceremoniosamente en la liturgia de proclamación. La lista que enviaron en aquel tiempo las Iglesias locales, no fueron siempre exactas. De la misma Hildegarda, declarada hace pocos días Doctora de la Iglesia, se olvidaron. El pueblo no se inquietó y continuó llamándola santa, hasta que los de Roma se decidieron la meterla, casi a escondidas. En la población donde vivo, Tagamanent, nació un chiquillo que marchó a un cenobio. Allí, Sant Joan de les Abadesses, creció en santidad, murió, se le enterró en un bellísimo sepulcro dentro del monasterio, la población le dedicó una calle y una jornada. Pero no encontraréis su nombre en el volumen del que vengo hablando. No puedo continuar sin nombrarlo exactamente, se llama Martirologio Romano. Fue el último documento publicado, a tenor de las indicaciones del Concilio Vaticano II. Gracias a Dios, periódicamente se le añaden nombres. Pese a que la edición oficial en papel, que tengo desde el primer día, fuera en lengua latina, por Internet lo encontraréis en castellano y gratuitamente.
3.- No es dogma de Fe que estén todos y pese a que de continuo, siguiendo normas estrictas, se estudian minuciosamente las historias que se presenten a la correspondiente comisión comisionada para estos menesteres y, después de largos estudios y disquisiciones, se proclame su santidad, la mayor parte de los santos son ignorados, son minucias de los archivos o tal vez ni a esto lleguen, porque ni siquiera hay archivos en el lugar o fue su testimonio conocido por alguien. Los procesos requieren laboriosos estudios y presentarlos en documentos certificados, testificados, lacrados, llevados a mano, como las valijas diplomáticas. Como habréis supuesto bien, no siento ninguna simpatía por estas labores, pero colaboro cuando se me solicita, como lo he hecho con el caso de Josefina Vilaseca, una chiquilla intrépida de nuestro obispado, que, puesto el cuchillo en su cuello, se negó a tener relaciones sexuales, simplemente porque era pecado. Escaneé sus cuadernos escolares, de ingenua y sincera espiritualidad, fotografié los lugares por donde se movió, me entreviste con su hermana, que se acuerda de los hechos como si hubieran ocurrido antes de ayer. He entregado mis trabajos y me alegraré si un día la meten oficialmente en la lista, pero no me preocupa demasiado. Olvidaba deciros, mis queridos jóvenes lectores, que nuestra heroína tenía doce años, seguramente la llamarían tonta y molesta pre adolescente, para tantos educadores progres de hoy. Sin duda, una santa mártir para Dios. Y eso es lo que cuenta.
4.- Con motivo de esta solemnidad quisiera recordaros dos cosas que repito muchas veces. Primero, nunca en la historia del Cristianismo, hubo tantos mártires. Ellos son las flores de la Iglesia. Una planta que florece, es prueba de que goza de buena salud, no lo olvidéis. Segundo, el martirio y santidad testimonial se dan y se reconocen en otras Iglesias y Confesiones, además de la Católica. El mismo Papa Pablo VI se refirió a testimonios de este valor con motivo de canonizaciones de santos africanos, pertenecientes la Iglesia Anglicana. Y nadie duda de la calidad mística de Serafín de Sarov, nombrándolo santo de la Iglesia Ortodoxa rusa. Son dos ejemplos, hay muchos más.
5.- Si un día vais un día a Roma, no dejéis de visitar la iglesia de San Bartolomeo, situada en la isla Tiberina, muy cerca de donde estuvo el puente Milvio, cuya victoria en el lugar, abrió las puertas a la libertad religiosa en el imperio romano y cuyo no sé qué centenario, se conmemora esta semana. Pues bien, en este recinto encontraréis testimonios, reliquias, objetos de uso piadoso o cotidiano, de los mártires del siglo XX. Son unos cuantos y no todos católicos. Si se quisiera coleccionarlos todos, mártires, profetas, confesores, clérigos, maestros… no cabrían en el mayor estadio olímpico que os podáis imaginar. En el Cielo sí que caben todos y aun queda un sitio para cada uno de nosotros. Nos lo ha reservado el Señor.
La Solemnidad de hoy es un anticipo, el aperitivo, de la gran fiesta del final de los tiempos. No os olvidéis de iros preparando. Se trata de acumular actos generosos, compasión, solidaridad, justicia, austeridad, alegría, atuendo y modales. No vayáis ese día a hacer el ridículo y ser expulsados.
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