MONICIÓN DE ENTRADA
Recibid, hermanos y hermanos, la más cordial bienvenida a nuestra Eucaristía dominical. El Domingo XXX del Tiempo Ordinario nos ofrece grandes enseñanzas. Escucharemos el Evangelio de Marcos y asistiremos a la curación del ciego Bartimeo. Postergado, marginado, al borde del camino, Bartimeo poco espera de la vida. Pero oye que viene Jesús de Nazaret y entiende que el Señor es su gran esperanza. Grita y grita para que le lleven ante el Maestro. Es la cercanía de Jesús lo que le abre los ojos a una nueva vida. Todos somos un poco ciegos. Todos necesitamos que Jesús nos abra a los ojos a la alegría y a la esperanza. Y pidamos también al Señor Jesús que acreciente nuestra fe y la de los hermanos, sobre todo de los más alejados.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- El Señor es nuestra alegría. Eso lo sabemos todos. Y ello se encarga de certificarlo Jeremías, quien en el capítulo 31 de su Libro, nos profetiza que el Señor un día nos guiará a todos al lugar del consuelo de la felicidad. Este fragmento del Libro de Jeremías es nuestra primera lectura de hoy que, además, dice textualmente que “a ciegos y cojos los guiaré entre consuelos” y se relaciona como siempre con el Evangelio.
S.- El Salmo 125 es otro de los muchos cantos para festejar la vuelta de Babilonia. Es un salmo de subida, de los que se utilizaban en las peregrinaciones a Jerusalén. Parece, según muchos exegetas, un resumen lírico del Libro de Nehemías. Para nosotros hoy es un canto de gozo y fidelidad para los favores que Dios nos hace todos los días.
2.- Seguimos leyendo, en el espacio de la segunda lectura, la Carta a los Hebreos. Y el autor de tan importante epístola sigue desgranando una preciosa cristología constituyendo a Cristo como Sumo Sacerdote sin pecado, y supremo intercesor nuestro ante el Padre. La comparación con Melquisedec es oportuna, sobre todo en los tiempos de Jesús. Melquisedec era el sacerdote puro y misterioso, sin origen, ni fin, que recibió el diezmo de Abraham.
3.- “¿Qué quieres que haga por ti?” Esa pregunta de Jesús querríamos escucharla todos nosotros alguna vez. Forma parte del fragmento del Evangelio de Marcos que vamos a escuchar a continuación. La escena del ciego, a la entrada de la ciudad de Jericó es una de las más emocionantes de todo el Evangelio. Y hoy, aquí y ahora, deberíamos de reconocer que todos somos ciegos que buscamos a Jesús de Nazaret.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
El sacerdote navarro, don Javier Leoz, nos ofrece esta plegaria para los momentos finales de nuestra Eucaristía. Escuchemos:
¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!
Es el mundo quien al borde del camino
necesita una palabra de aliento
Es la humanidad arrogante y hedonista pero vacía
Es el ser humano que quiere
y no puede dirigirse en la dirección adecuada
Es la tierra que en un afán de verlo
y entenderlo todo se niega a la visión de Dios
Es el grito de aquellos que queremos estrenar
“gafas nuevas” para andar por caminos nuevos sin miedo a caernos.
Exhortación de despedida
Salgamos felices del templo. Salgamos como Bartimeo con buena vista y alegría en el corazón. Es lo que nos da Jesús a pesar de las crecientes dificultades de nuestro tiempo: alegría y paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario