30 septiembre 2018

El escándalo de los pequeños

1. Los discípulos, en actitud sectaria, pretenden tener el monopolio de Jesús. Se consideran los dueños de la causa de Jesús y condenan a los que actúan fuera del grupo, especialmente si triunfan. Es la tentación del exclusivismo o del «capillismo». Precisamente esta actitud pone en peligro la fe de los sencillos. El cristiano que se considera fuerte debe ayudar al débil; por el contrario, el débil no debe condenar al fuerte, ya que el primer criterio cristiano es el de la caridad. Las metáforas del fuego y de la escisión de una parte del cuerpo sugieren la idea de la purificación mediante la persecución y el sufrimiento.
2. La causa de Jesús no coincide exclusivamente con la del grupo estricto de los suyos, y el reino de Dios excede con mucho los límites de la Iglesia. Ni los discípulos ni los apóstoles tienen la exclusiva del proyecto de Jesús en la sociedad. No sólo hay en el ancho mundo personas capaces de realizar signos liberadores, sino que deben ser reconocidas y agradecidas por sus compromisos de justicia y de caridad. El Espíritu de Dios no se encierra en grupos o instituciones, sino que es soberanamente libre. La intolerancia (religiosa o nacionalista) ha creado multitud de funestas consecuencias.

3. Por el contexto en que está situado, se deducen de este pasaje evangélico algunos criterios básicos acerca del modo de ser discípulo de Jesús: ver lo positivo de la vida, colaborar con todas las fuerzas emancipadoras, agradecer toda ayuda, servir a los demás gratuitamente y no escandalizar a los que buenamente se inspiran en Cristo para realizar su vida. En definitiva, magnanimidad frente a mezquindad; generosidad frente a envidia; tolerancia frente a sectarismo…
REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Hay en nosotros alguna huella de fanatismo?

¿Qué es lo que hoy nos produce escándalo?
Casiano Floristán

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