La fama de Jesús se había extendido. Un grupo de personas desesperadas le llevan a una hombre sordo y tartamudo para que le imponga las manos y lo cure. Quieren una solución rápida. Pero Jesús no lo hace así. Con toda calma y delicadeza, toma al enfermo y lo lleva aparte. Merece toda su atención. Lo toca y el enfermo se estremece. Finalmente, con una oración, lo cura. Para Jesús no es un enfermo más. Es un hijo de Dios que merece un trato digno, y por su fe, merece la salvación.
Con este pasaje, Jesús no sólo nos enseña el poder que como Dios tiene para ayudarnos en nuestros problemas de todos los días. Sobre todo, nos enseña cómo tratar a nuestros hermanos.
Jesús quiere que nos tratemos con amor. Que aprendamos a darnos el tiempo unos a otros para conocernos, escucharnos y ayudarnos. Que veamos en los necesitados, no sólo seres humanos en desgracia, sino hijos de Dios, hermanos nuestros, que con nuestra ayuda y oración pueden cambiar su vida.
Empecemos por casa:
¿Nos tratamos con delicadeza? ¿Nos damos tiempo para escucharnos y conocernos? Y en la calle: ¿Atendemos a los que nos necesitan? ¿Pedimos por ellos en nuestras oraciones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario