El escándalo que produjeron las palabras de Jesús sobre la Eucaristía estuvo motivado por una mala interpretación de lo que Jesús quiso decir. Esa mala interpretación consistió en lo que se ha llamado el “cafarnaísmo” (porque de esto habló Jesús en Cafarnaún), que consiste en la idea de que comulgar es comerse la carne histórica de Jesús. Cuando la Eucaristía se explica así, tal explicación puede ser motivo de escándalo y de que haya gente que se aleja para siempre de la Iglesia.
Jesús insiste en que para comprender lo que representa la Eucaristía es indispensable la fe. Jesús no se refería, lógicamente, a la fe que consiste en creer en unos dogmas. Jesús se refería a la fe que consiste en vivir como vivió el mismo Jesús, con sus mismos criterios, según sus costumbres y los valores que él propuso y defendió. Quien vive eso, entiende lo que es la Eucaristía, comer su carne y beber su sangre, que es la expresión simbólica de la unión y hasta la fusión con su vida y su destino.
Cuando se vive esta unión con Jesús (tal era el caso de Pedro y de los discípulos que se quedaron con él), las crisis de dudas y oscuridades se superan. La fuerza del Espíritu se hace fuerza en nuestra vida, que sigue una marcha rectilínea, sin desviarse a un lado o a otro, según nos conviene o según nos lo imponen nuestros miedos. Es la vida que se caracteriza por la firmeza en ir por la vida como fue Jesús y por la transparencia del que no tiene nada que disimular.
José María Castillo
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