De Javier Leoz
Impresionaba no hace muchos meses cuando en Irak, una niña de 8
años, hacía esta profesión de fe: “Matadme si queréis, pero no puedo dejar de recibir a Jesús en la
misa.”.
1.Es en los momentos más delicados de nuestro día a día, en los
ejercicios culturales, sociales, políticos o familiares diarios, donde se
demuestra o no, se ve o se disimula, se transmite o se oculta la verdad de
nuestra fe.
-¿Es pan de primera, Cristo, en las mesas donde nos sentamos?
-¿Es pan de verdad, Cristo, en nuestras conversaciones?
-¿Es pan de justicia, Cristo, en nuestras obras?
-¿Es pan de silencio, Cristo, en nuestra oración?
-¿Es pan de misericordia, Cristo, en nuestra dedicación a los
demás?
Sólo desde una convicción, nuestra fe profunda en Jesús, podremos
llevar adelante nuestra misión de bautizados. Romper nuestros vínculos con Él,
alejarnos de los sacramentos (que son gracia) no hace sino ahondar nuestro
desconocimiento de su persona y convertir nuestros actos en simples momentos de
altruismo sin relevancia divina alguna y con un alto riesgo de cansancio. No
olvidemos que, el pan de la eucaristía, nos fortalece y nos empuja. Es el
sucedáneo que nos ofrecen otros dioses lo que nos paraliza y nos hastía.
por eso, que mucha gente encuentre en el sano altruismo, en la
entrega generosa hacia los
2.Ser cristiano, más en los tiempos en los que nos encontramos,
conlleva una lucha sin cuartel Un estar constantemente planteándonos si merece
la pena o no ir de la mano de Jesús. ¿Lo más fácil? Soltarla. ¿Lo más
meritorio? Perseverar en esa amistad. Jesús no nos da “gato por liebre”. Quiere
seguidores de cuerpo entero y, a veces, hacemos de nuestra entrega a Jesús como
hace el carnicero cuando sirve en su comercio: va diseccionando las diferentes
partes y lo vende según el gusto y precio de sus clientes.
Nuestra fe, por qué no reconocerlo, también está atravesada por
esa alta dosis de relativismo. La ambigüedad nos acompaña en muchos momentos y,
cuando hay que dar la cara por Cristo, nos damos cuenta o de que no estamos preparados o de que no tenemos
suficiente fuerza para hacerlo.
Y es que, cuando la cosa va en serio (“en tiempos recios amigos
fuertes de Dios”) es cuando llegamos a comprender si, nuestra fe, es ámbito
exclusivamente privado y débil o si por el contrario está formada y bien
dispuesta para ser un referente e interpelar al mundo que nos rodea.
Pidamos a Jesús que sepamos dar con la clave para entender, vivir
y disfrutar de la Eucaristía (de tal manera) que no podamos vivir sin ella.
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