De Javier Leoz
Es el
tren quien viene a recogernos y, no nosotros, quienes vamos a por él. Así
ocurre en esta noche: ¡ES DIOS QUIEN TOMA LA INICIATIVA, SE DETIENE EN LA ESTACIÓN
DE NUESTRA HUMANIDAD PARA INYECTARNOS DIVINIDAD!
1.En estas horas de la noche, no
nace un gran filósofo, historiador, líder o científico; en estos instantes de
gran emoción para los creyentes, no se acerca al mundo un poderoso hidalgo ni
rey de tierras o feudos.
-Quien
nace y se revela es el AMOR que se hace hombre
-El
amor con la pancarta de la humildad
-La
ternura con el reflejo y la impronta magnífica de Dios.
¿Qué tenemos de bueno para que, el
Señor, se aproxime de estas maneras hasta nosotros? ¿Qué pretende Dios con este
descenso tan vertiginoso, humano y divino a la vez?¿Por qué quiere encontrarse
con un mundo que, constantemente, presume des-encontrarse con todo lo que huela
a cielo?
El Nacimiento de Cristo nos trae
en esta noche muchas vivencias y otras tantas sensaciones personales y
comunitarias: si Dios se hace hombre, es
porque el día a día del ser humano, está abocado y llamado a Dios.
Si Dios, viene hasta nosotros (Niño,
pequeño, infante, débil) es para que comprendamos que, en la pequeñez, está la
autopista y la puerta para llegar y encontrarse con El.
¡Que gran regalo y qué gran
sacramento! ¡Dios en un pesebre! Y, en ese pesebre, en esta noche santa, se
iluminan las cavernas más oscuras de la humanidad. En ese establo, el hombre aprende
la lección más magistral bajada desde el cielo: el AMOR de un Dios.
Hoy, con el Nacimiento del Señor,
Dios no nos da ninguna fórmula mágica para ser felices. En cada uno de
nosotros, en los que estamos aquí y ahora, esta la decisión de aceptarle o rechazarle;
de adorarle o de buscarnos a nosotros mismos. De llevarle la ofrenda de nuestra
existencia o de negarle hasta el más insignificante detalle.
Si, amigos. La Navidad es el gran
regalo de Dios a la humanidad. Una humanidad, que en números, acontecimientos, y en formas, está condicionada por la
violencia, el desasosiego, la intranquilidad, la pobreza, la injusticia (pongamos
todo lo que queramos). ¡Cómo no
agradecer a Dios que, a través de Jesús, contemple en primera línea nuestros
sufrimientos y éxitos, nuestras fatigas y nuestras penas, nuestras caídas o
nuestras alzadas! Otro gallo cantaría en nuestra sociedad si escuchásemos el
rumor de Dios y no los altavoces de los que intentan un mundo a su manera.
2. Hoy, damos gracias a Dios. Los
ojos de Jesús, serán los ojos de Dios en la tierra. Los brazos de un Niño,
serán los brazos del amor de Dios en el mundo. Los pies de un Infante, serán
pies de Dios que nos acompañen en nuestro caminar. El corazón de Cristo, será
el latir del mismo Dios en medio de un mundo, que en cuestiones de fe y de amor
a Dios, se encuentra con un constipado demasiado severo y prolongado.
¡Bendita
sea esta noche! ¡Noche santa y dichosa!
Que Jesús, en estas primeras horas
de su presencia en medio de nosotros, nos lleve al descubrimiento de la belleza
de Dios.
Que Jesús, en los brazos de María
y bajo la mirada serena de José, nos haga renacer en nuestra fe. ¡Cómo no
conmovernos ante este Misterio! ¿Cómo no intentar de nuevo ser portadores de
verdad, de bondad, de solidaridad y de perdón, cuando vemos todo ello
desbordado y desbordando sobre cuatro tablas cruzadas en un pesebre?
¡Feliz noche, Señor! ¡Bienvenido a
esta tierra! Te adoramos y te bendecimos. Te amamos y creemos profundamente en
Ti. Tú eres el Hijo de Dios. Que seas la salvación que el mundo espera y
necesita.
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