15 diciembre 2017

LA ALEGRÍA DEL ADVIENTO…

Por Ángel Gómez Escorial

1.- La antífona de entrada, en su versión latina, de este Tercer Domingo de Adviento sirvió para darle nombre: “domingo gaudete”, domingo del gozo, domingo de la alegría. Recuerda también al “domingo laetare”, aquel que, en medio de la cuaresma, nos recuerda que hay que estar alegres. En su tiempo, este domingo gaudete hacia cambiar los ornamentos litúrgicos y el sacerdote vestía una casulla rosa. Hoy, en muchos lugares, la tercera vela de la corona de adviento es rosa. Bueno, todo esto son curiosidades de nuestra historia eclesial, sin duda muy interesantes. Pero la gran definición de este domingo está en el texto de la antífona de entrada que escuchamos al principio de nuestra celebración: “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito: estad siempre alegres. El Señor está cerca”. Es del capítulo cuarto de la Carta de San Pablo a los Filipenses, sus versículos, 4 y 5. Y es, desde luego, un gran consejo porque hay mucho cristiano triste. Eso hay que admitirlo, para, sobre todo, cambiar.


2.- Tanto en las misas diarias, como en las dominicales el mensaje que recibimos es el mismo: esperanza y alegría en la espera del Señor que va a venir. Los textos son muy bellos y muy reparadores. Nuestro espíritu, si no estamos dormidos, se va adecuando a la gran novedad acontecida cuando se ha llegado a la culminación de los tiempos: el Nacimiento del Hijo de Dios.

3.- No obstante el mensaje, real y realista, que estamos recibiendo es parecido, muy similar, al que quería dar Pablo de Tarso a los fieles de Filipos: el Señor está cerca en su segunda venida. Y la realidad del adviento es esa: por un lado nos preparamos para estar bien en el aniversario del nacimiento de nuestro Señor Jesús y, por otro, buscamos estar mejor, por si en nuestro tiempo, en nuestro espacio de espera nos va a tocar ver la Vuelta del Señor Jesús. Y, claro, que meditar sobre esto es más difícil. Pero no podemos, ni debemos dejarlo de hacer.

4.- Más o menos, ya lo explicaba la semana pasada. El mismo Pablo, en un momento de su vida creyó que llegaría vivo al regreso del Señor. Pero, claro, no fue así. Sin embargo, esa posibilidad existe y existirá. Y aunque está ligada al “final de los tiempos” y estos –lógicamente— se ven como muy remotos, eso no quiere decir que la posibilidad no exista para todos y cada uno de nosotros. Ciertamente –y no deseo poneros tristes, precisamente hoy— tras el examen de amor al atardecer de nuestras vidas, al que esperamos, y entonces veremos, nos examinará de amor.

5.- La necesidad de conversión, de romper con viejos modos ya no válidos, la necesaria reforma que toda obra –o toda vida— necesita tras algunos años de pervivencia, nos lleva a considerar que, una vez más, es necesario que , en torno a las cero horas del 25 de diciembre, estemos preparados para recibir al Salvador recién nacido. Ello ya es más que suficiente para ser mejores y estar mejor. Hay un viejo dicho, algunas veces planteado con sentido negativo, que dice: “cualquier pretexto es bueno…” Y, en efecto, cualquier circunstancia que se nos presente en nuestra vida es buena para que cambiemos, mejoremos y seamos mejores discípulos de Jesús de Nazaret. Además, y eso queda muy claro, el Nacimiento del Salvador tiene que ser para nosotros algo más que un pretexto para convertirnos: ha de ser una explosión de gozo y alegría al saber que Dios está con nosotros.

6.- El optimismo que comunican los textos de Isaías de estos domingos de Adviento es evidente. La venida del Señor y de su Nuevo Reino nos transportará a un mundo feliz. La semana pasada nos hablaba de que el desierto y el páramo florecerán… ¿Hay mejor imagen? Nosotros –tanto en España como en Iberoamérica— tenemos muchas zonas desérticas, áridas, ásperas, inquietantes…En algunos sitios –no en todos— la primavera puede hacerlas florecer y si así sucede, la transformación es maravillosa, transmite alegría, juventud, entusiasmo. Pero si esa transformación fuera para siempre, sin duda, pensaríamos que es la Gloria del Señor, la belleza de Dios. Esta semana el profeta nos propone, además, algo fundamental para nuestra condición de cristianos. Hemos de dar la buena noticia a los pobres, a los que sufren y hemos de vendar sus heridas, amnistiar a los presos y vendar los corazones desgarrados. De todo esto hay mucho en nuestros tiempos. Y necesitamos que el Señor haga brotar la justicia para todos los pueblos.

7.- Supongo que a muchos los versos del salmo responsorial de hoy os sonarán. Se trata de la oración de la Virgen María, del Magnificat, que se lee en el capítulo primero del evangelio de Lucas. María lo entona como una explosión de júbilo tras dar su SÍ a Dios. ¿A que suena muy bien cómo salmo? Ciertamente. Y si me permitís seguir con esas “piezas” que nunca, o casi nunca, se glosan en las homilías os diré que el versículo del canto del aleluya es, precisamente, la primera frase del texto de Isaías que escuchamos antes. Y es más que apropiado reforzar su capacidad de mensaje en esa acto alegre que es el aleluya: “El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres”. Los pobres hoy más que nunca necesitan recibir la Buena Noticia.

8.- Y si hablamos al principio de la antífona de entrada de “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito: estad siempre alegres. El Señor está cerca” pues también habréis observado que nuestra segunda lectura comienza igual, y es de la carta a los Tesalonicenses. Es muy similar al párrafo de la Carta a los Filipenses que es de donde se toma la antífona de entrada. Refuerza, pues todo ello el sentido de la alegre espera ante la venida del Señor.

9.- Como sabéis el Evangelio de Juan se escribió muchos años después de los llamados sinópticos. Y hoy hemos escuchado la descripción que hace Juan Evangelista de Juan Bautista, descripción de la persona y de su tiempo. Juan le llama testigo de la luz. Y diferencia con el Señor que Juan es testigo de la luz, no la propia luz. Realmente la luz nos lleva directamente a la Navidad con la explosión de gozo de los ángeles en la noche más bella de la historia de la humanidad y la luz llena de esperanza de la estrella de los magos. Pero, sin duda, interesa mucho como presenta Juan a Jesús: “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Siempre podemos pensar con preocupación que la frase podía tener aplicación a nosotros. Sabemos que cuando uno o dos no reunimos en nombre de Jesús está en medio de nosotros. Pero también nos podemos temer que muchos de nosotros no le conocemos, porque si le conociéramos no llevaríamos la vida que llevamos. Es muy duro pensar que somos cristianos y no conocer a Cristo. Y para eso sirve el tiempo de conversión. Aprovechemos el Adviento. Ya no hay mucho tiempo. El próximo domingo celebraremos el cuarto y último. Aprovechemos el tiempo y obedezcamos al apóstol Pablo, del que conmemoramos su jubileo, su año especial. Estemos alegres. Siempre alegres.

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